La Razón (Andalucía)

Comandante en jefe

- POR PILAR FERRER

Plenamente convencido de que estas elecciones no son solo de Madrid, sino de España. Decisivas para blanquear su posición democrátic­a y con el objetivo de que Vox tenga la llave para impedir que gobierne la izquierda. Con estos postulados lidera Santiago Abascal la batalla electoral madrileña, a pesar de no ser el candidato, como auténtico jefe de campaña, convertido en permanente compañero de la aspirante del partido, Rocío Monasterio. De hecho, en el equipo de los comicios le apodan «El boss», porque Santi ha decidido ser el verdadero cartel de Vox en una partida de naipes dónde se juegan muchos intereses en todo el país y un cambio de rumbo hacia La Moncloa. Así también lo entiende, con suma inteligenc­ia, la candidata del PP, Isabel Díaz-Ayuso, quien pretende no caer en un solo ataque contra Vox, sabedora de que sus votos le pueden ser muy necesarios para de nuevo gobernar la Comunidad de Madrid y seguir sentada en el tan ansiado sillón de la Puerta del Sol.

Abascal y su equipo piensan que Madrid es el primer ensayo para no quedar anclados en una formación de extrema derecha, al estilo del afrancesa Le Pe no el italiano Salvini, sino en un partido netamente democrátic­o que defiende los valores tradiciona­les: la Monarquía, la unidad de España y la seguridad ciudadana. También ha modulado su posición ante Europa, con la conciencia clara de que España debe seguir en el club de la Unión Europea. Pero sobre todo, Santi y Rocío pelean porque Vox supere el umbral del cinco por ciento que les permita grupo parlamenta­rio propio y tener la llave para que no gobierne la izquierda. Por ello, Abascal ha tomado las riendas de la campaña madrileña en primera persona, como un comandante al frente de sus tropas, bajo un lema que repite hasta la saciedad: «Nos jugamos Madrid y nos jugamos España». Opina que en Vox recae esta doble responsabi­lidad.

Al estilo de la estrategia en Cataluña, que tan buen resultado le dio, el líder de Vox se afana en captar votos allí dónde el PP no puede cogerlos. Es decir, en los barrios obreros del sur de Madrid, en el famoso cinturón rojo preso del desencanto y la penuria, poblado de ciudadanos ahogados por el paro, la crisis económica y un martirio fiscal de la izquierda social-comunista. Aquí radica su primer gran acto en Vallecas, con el lamentable espectácul­o de virulenta violencia. Lejos de achantarse, el tándem Abascal-Monasterio piensa acudir a todos los barrios obreros madrileños, dónde ante el enorme desencanto creen estar mejor posicionad­os que el PP. Tras los ataques de Vallecas, los dirigentes de Vox ven a un ciudadano asustado que puede dar un giro a su voto. «La izquierda no nos ordena a dónde vamos», advierten dirigentes de Vox.

Reiteran que son un partido plenamente democrátic­o en defensa de España, frente a los socios de Pedro Sánchez: comunistas, separatist­as y filo-etarras. Además, ofrecen un programa económico contrario al del actual gobierno de izquierdas, con menor gasto público y total apoyo a los autónomos. El partido de Abascal insiste en eliminar las subvencion­es improducti­vas, revisión urgente del plan industrial, ayudas a las pymes y el sector privado, así como a los autónomos afectados por la tremenda crisis del Covid. Un programa económico netamente liberal, que puede ser suscrito por el PP y que les sitúa en pista de salida para un futuro gobierno con Ayuso si ésta no consigue la mayoría absoluta. El riesgo de un gran trasvase de votos de Vox hacia Ayuso, que les aparte del 5%, no es contemplad­o hoy por hoy por Santiago Abascal. «Habrá sorpresas», aseguran los dirigentes de Vox, convencido­s de que Monasterio aumentará los resultados de las últimas autonómica­s.

Cuenta Abascal que se le acercan muchos votantes de diferentes ideologías, decepciona­dos, y le trasladan este mensaje: «Ahora sí te voto, porque no me gusta lo que dicen los otros y me han dejado en la ruina». Reflexión que tal vez revela el ascenso, el fenómeno de un partido que nació prácticame­nte de la nada, con buen apoyo en las redes sociales y vehículo de un descontent­o como pocos en la sociedad española. Para los gurús demoscópic­os, ni siquiera similar a Podemos, ahora en descenso tras la entrada de Pablo Iglesias en el poder y la casta, porque recoge el descontent­o no solo de la derecha, sino del centro y hasta de una izquierda trasnochad­a. La fuerza del voto útil y su trasvase a Isabel Díaz-Ayuso, junto a la posible desaparici­ón de Ciudadanos, son factores clave en el resultado del centro-derecha en estas elecciones de Madrid, dónde todos los partidos se juegan su futuro en el escenario nacional.

Como persona, Abascal es un líder transgreso­r. A quienes le acusan de ser un radical de extrema derecha, les lanza una biografía liberal. Casado en primeras nupcias con Mirentxu, una bilbaína amiga de la infancia, madre de sus dos hijos mayores, no tuvo reparos en tener un divorcio complicado en el año 2010 y casarse en segundas nupcias con Lidia Bedman, una alicantina bloguera muy activa en las redes sociales con quien ha tenido otros dos retoños, Santi y Juan. «Cuatro hijos a cada cual más maravillos­o», dice el líder de Vox de su familia. Se define como un «cristiano hasta las cachas», a pesar de su divorcio, y frente a quienes le tildan de fascista y derechoso les espeta una frase: «Me importa un bledo, mi conducta me avala». Nadie, hace unos años, hubiera dado un duro por él. «Frente a los radicales violentos, libertad», insiste el líder de Vox.

Apasionado de su tierra vasca, dónde practica el senderismo y procura bañarse en verano en las frías aguas de Las Arenas, quiere representa­r a una España harta de la izquierda, el separatism­o y los filo-etarras. «No somos un partido de extrema derecha, sino un partido de extrema necesidad» defiende Abascal, erigido en líder de una esperanza para la derecha española.

Se afana en capturar votos donde el PP no puede cogerlos: en los barrios obreros del sur de Madrid

 ?? PLATÓN ??
PLATÓN
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain