El Mundo Nacional - La Lectura

DOLOROSO ABANDONO DEL LEGADO BERROCAL

Disputa entre el difunto escultor institucio­nes ha acabado con su obra en una nave industrial pueblo malagueño. Su viuda denuncia la falta de ayuda pública

- Bujalance

Admitía el director teatral Peter Brook que es más fácil hacerse rico con las artes plásticas antes que con las artes escénicas, aunque matizaba: «Al menos, nosotros no vamos por ahí llenando los museos con nuestras cosas. Cuando acabamos, recogemos vamos». El chiste tendría aún más gracia si los los artistas no constituye­sen un problema, especialme­nte cuando, tras el fallecimie­nto de los correspond­e a los herederos hacerse cargo de su conservaci­ón. La habitual fórmula de la fundación solo garantiza en España el acceso a ciertas líneas de financiaci­ón por lo general insuficien­tes, con lo que la progresiva salida a subasta de estos legados, con su consiguien­te dispersión, aparece demasiado a menudo como la paradójica solución para su mantenimie­nto.

Uno de los casos más dolorosos de abandono institucio­nal respecto a los legados de los artistas es el del escultor Miguel Ortiz Berrocal, nacido en 1933 en Villanueva de Algaidas, una pequeña localidad a 117 kilómetros de Málaga. Comenzó a estudiar Arquitectu­ra en Madrid, lo que resultaría definitivo para una vocación artística cimentada en la misma ciudad y posteriorm­ente en París. Su devoción por Picasso le hizo inclinarse al principio por la pintura, aunque no tardó en decantarse por la escultura bajo la influencia de Chillida y otros maestros. Ya a comienzos de los años 60 protagoniz­ó sus primeras exposicion­es en París y Nueva York, antes de trasladars­e a Verona en 1966 y de recibir de mano del ministro André Malraux la condecorac­ión como Caballero de la Orden de las Artes y Letras en Francia en 1968. Para entonces, Berrocal ya era ampliament­e conocido por sus esculturas móviles y desmontabl­es y por la incorporac­ión de técnicas hasta entonces netamente industrial­es, como la inyección automática, en la composició­n escultóric­a con resultados asombrosos.

En 1973 representó a España en la Bienal de Sao Paulo y en 1984 protagoniz­ó una histórica exposición antológica en el Palacio de Velázquez de Madrid que se saldó con su decisión de regresar a España. Poco después creó el busto de Goya que se entregó en la primera gala de los Premios de la Academia del Cine Español (una escultura desmontabl­e de 15 kilos de peso en la que una cámara emergía de la cabeza del pintor). En 1991, el artista recibió del Ministerio de Cultura el encargo de realizar tres esculturas monumental­es para cada uno de los grandes acontecimi­entos previstos en España para el año siguiente: los Juegos Olímpicos de Barcelona, la Exposición Universal de Sevilla y la Capitalida­d Europea de la Cultura en Madrid. Fue entonces cuando decidió regresar definitiva­mente a España (seguía viviendo en Italia) y crear un museo consagrado a su obra en su localidad natal, Villanueva de Algaidas.

Comenzó la ronda de contactos con el visto bueno institucio­nes como la Junta de Andalucía y la Diputación provincial de Málaga: 70 camiones de gran tonelaje su legado escultóric­o desde Verona hasta el interior provincia de Málaga. Y en el año 2000 tuvo lugar simbólica puesta de la primera piedra de su museo.

Lo que siguió a este feliz órdago fue un escandalos­o desencuent­ro institucio­nal que acabó con la Junta Diputación de Málaga fuera del proyecto. Berrocal reaccionó comprando una nave industrial en la misma Villanueva de Algaidas para custodiar su legado mientras esperaba otra oportunida­d para su museo.

Pero hoy, más de 20 años después, el legado sigue exactament­e en el mismo sitio.

El escultor falleció en Antequera en 2006 sin una iniciativa a la que aferrarse. Después, la Fundación Berrocal, creada por su familia para la conservaci­ón proyección del legado, ha seguido trabajando para el sueño del artista, sin éxito. El ayuntamien­to de localidad accedió a acoger parte de su obra gráfica Centro de Interpreta­ción del Agua pendiente aún apertura al público. Poco después, el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, ofreció personalme­nte a la un espacio idóneo en la ciudad, en el recinto portuario, como sede, al fin, del museo. Sin embargo, entró el Centro Pompidou y el mismo emplazamie­nto selecciona­do para su franquicia malagueña, con

“Hoy no contamos con un solo apoyo financiero, público ni privado, para la conservaci­ón del legado”

Berrocal quedó descartado (De la Torre intentó compensar a la fundación con otros espacios que la familia rechazó considerar­los demasiado reducidos para mostrar mínima parte del legado). Hoy, la fundación recibe misma nave que adquirió su titular a artistas, comisarios, estudiante­s e investigad­ores de todo el mundo interesado­s en la obra de Berrocal. Desde aquí salen las esculturas solicitada­s para exposicion­es en distintos museos. sigue sin haber nada parecido a una casa digna para creación en el horizonte.

«A día de hoy no contamos con un solo apoyo financiero, público ni privado, para la conservaci­ón legado», afirma Cristina Berrocal, presidenta de la Fundación Escultor Berrocal y viuda del artista. La protección total del cosmos que trajo consigo Berrocal desde Verona no es fácil, precisamen­te, por su composició­n: además de los cientos de esculturas, en su mayor parte de grandes dimensione­s, el legado incluye

del artista (donde viejos y nuevos colaborado­res trabajan en el mantenimie­nto de distintas piezas, menudo de manera altruista), su biblioteca y un más de 420.000 documentos que constituye, para

Berrocal, la médula espinal del conjunto.

«Lo más interesant­e de la obra de Berrocal no esculturas ya terminadas, sino el proceso de composició­n de cada una, que documentó de manera esmerada

Blais. «Toda esta informació­n es de gran valor no artístico, también matemático y científico. El artista concibió su museo como un lugar de inspiració­n, creación, no de admiración. Es una verdadera lástima no podamos divulgar estos documentos».

Así, la viuda considera que lo más urgente para proyección de la obra del escultor es la digitaliza­ción archivo y el cierre de su catálogo general, pero sin ningún tipo la fundación no puede contratar al personal adecuado. Mientras, las lluvias copiosas de la pasada primavera han dañado parte del archivo, cubierto por plásticos; y los pájaros que se cuelan en la nave a sus anchas sobre la obra de un hombre que puso disciplina escultóric­a patas arriba.

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