“PIRÁMIDES PEQUEÑAS”
Un diplomático español se hizo eco de Behistún en el siglo xvii.
A PESAR DE QUE la aportación española al desciframiento del cuneiforme fue nula, le corresponde a un español el mérito de haber sido el primer occidental en documentar la existencia de dicha escritura. Nos referimos a García de Silva y Figueroa (1550-1624), diplomático que encabezó la embajada organizada por el rey Felipe III ante el sah safávida Abas el Grande. El objetivo de la misma era, principalmente, el de asegurar la alianza española con los persas frente a la amenaza otomana.
LA MISIÓN DIPLOMÁTICA partió del puerto de Lisboa el 8 de abril de 1614 y llegó a Irán el 12 de octubre de 1617. En su camino hacia la corte de Abas, Silva tuvo especial interés en visitar las impresionantes ruinas de Chilminara. Allí, además de describirlas con detalle, tuvo el acierto histórico de relacionarlas con la antigua Persépolis, la capital persa fundada por Darío I.
DURANTE LA VISITA notó la existencia de unos signos extraños, tallados en la piedra, que describía como “pirámides pequeñas puestas en diferentes formas”. De nuevo acertadamente, consideró que aquellos signos cuneiformes debían de ser la antigua escritura utilizada por los aqueménidas, por lo que ordenó al pintor que acompañaba a la misión que los dibujase para difundir su hallazgo entre la comunidad internacional.
SIN EMBARGO, GARCÍA de Silva y Figueroa no pudo recoger los honores que merecía por los descubrimientos realizados. Murió el 22 de julio de 1624, en alta mar, durante el viaje de regreso a España, víctima del escorbuto.