DOMINGO DE RAMOS SANGRIENTO EN INDONESIA
EsEs sabido que cuando, el primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro, echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto». Al llegar los demás, en el suelo, aparte, ordenadas, estaban las vendas con que le habían amortajado. Y entonces, entendieron la escritura: que Él había de resucitar de entre los muertos. Así relata el Evangelio de Juan, tan sencillamente, el episodio que fundamenta la fe de los cristianos. La Resurreción del hijo de Dios. Y, ayer, una año más, la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén, levantada sobre lo que fue el monte Gólgota, a las afueras de la vieja ciudad, el lugar de la cruzfixión, fue el centro espiritual de la conmemoración de la
Pascua. Con las dificultades propias de este tiempo extraño que nos ha tocado vivir, pero con la emoción de siempre. Más, cuando a la fe, se le une la certeza de que, si no precisamente allí, el gran misterio de la redención de la humanidad se produjo muy cerca de esas piedras, que la devoción de las generaciones ha cubierto de panes de oro.
Culmina,así, con el encedido del cirio pascual, una Semana Santa que muchos fieles han vivido desde el recogimiento, sin las muestras de fervor de pasos y saetas. Todavía heridos por la pandemia, pero con la esperanza de que, al final, será vencida.