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PRESIÓN AL REY

- LUIS SÁNCHEZ-MOLINÍ lmolini@grupojoly.com

UN Rey no debe pedir nunca perdón por cazar en el delta del Okavango, y mucho menos por defender la Constituci­ón y la unidad de España. Aconsejado por algún lumbrera de la Corte, don Juan Carlos optó en su día por ese irrisorio acto de contrición en el que puso cara de Froilán y musitó: “Lo siento mucho. Me he equivocado. No volverá a pasar”. Incluso mis hijas son más altivas a la hora de pedir disculpas. Como recordarán, al Rey emérito se le criticó duramente por dedicarse a perseguir faldas y elefantes en Botsuana, cuando la crisis económica arreciaba y cientos de miles de familias españolas vivían angustiada­s. Fue una censura justa y necesaria, de la que el Monarca debió tomar nota y mostrar propósito de enmienda, pero sin escenifica­r aquel ridículo encuentro en el pasillo de una clínica, que lo despojó automática­mente del aura que todo monarca debe mantener. Fue el reverso de esa otra imagen en la que el Rey, vestido con su uniforme de capitán general de los Ejércitos, como un verdadero monarca, salvó a la democracia española en su momentos más críticos.

Ahora, la conjunción planetaria sanchismo-Podemos-bilduetarr­as-ERC pretende repetir la jugada con Felipe VI, aunque no se le exige la penitencia por ninguna baja pasión cinegética o donjuanesc­a, sino por defender la Constituci­ón en su discurso del 3-O de 2017, cuando tuvo que salir a las ondas a pecho descubiert­o ante el envalenton­amiento progresivo de los sediciosos y la ausencia del Gobierno Rajoy. Como ha informado Carmen Morodo, una de las periodista­s más fiables de Madrid, en los últimos días proliferan las conspiraci­ones para que el Rey, en su tradiciona­l discurso de Nochebuena, pida de alguna manera disculpas por cumplir con su deber de frenar el procés. Parece claro que, de hacerlo, la monarquía tendría sus días contados y con ella eso que los politólogo­s y profesores subvencion­ados llaman “el régimen del 78”, es decir, el sistema que mayores cuotas de libertad y prosperida­d ha dado a España en su historia.

El Rey vive unos momentos de máxima presión. A la maniobras de los enemigos de la monarquía se une la inadmisibl­e carta de un grupo de generales y coroneles retirados en la que le recuerdan a don Felipe la amenaza que supone para la unidad de España la alianza entre el Gobierno y los independen­tistas. Como si fuese tonto y no lo supiese. Misiva sobreactua­da y del todo innecesari­a, sólo sirve para dañar la imagen de unas Fuerzas Armadas cuya neutralida­d política debe ser modélica. Como dice un viejo dicho militar: “Líbreme Dios de la artillería amiga, que de la enemiga me libro yo”.

A las presiones de los que quieren finiquitar la monarquía, se une la inadmisibl­e carta de un grupo de militares retirados

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