La Razón (1ª Edición)

Fukushima hipoteca el futuro nuclear de Japón

El Gobierno nipón depende de las centrales para lograr el objetivo de descarboni­zación en 2050, pero encuentra resistenci­as

- Victoria Pascual

Tal día como hoy de hace diez años el mundo contempló atónito el que fue el peor desastre nuclear desde el accidente de Chernóbil. Aquel día, a las 14:46 hora local, un terremoto de magnitud 9,1 sacudió Japón causando un tsunami con olas de varios metros que acabaron provocando la fusión parcial y total de varios reactores nucleares en la planta de Fukushima Daiichi. El conocido como «triple desastre» se cobró la vida de unas 18.000 personas –entre muertos y desapareci­dos–, devastó pueblos enteros y obligó a evacuar a 165.000 personas que huían de la radioactiv­idad mientras esta se expandía imparable. El terremoto desplazó la isla más grande del archipiéla­go 2,4 metros hacia el este. El tsunami arrasó las calles y las casas y dejó toneladas de escombros a su paso. Hiroshi Miura fue una de las miles de personas que huyeron de la lluvia radiactiva. A día de hoy todavía no ha regresado a su hogar y tampoco entra en sus planes. Su casa se encontraba en la costa a tan solo 12 kilómetros de la central nuclear.

Según relata, cuando llegó la ola aquel día «tan solo la gente que corrió hasta la cima de una colina, donde hay un santuario, sobrevivió. Las personas en los coches murieron». Ahora, allí donde estuvo su vivienda tan solo quedan escombros y árboles muertos y echar la vista atrás le hace estar cada vez más seguro de que «la era de la energía nuclear ha terminado».

Tras el accidente, Japón cerró de manera repentina todas sus plantas nucleares, que entonces proporcion­aban el 30% de la energía del país, un apagón nuclear que duró hasta 2015. Ese año el país nipón reanudó su primer reactor tras la crisis y desde entonces han vuelto a operar nueve, mientras otros siete han obtenido permiso y once están bajo inspección bajo los estándares más estrictos que se aplican desde el accidente. Otros 21 han sido desmantela­dos. La mayoría de la población japonesa ha mostrado desde entonces su oposición a la energía nuclear, pero los planes del Gobierno siguen contemplan­do cierta dependenci­a de esta fuente para hacer frente al objetivo de descarboni­zación para 2050. Según una encuesta de la radiodifus­ora pública NHK, al 85% de la población le preocupa la posibilida­d de que sucedan accidentes nucleares teniendo en cuenta su topografía y su propensión a los desastres naturales.

Aún así, el pasado diciembre, el primer ministro nipón, Yoshihide Suga, explicó que para lograr las cero emisiones de carbón a mitad de siglo, su plan es que las renovables generen para 2030 entre el 22 y 24% de la electricid­ad del país, las nucleares entre el 20 y 22%, y el crudo y carbón en torno al 30%. Para 2050, se busca que la cuota sea de 50-60 % para las renovables y 30-40 % para energías libres de carbón y la nuclear. Pero en la primera mitad del 2020, las nucleares cubrieron solo el 6% de la demanda energética de Japón frente al 23,1 % de las renovables y el casi 70 % de los combustibl­es fósiles. Con este escenario, muchos temen que no se haya aprendido la lección que dejó la tragedia de Fukushima. Allí, los alrededore­s de la central continúan siendo hoy un área restringid­a debido a los altos niveles de radiación. Hay más de 36.000 personas desplazada­s y muchos de los que se fueron, como Miura, no piensan volver. Además, quedan décadas antes de conseguir el desmantela­miento total de la planta, que necesitará de inversione­s millonaria­s.

«Fukushima ha dejado su impronta en el resto de la historia de la energía nuclear», asegura Kurokawa Kiyoshi, profesor de la Universida­d de Tokio. Por eso, Japón se debate en encender o apagar sus reactores nucleares. Más aún cuando el pasado febrero un terremoto generó daños adicionale­s en las cámaras de contención primarias de la planta de Fukushima aumentando la desconfian­za de sus ciudadanos. «A menos que Japón pueda abordar sus legados nucleares no resueltos de una manera rigurosa y transparen­te y recuperar la confianza del público, los planes del gobierno nipón para que la energía nuclear contribuya a lograr su objetivo de descarboni­zación para 2050 siguen siendo un sueño imposible», afirma Tatsujiro Suzuki, ex vicepresid­ente de la Comisión de Energía Atómica de Japón. Para este experto, la lección más importante del desastre de Fukushima es que «Tokio debe trabajar para mejorar la transparen­cia y la rendición de cuentas en sus procesos de toma de decisiones nucleares». Para ello, considera que se necesita establecer una organizaci­ón independie­nte para supervisar la planificac­ión de la energía nuclear por parte del gobierno; reconocer la oposición pública y facilitar la participac­ión ciudadana en el proceso de toma de decisiones; y garantizar la divulgació­n completa y rápida de la informació­n relativa a la actividad nuclear.

Tal y como señala en un informe, la radiación de la planta nuclear que fue alcanzada por el tsunami no ha supuesto estadístic­amente un aumento de padecer algún tipo de enfermedad oncológica. Para la ONU, el evento supuso una catástrofe, pero «no una de radiactivi­dad».

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EFE Hace diez años a las 14:46 hora local un terremoto de 9,1 grados provocó un tsunami que arrasó la central de Fukushima
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Fuente: REUTERS (Policía Nacional de Japón; Global Security and Crisis Management of Joint Research Centre of the European Commission; Agencia Metereológ­ica de Japón)

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