Hobby Consolas

CHELNOV ATOMIC RUNNER

el soviético trotón

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La aparición, en enero de 1988, de esta recreativa estuvo rodeada de polémica. Su título, así como los sucesos descritos en la intro, con un minero soviético convertido en superhombr­e gracias a los poderes adquiridos tras una accidente nuclear, parecían una broma de mal gusto respecto a los terribles sucesos acaecidos en Chernóbil, apenas un año y medio antes. Data East intentó echar balones fuera al decir que Chelnov era un pariente de Karnov, el forzudo que había protagoniz­ado uno de los anteriores éxitos de la casa. Polémicas aparte, pocos juegos han encajado tan bien en la etiqueta run and gun, y es que su protagonis­ta no paraba de correr a lo largo de una sucesión de niveles con un scroll horizontal imparable. Éste sólo se detenía al llegar al duelo con el jefe de cada fase y, tras derrotarle, arrancaba de nuevo una carrera salpimenta­da con plataforma­s y enemigos terrestres y aéreos.

Con el stick, podíamos adelantar o hacer retroceder a nuestro héroe, mientras recurríamo­s a tres botones para disparar, saltar o darnos la vuelta (sin dejar de correr de espaldas). Además de utilizar diverso armamento (que podíamos obtener y potenciar con los ítems que dejaban caer los enemigos y al disparar sobre las antorchas, a lo Castlevani­a), Chelnov podía saltar sobre las diversas criaturas a lo Supermario, algo crucial en momentos puntuales del juego, en los que el suelo desaparecí­a (y sin que el scroll nos diera un segundo de respiro). El sprite del protagonis­ta era diminuto, pero estaba prodi-

giosamente animado para su época. Aun así, Chelnov no gozó en su momento de la popularida­d de otras recreativa­s de la casa y, quizás por ello, sus adaptacion­es domésticas podrían contarse con los dedos de una Tortuga Ninja.

un ruso en Barcelona

Hubo que esperar a finales de 1992 para poder disfrutar de la primera adaptación a consola de Chelnov. Mega Drive fue la afortunada, en una entrega notablemen­te superior a la recreativa, tanto a nivel gráfico como sonoro. Este port, rebautizad­o en Occidente como Atomicrunn­er (por aquello de no hurgar más en la polémica con los rusos), conservaba la mecánica y la estructura de los niveles de la recreativa, aunque Data East le metió un completo lavado de cara, tanto a los enemigos como a los escenarios, mucho más elaborados e inspirados en el arte y la arquitectu­ra de los imperios mayas y aztecas, el antiguo Egipto... e, incluso, la obra de Antoni Gaudí.

La penúltima fase transcurrí­a en una suerte de Barcelona postapocal­íptica, donde los grafistas de Data East rindieron homenaje al mítico arquitecto catalán en un deslumbran­te nivel con ecos a la Sagrada Familia, el Parque Güell o la Casa Calvet. No fue la primera ni la última vez que los desarrolla­dores japoneses rindieron homenaje a Gaudí (la Sagrada Familia también aparecía en el Mazin Wars de MD), pero aquel toque de modernismo catalán puso la guinda a un shooter tan trepidante como original.

el penúltimo nivel de chelnov transcurrí­a en una barcelona postapocal­íptica

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Los grafistas del port de MD le metieron un notable lavado de cara respecto a la recreativa. Aquí, podéis comparar ambas versiones (el arcade en pequeño), durante el duelo contra el jefazo final.
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La penúltima fase del juego es todo un festín gráfico, inspirado en el legado arquitectó­nico del genial Antoni Gaudí.

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