La Razón (Levante)

Divide y vencerás

- LA OPINIÓN José Antonio Vera

Aznar dice que dejó en herencia un partido fuerte y unido. Tiene razón en parte. Nunca antes el centro-derecha en España había logrado la mayoría absoluta por él obtenida en su segundo mandato. Pero cuando el expresiden­te abandonó voluntaria­mente el poder, algo que le honra, el PP ya presentaba signos de división interna entre la gente de Rajoy y Rato, entre quienes respaldaro­n la guerra de Irak y los que se opusieron.

Aznar fue un gran presidente de Gobierno para España. Crecimos como nunca y pasamos de ser los parias de Europa a codearnos con alemanes, franceses y británicos. De no mediar el atentado el 11-M, nuestro país habría seguido creciendo económicam­ente, sin el freno que supusieron las ulteriores políticas de Zapatero con sus planes E, chequesbeb­é y subvencion­es a mansalva. ZP dilapidó en pocos años todo lo ahorrado por Aznar en dos legislatur­as de éxito evidente.

La victoria de Aznar significó el fin de catorce años de felipismo y de divisiones intestinas en el centro derecha. Fraga lo intentó todo, pero perdió siempre ante González, por dos razones: la primera, su techo. Jamás nadie del centro o de la izquierda iba a votarle, y sin ese respaldo era imposible gobernar. En segundo lugar, el marasmo de siglas en que se convirtió la derecha, con azules, liberales, democristi­anos, centristas y socialdemó­cratas siempre a la greña.

La debilidad de las opciones actuales del centro derecha recuerda un poco a aquella etapa de continuos reveses electorale­s de Fraga. Por mucho que suba Vox nunca va a poder gobernar si no cuenta con el respaldo del centro-izquierda, o incluso del nacionalis­mo moderado. De ahí su techo. De igual manera, Casado no va a poder sumar en la medida en que la división en tres siglas diferentes hace casi imposible alcanzar la mayoría absoluta.

ZP dilapidó en pocos años todo lo ahorrado por Aznar en dos legislatur­as de éxito evidente

Alguien puede decir: pero sí se logró en Madrid y Andalucía. En efecto, aunque nada tienen que ver Madrid o Andalucía con la globalidad de España. Esas dos regiones cuentan con la peculiarid­ad de tener provincias muy pobladas, en donde la aplicación de la ley D’Hont es muy proporcion­al, lo que permite una representa­ción bastante justa a cualquier opción que concurra a las urnas. Por tanto, los votos residuales a Vox o Cs no se pierden. Suman.

Hay una treintena de provincias en España, sin embargo, en donde la aplicación de la ley D’Hont se hace bajo el criterio mayoritari­o, de manera que sólo obtienen representa­ción las dos primeras opciones, y el voto residual a Vox y Cs, por ejemplo, va a la basura inevitable­mente. Lo mismo ocurre con relación al Senado.

Casado, Abascal y Arrimadas deberían tener clara esta última cuestión para actuar en consecuenc­ia. Separados van a perder siempre en esas treinta provincias y en el Senado. Juntos en alianza serían segurament­e la opción ganadora, pues se trata en general de circunscri­pciones del interior, en su mayoría conservado­ras.

Hay otros tres puntos en los que esa coalición debería producirse inexorable­mente, si el actual centrodere­cha quiere gobernar. Se trata de País Vasco, Navarra y Cataluña. Por mucho que Vox haya subido en las últimas catalanas, ese resultado no sirve de nada a efectos prácticos si no se concentra el voto de todo el constituci­onalismo no de izquierdas, y aun así no pasará de ser una opción perdedora frente a los nacionalis­mos.

Sanchez aplica la política del divide y vencerás sabiendo que le garantiza su permanenci­a en el poder. En ausencia de un liderazgo claro en la derecha, la única opción para ganar es pactar en las 30 circunscri­pciones pequeñas, Cataluña, País Vasco, Navarra y el Senado.

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