La Razón (1ª Edición)

De la Ley de Defensa de la República a la del sanchismo

- Jorge Fernández Díaz

Sabemos que el 14 de abril de 1931 fue la fecha del advenimien­to de la II República tras unas elecciones municipale­s que, al ganarlas los republican­os en las grandes ciudades, signi‘caría el exilio de Alfonso XIII para evitar un grave con¥icto civil. El «gran sentido democrátic­o» del gobierno provisiona­l y de las Cortes Constituye­ntes de la República propició que, incluso antes de la Constituci­ón, fuera aprobada la Ley de Defensa de la República española, el 21 de octubre, apenas seis meses después de aquella fecha, que estableció de hecho y de derecho un estado de excepción permanente, prohibiend­o cualquier atisbo de crítica al nuevo régimen. El ministro de la Gobernació­n, auxiliado por los Gobernador­es Civiles, era el plenipoten­ciario para la interpreta­ción y aplicación de su régimen sancionado­r, incluyendo incautacio­nes a los periódicos u otros medios impresos y con‘namientos y destierros forzados a los críticos con el régimen sin competenci­a judicial alguna. Es de particular interés en este momento lo que decía su artículo 1-III: «Son actos de agresión a la República… la difusión de noticias que puedan quebrantar el crédito o perturbar la paz o el orden público». Es decir ni libertad de expresión,nidemanife­stación,entreotras carencias de los derechos fundamenta­les y libertades públicas que caracteriz­an a una democracia parlamenta­ria. Como vemos la tesis «del lodazal, el fango y los bulos» no es original de Umberto Eco y mucho menos de Sánchez, sino de sus progresist­as antecesore­s republican­os de hace 93 años. Su anunciada ley de calidad democrátic­a con el foco puesto en los jueces y los medios de comunicaci­ón bien podría denominars­e «ley de defensa de Sánchez» (o del sanchismo que es su régimen político). También su anunciada «resigni‘cación» de la Basílica ponti‘cia del Valle de los Caídos, con la expulsión de la comunidad benedictin­a encargada del culto en el recinto tiene connotacio­nes con los talibanes -tan dados a esas singulares «resignific­aciones»- y con esos tan progresist­as antecesore­s suyos, responsabl­es de la mayor persecució­n religiosa de la bimilenari­a Historia de la Iglesia Católica. En esa progresist­a ley de Defensa de la República coexisten singulares connotacio­nes con su idea respecto a la libertad de creencias, de conciencia y de culto. Muy propio del PSOE sanchista, continuado­r del de 1934 a 1939, que impide sea nombrada Leonor, la princesa de Asturias, hija adoptiva de Mallorca, y del que habló Pachi López, su portavoz parlamenta­rio -ahora entusiasta sanchista-, que desde la Tribuna del Congreso se dirigió a Feijóo re‘riéndose despectiva­mente a «su querida Casa Real». Es el actual PSOE.

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