Más de 20.000 millones en inteligencia artificial
Un plan para competir con EE UU y China
En el siglo XXI, la lucha geopolítica no se libra tan solo con discursos, diplomáticos, tanques, aviones o petróleo. Tras años en los que la UE ha perdido el tren tecnológico de los datos personales frente a la hegemonía estadounidense, el club comunitario está dispuesto a reaccionar en el segundo asalto: el de los datos industriales y la inteligencia artificial. En total, Bruselas pretenden movilizar más 20.000 millones de euros anuales en la próxima década, con el apoyo del sector privado y la cofinanciación de los Estados.
Por eso, la Comisión Europea presentó ayer una propuesta con el objetivo de construir un mercado de datos común en sectores estratégicos en aras de poder competir en el mercado internacional con EE UU y China, una forma más de intentar hablar el «lenguaje del poder». Se trata de crear una nube europea con el objetivo de que los datos del los Veintisiete no se almacenen en redes pertenecientes a empresas estadounidenses o chinas, tal y como sucede actualmente en un 90% de los casos. Una dependencia que preocupa al Ejecutivo comunitario, que teme perder su soberanía en un tablero internacional en el que las coordenadas han cambiado a velocidad de vértigo y las puertas no se abren dos veces. «Anunciamos que Europa hará todo lo posible para ganar esa batalla», aseguró ayer el comisario de Mercado Interior, Thierry Breton. Como próximos pasos, Bruselas presentará una nueva regulación para establecer un marco entre empresas, administraciones públicas e investigadores con el objetivo de incentivar que estos datos puedan compartirse.
Pero Bruselas no solo aspira a competir, sino también a construir un modelo alternativo que respete los fundamentos europeos de respeto a los valores democráticos, también en el controvertido ámbito de la inteligencia artificial. De momento, el Ejecutivo comunitario plantea un debate para legislar los sectores más sensibles como salud y transporte y promover la regulación voluntaria en aquellos menos lesivos o que presenten menos contraindicaciones.
Dentro del primer grupo se encuentra el reconocimiento facial, un mecanismo que Bruselas contempla tan solo como último recurso y en casos limitados después de un exhaustivo debate.