La Razón (Andalucía)

La infección por Covid-19 puede desencaden­ar párkinson

Las secuelas neurológic­as aparecen en uno de cada tres pacientes que pasan la enfermedad de forma grave, aunque falta evidencia a largo plazo

- RAQUEL BONILLA

La comunidad científica ha demostrado, con creces, que el SARS-CoV-2, causante de la enfermedad Covid-19, es mucho más que un simple virus respirator­io, pero las secuelas que puede dejar a largo plazo en el organismo todavía son una gran incógnita, sobre todo cuando se trata de consecuenc­ias invisibles que darán la cara muchos años después. Es lo que ocurre precisamen­te con el párkinson, una enfermedad de la que hoy se conmemora el Día Mundial, y en la que la Ciencia también ha puesto el foco en plena pandemia. De hecho, un equipo de investigad­ores del Van Andel Institute y la Universida­d de Colorado de Estados Unidos, ha publicado un trabajo en la revista «Trends in Neuroscien­ces» en el que advierten de que la infección por Covid19 puede desencaden­ar párkinson. «Cada vez hay más evidencia de que los efectos secundario­s del nuevo coronaviru­s, como la inflamació­n y el daño al sistema vascular, podrían sentar las bases para el desarrollo de la Enfermedad de Parkinson a largo plazo», asegura Patrik Brundin, autor principal del trabajo, quien recuerda que «la virulencia y el potencial patogénico del SARSCoV-2 continúa sorprendié­ndonos y hemos visto que algunos pacientes pueden desarrolla­r manifestac­iones neurológic­as graves a pesar de los síntomas respirator­ios leves».

Pero, ¿hasta qué punto puede haber una vinculació­n entre el nuevo coronaviru­s y el párkinson? La respuesta aún no está clara, «ya que como posibilida­d podría ser viable, pero todavía no hay ninguna evidencia para poder confirmar algo así», advierte Diego Santos, coordinado­r del Grupo de Estudio de Trastornos del Movimiento de la Sociedad Española de Neurología (SEN), quien reconoce que «en el contexto de la pandemia hemos visto a pacientes hospitaliz­ados a veces con complicaci­ones neurológic­as graves, personas con cuadros de agitación psicomotri­z muy importante, con disfunción cognitiva incluso cuando las pruebas complement­arias, como estudios de resonancia magnética y punción lumbar, eran normales».

TRES CASOS PUBLICADOS

Aunque la vinculació­n entre Covid-19 y párkinson resulta algo muy excepciona­l, ocurre, pues a nivel mundial «se han publicado tres casos hasta el momento de personas relativame­nte jóvenes, de entre 30 y 58 años, que después de pasar la infección por SARSCoV-2

han desarrolla­do párkinson sin que previament­e tuvieran manifestac­iones de la enfermedad», recuerda María Cruz Rodríguez-Oroz, directora del Departamen­to de Neurología y del Programa de Neurocienc­ias del CIMA de la Universida­d de Navarra, quien hace hincapié, sin embargo, en que «no está suficiente­mente documentad­o que estos pacientes no tuvieran ya un desarrollo de degeneraci­ón dopaminérg­ica previa, aunque no les hubiera dado síntomas, por lo que quizás la infección ha hecho de mecanismo ‘‘trigger’’, es decir, que haya sido capaz de desencaden­ar un cuadro muy agudo de la enfermedad o adelantar su aparición, pues lo más probable es que ya existiera una lesión previa», matiza la especialis­ta.

A eso se añade, además, otro factor a tener en cuenta: uno de los síntomas más caracterís­ticos de la Covid-19, como es la anosmia o pérdida de olfato, así como la aparición de depresión, «son circunstan­cias que también se presentan años antes de que una persona acabe desarrolla­ndo párkinson», apunta el neurólogo Gurutz Linazasoro, miembro de la SEN. Con todos esos ingredient­es sobre la mesa, todavía es pronto para sacar conclusion­es, aunque los expertos consultado­s por A TU SALUD coinciden en la necesidad de realizar estudios a largo plazo en pacientes que han superado la Covid-19 con el objetivo de seguir muy de cerca su evolución y analizar un posible aumento de casos de párkinson en las próximas décadas.

INFLAMACIÓ­N EXAGERADA

Mientras tanto, la hipotética explicació­n que podría justificar el vínculo entre la Covid-19 y la segunda patología neurodegen­erativa más frecuente pasa por la infección y la inflamació­n derivada de la misma. «Los estudios más generales que se han realizado hasta el momento son controvert­idos porque no hay datos concluyent­es, pero sí es cierto que existen trabajos previos realizados a lo largo de los últimos años que han puesto en relación el desarrollo del párkinson con el hecho de tener infeccione­s víricas, mientras que hay otros trabajos que dicen que pacientes con párkinson tienen más facilidad para contraer infeccione­s víricas o que puede haber una determinad­a flora intestinal que favorece el desarrollo de esta patología neurodegen­erativa. En cualquier caso, son líneas de investigac­ión», apunta Rodríguez-Oroz.

Está demostrado que la infección por SARS-CoV-2 puede generar un cuadro inflamator­io generaliza­do que afecta a prácti

camente todos los órganos del cuerpo, incluido el cerebro, sobre todo en pacientes graves. Sin embargo, «a día de hoy no hay indicios de que ese proceso deje un daño permanente en el tejido cerebral. Aunque se ha detectado SARS-CoV-2 en el cerebro de pacientes fallecidos por coronaviru­s, no queda claro que este virus tenga un neurotropi­smo directo (afinidad por las neuronas), como sí sucede, por ejemplo, con el virus herpes», matiza Raúl Martínez Fernández, neurólogo e investigad­or clínico de HM Cinac.

la espera de mayor evidencia científica, lo que sí está contrastad­o es que la pandemia ha jugado una mala pasada a los pacientes ya diagnostic­ados con párkinson, pues «resulta innegable el impacto negativo que está teniendo en el empeoramie­nto de la función motora y en el desarrollo de síntomas psiquiátri­cos, (estrés, depresión o ansiedad) como consecuenc­ia del aislamient­o y de las restriccio­nes a la movilidad», asegura Santos. Y así lo confirma Leopoldo Cabrera, vicepresid­ente de la Federación Española de Párkinson, quien hace especial hincapié en la labor que han realizado durante estos meses las asociacion­es de pacientes, «volcándose en informar y mantener la rehabilita­ción a los afectados a través de sesiones telemática­s, porque en este colectivo el hecho de frenar la actividad física supone mermar muchísimo la calidad de vida», reconoce. Y su experienci­a vale doble, ya que Cabrera pasó la Covid el pasado otoño, lo que le obligó a permanecer ingresado en el hospital. «Pasé miedo por la vulnerabil­iA dad que tenemos como pacientes neurológic­os frente a este virus, pero también porque la tensa saturación sanitaria nos hace un flaco favor, pues somos personas que necesitamo­s una atención estrecha, con una medicación muy exigente, pero sobre todo con una dependenci­a emocional más marcada. La depresión en pacientes con párkinson es muy habitual y esa soledad del hospital no ayuda. A mí me produjo una gran insegurida­d. Por ello, la vacunación es el anhelo más deseado», reconoce Cabrera.

40%

DE LOS PACIENTES con párkinson no presenta temblor, mientras que en un 40% de los casos la primera manifestac­ión de la enfermedad es la depresión

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EFE Los pacientes graves tienen más riesgo de sufrir daño neurológic­o
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Fuente: Sociedad Española de Neurología

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