La Razón (Levante)

El ministro olvida Navarra y decenas de municipios

- Sergio Alonso

Lo que antes era sólo una batalla soterrada se ha convertido en una guerra abierta. Tras escenifica­r el Gobierno el lunes una falsa paz con la Comunidad de Madrid, ayer decidió lanzarse a degüello sobre la yugular de la presidenta Isabel Díaz Ayuso y su equipo de la Consejería de Salud a cuenta de las limitacion­es a la movilidad en la capital. Lo hizo a través de Salvador Illa, ministro que apenas ha aparecido en esta segunda oleada pese a que la Ley General de Salud Pública estipula que es a él y al Gobierno de la Nación a los que compete llevar las riendas sanitarias del país en periodos como en el que nos encontramo­s. Illa, que tuvo en verano unos días de descanso mientras el consejero de Sanidad de Madrid, Enrique Ruiz Escudero, se los pasaba trabajando, echó mano ayer de unos datos procedente­s de la cocina de Fernando Simón –otro que se fue de vacaciones– para tirar de las orejas a Madrid y ponerla de nuevo en el ojo de la tormenta de la Covid-19. Es cierto que la capital supera con mucho la incidencia de casos que señala la OMS como tope para que las alarmas se disparen. Mientras el organismo internacio­nal habla de 500 contagios por cada 100.000 habitantes como límite que no debe superarse, la Comunidad sólo ha decretado el confinamie­nto de núcleos urbanos y áreas de salud que registran más de 1.000, y no todos. Desde este punto de vista, la irrupción de Illa sería irreprocha­ble. A pesar ser ministro de uno de los países que peores cifras mundiales arroja en los siete meses que llevamos de pandemia –España es el que registra más muertes en proporción a su población de todo el planeta, con las estadístic­as del INE, el noveno en número de casos y el peor en sanitarios infectados–, los reproches del filósofo que en enero pasó a encargarse de la cartera de Sanidad resultaría­n coherentes. De hecho, la Comunidad presentaba ayer una incidencia acumulada en los últimos 14 días de 721 casos por cada 100.000 habitantes. Muy peligrosa. Pero en Salud Pública no vale la foto fija, sino las tendencias, y estas muestran que otras comunidade­s ignoradas ayer por el ministro se encaminan hacia zonas pantanosas. Nada dijo, por ejemplo, de Navarra. También supera en su conjunto el umbral de la OMS, al presentar 662 infeccione­s por 100.000 habitantes. Siguiendo la lógica del ministro, ¿por qué habría que cerrar todo Madrid y no Navarra? ¿Y por qué no decenas de municipios de numerosas provincias que superan los 800,900 o 1.000 casos? La Rioja, cuyas UCIS están al límite, presenta una incidencia de 494; Murcia, de 404, y las dos castillas también se mueven por los 400. La evolución en todo el territorio no deja de crecer y Madrid es sólo la punta de lanza de una bola de nieve que terminará golpeando a las demás comunidade­s en una suerte de efecto dominó, como en la primera ola. La nueva normalidad, de la que Pedro Sánchez animaba a disfrutar a los españoles, ha derivado en un estado de prealerta que coge a España sin parámetros uniformes de contención, sin directrice­s claras de Sanidad, sin un sistema de informació­n epidemioló­gica adaptado a la dimensión de la pandemia y sin una reserva estratégic­a de material completada. Además de regañar a Madrid, Illa podría ponerse a resolver estos problemas, porque son de su competenci­a.

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