MALDITO «REALITY SHOW» CRIMINAL
Saviano vuelve en esta obra a las calles de Nápoles en un retrato muy crudo de la Camorra
EnEn el presente libro, Saviano retoma a los adolescentes mafiosos de «La banda de los niños» (Anagrama) en el justo punto donde los dejó el lector. Si el primer texto concluía con una madre clamando venganza por la muerte de su hijo, estas páginas arrancan con el intento de llevar a cabo esa venganza de la forma más aterradora posible: asesinando a un bebé en la sala de recién nacidos de un hospital.
Conocimos a una pandilla de chavales montados en scooter y quemando puño a todo gas hacia la conquista de Nápoles. Sus apodos son inofensivos, infantiles, ridículos casi: Marajá, Briato, Dientecito, Pichafloja, Bizcochito, Estabadiendo... Aunque gastan zapatillas de marca –robadas, claro–, lleven tatuado el nombre de sus chicas y humillen a todos, son hijos de familias de clase media... Pero dentro de sus inmaduros cuerpos, algunos, como Marajá, tienen una mente tan despiadada como carismática.
Saviano retoma ese fresco doloroso de una generación criminal, recién nacida y perdida desde la niñez. Chicos que viven y mueren sin conocer la infancia, alcanzando una adolescencia relámpago fabricada de «polvo blanco» y plomo. Su única misión existencial se reafirma con los años: el bien y el mal no existen, solo deben dilucidar quién será presa y quién depredador.
Siguiendo los pasos de Pasolini, Saviano es uno de los pocos intelectuales, quizás el único, que todavía tiene el coraje de desafiar las convenciones y conveniencias. Para romper el conformismo nos sacude con sus libros abordados con un lenguaje áspero, poblado de desencanto, en los que hace «regalos» a Nápoles, esa ciudad que no quiere reflejarse en sus propias miserias. Todo el libro es como un maldito «reality show» criminal destinado a perpetuarse en el tiempo. Sus protagonistas –aunque de tinta pero basados en personajes reales– reales– no disciernen entre la verdad y la virtualidad, por lo que Saviano nos lo recuerda en cada línea plagada de amigos masacrados, torturas innecesarias, dientes rotos o cabezas cortadas como si de un videojuego se tratara.
Clanes y camellos
«El perdón es para los débiles...», refiere su protagonista, Marajá –alter ego literario de un bebé jefe que nació y murió en la vida real: Emanuele Sibillo, capo adolescente del clan Nuovi Giuliano, asesinado–, que se enfrenta a otras familias que quieren restablecer el orden anterior. Por las páginas no solo desfilan clanes que luchan por el control de la droga, camellos de mucha o poca monta, bandas de distintas etnias, sino que asistimos a cómo los tentáculos del crimen organizado se extienden por el país. En Nápoles, siempre está Nápoles. Esa ciudad devastada por la Camorra. Saviano aborda esta obra de ficción, que no lo es exactamente, y que podría resumirse como novela-verdad. Sabe de lo que escribe y encuentra las palabras adecuadas, así como toda la fuerza del dialecto para narrarlo. Probablemente lo haga por venganza, para compartir su indignación o acaso porque el deber se lo exige desde su condena en vida... ¡Bendito Saviano!