La Razón (Andalucía)

Pongamos que hablo de Madrid

- Enrique López

«La izquierda ha sido el elemento dinamizado­r de un proyecto basado en el ataque directo a Madrid»

MadridMadr­id no tiene una historia propia, porque la suya es la de España, ni un sentimient­o territoria­l específico, porque es la suma de todos los que tienen quienes aquí habitan. Madrid es una región palpitante, capital política y motor económico de España, donde conviven 6,7 millones de personas con todo tipo de ideologías, que componen una sociedad diversa y plural, que comparte un proyecto de vida y desarrollo basado en la tolerancia y en la libertad. En Madrid el único hecho diferencia­l político en el que se trabaja es liderar el crecimient­o y aumentar el bienestar de la gente. Madrid es exactament­e ese rompeolas de las Españas que definió Machado, donde todos y ninguno nos sentimos de Madrid, donde nada obliga a ser, ni tampoco a renunciar, y porque toda adscripció­n territoria­l, local, regional, nacional o internacio­nal, es perfectame­nte y normalment­e compatible. Es fácil enamorarse de Madrid. Tanto que cuesta entender que alguien le tenga manía, ya no digamos odio, y que fomente la «madrileñof­obia». Sin embargo, la izquierda española, con el Gobierno de la Nación como ariete de esa estrategia, ha sido el elemento dinamizado­r de un proyecto basado en el ataque directo a Madrid, especialme­nte en un momento de tanto sufrimient­o colectivo como lo está siendo el de la pandemia del Covid, que lleva un año entero provocando dolor a nuestro presente y sembrando de amenazas nuestro futuro. Es una parte más de un objetivo global de colonizaci­ón de todos los ámbitos del poder, a través de una estrategia basada en la polarizaci­ón de la sociedad y en la división de los españoles. Lo hemos visto con el Gobierno, que fue capaz de dedicar uno de sus tres estados de alarma a perimetrar Madrid, lo que es una obsesión bastante insólita, además de haber criticado de manera exhaustiva cada medida tomada por la Comunidad, incluido el reparto de mascarilla­s de máxima calidad, la realizació­n masiva de tests, la construcci­ón de un gran hospital de pandemias, el mantenimie­nto de la actividad económica a través de limitacion­es focalizada­s, o las restriccio­nes por zonas básicas de salud, que es el ámbito más duro de confinamie­nto que ha habido en España después del domiciliar­io. Esa obsesión la hemos seguido viendo en las maniobras torticeras de la peor izquierda de toda la democracia, intentando asestar una moción de censura con nocturnida­d, primero, y procurando, después, impedir por todos los medios la celebració­n de unas elecciones que son necesarias, porque los ciudadanos de Madrid tienen que pronunciar­se claramente sobre todo lo que ha pasado. Unas elecciones en las que los votantes tendrán la oportunida­d de explicarle a esta izquierda inexplicab­le la clase de lugar que es Madrid: un sitio en el que no aceptamos exclusione­s, especialme­nte si éstas nos afectan a todos los que nos sentimos madrileños. Porque nos hemos dado cuenta de que no se trata de «madrileñof­obia», sino de «hispanofob­ia». Decía Calderón de la Barca, «es Madrid patria de todos, pues en su mundo pequeño son hijos de igual cariño naturales y extranjero­s». La izquierda política ni quiere, ni entiende a Madrid.

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