Anular el debate
La campaña electoral en Madrid ha dado un giro o eso es, al menos, lo que pretende conseguir Podemos: que estemos ante un plebiscito entre democracia y fascismo. ¿Y qué es el fascismo para Podemos? Pues, en esencia, fascismo es todo aquello que no encarna Podemos: no defender los servicios públicos es fascismo; no querer subir los impuestos a los ricos es fascismo; no querer controlar el precio de los alquileres es fascismo; y no querer otorgar subvenciones a determinadas asociaciones ideológicas es fascismo. Semejante reduccionismo no sólo es peligroso por falaz –de hecho, el fascismo ha abogado históricamente por muchas de esas políticas que ahora abraza como propias la izquierda: baste con comparar, para ello, el programa económico de Podemos y de la Falangesino porque al final terminamos eliminando el debate racional y sosegado de la esfera pública. Si las elecciones del día 4 de mayo se convierten en un tramposo plebiscito entre democracia y fascismo, no cabrá debate racional alguno sobre las políticas que defiende y representa Podemos. Cualquiera que se atreva a cuestionar de un modo contundente los planteamientos de la izquierda quedará anatematizado como fascista, de modo que, a contrario sensu, para poder ser demócrata habrá que comprar todo el catálogo de ocurrencias económicas que planteen los de Pablo Iglesias o, a lo sumo, los de Mónica García o Ángel Gabilondo. Acaso se replique que la primera que comenzó con esta simplificación de las consignas electorales fue la propia Díaz Ayuso cuando escogió como lema de campaña «Socialismo o libertad» y, más adelante, «Comunismo o libertad». Y si bien también cabría reprocharle a Ayuso que optara por simplificar en exceso los términos del debate, desde luego no existe parangón posible entre el «Democracia o fascismo» de Iglesias y el «Comunismo o libertad» de Ayuso. En esencia, porque la oposición política a Ayuso sí se autorreconoce (aunque sea a modo de etiqueta ideológica vaciada de su contenido tradicional) en los términos de «socialista» (Partido Socialista Obrero Español) o de «comunista» (el Partido Comunista está integrado ahora mismo en la coalición de Unidas Podemos), por lo que no estaba realmente anulando a sus rivales dentro del imaginario colectivo. Pero desde luego nadie (ni Ciudadanos, ni PP, ni Vox) se reconoce como antidemócratas y filofascistas, de modo que descalificarlos de esa forma termina por enterrar inevitablemente cualquier posible debate. Y eso es justo lo que busca: apelar a la emoción y no a la razón. Tal vez porque estaban perdiendo la batalla de las razones.