El secreto de Piri Reis
¿La confesión de un esclavo?
El mapa de Piri Reis es uno de los grandes misterios de la historia. En su planisferio, elaborado en 1513, se muestran tierras que no existían por aquel entonces, lo que llegó a hacer pensar durante décadas en la existencia de saberes ocultos y fuentes de información casi místicas. Sin embargo, con el tiempo los diferentes estudios han aclarado mucho lo sucedido y hoy se sabe que en los diferentes combates que llevó al cabo en el Mediterráneo atrapó barcos españoles, en uno de los cuales se encontraba algún marinero que viajó a América con Colón. Uno de los investigadores gracias a cuyo trabajo nos estamos acercando a la verdad es el autor de este texto, que con su libro Los enigmas de Piri Reis y otros navegantes ha ganado la VI Edición del premio Juan Antonio Cebrián de divulgación histórica.
Muhyî al-Din Pîri, nombre completo de nuestro personaje, había nacido, según las fuentes turcas, en Karatay, localidad situada en la provincia de Konya, entre 1465 y 1470, emigrando con su familia a Gallípoli. Era sobrino carnal de Kemal Reis, un corsario turco, y comenzó el aprendizaje de marinero a los doce años, como grumete en las naves de su tío; a la vez que descubría los secretos del arte de la navegación, se instruía en diversas lenguas además de la suya propia: árabe, latín, español, portugués...
Llegó el año 1492, con la conquista de Granada por los Reyes Católicos y la expulsión de gran parte de los moros peninsulares. En las Capitulaciones para la entrega de Granada se estipulaba claramente que los moros eran libres de viajar a la Berbería (en el Magreb) si así lo escogían, con plazos y condiciones distintas: se garantizaba un pasaje libre y seguro a los que partieran con sus familias, pudiendo llevarse joyas, oro, plata y todo género de armas “salvo los instrumentos y tiros de pólvora”. Para quienes prefirieran irse más adelante, se les daría diez navíos gruesos que durante setenta días estarían disponibles en los puertos que señalasen. Aquellos que se marcharan en el plazo de tres años desde la firma, deberían avisar con cincuenta días de antelación y se les ofrecerían naves para embarcar donde lo pidiesen, sin pago de fletes ni coste alguno. Pasados esos tres años, los interesados en el viaje debían pagar a la Corona un ducado por cabeza así como el flete de los navíos en que cruzaren a África.
GUERRA SANTA
Durante siete años se toleró a los musulmanes su culto, pero con el nombramiento del cardenal Cisneros en 1499 tuvo lugar la conversión forzosa
de los hispano-árabes, lo que provocó la primera gran revuelta de los moriscos en las Alpujarras. Aquellos hombres cultos se vieron obligados a cruzar el estrecho y refugiarse en una tierra tan pobre como improductiva. Y aunque fueron acogidos fraternalmente por las tribus bereberes, sus miradas se volvían hacia las ricas huertas granadinas que se habían visto obligados a abandonar. Se estima que unos 100.000 moros peninsulares tomaron en aquellos años el camino del exilio, en dirección de donde sus antepasados habían venido ocho siglos antes.
Los peligros de rebelión entre los descontentos habitantes de Granada, ayudados y fomentados por sus correligionarios africanos, dieron inevitablemente un nuevo impulso al proyecto, largamente acariciado, de continuar la cruzada castellana al otro lado del estrecho, en tierra africana. Esto había de ser una secuela lógica de la conquista de Granada y los tiempos parecían especialmente propicios para ello.
Soberbios y belicosos, los miles de musulmanes andalusíes proclamaron la guerra Santa contra el mundo cristiano en general y contra España en particular. Con su ciencia y conocimientos empezaron construyendo galeras, de exiguo calado y una sola vela, así que en poco tiempo surgió una nueva flota. “Organizaremos tropas bien entrenadas. Los jefes de las tribus indígenas nos proporcionarán los hombres, si les interesamos en nuestras empresas. Nosotros instruiremos convenientemente a estos guerreros en la lucha en el mar, y con ellos seremos invencibles”, dice un texto.
GUERRA EN EL MEDITERRÁNEO
Con esta flota, con los corsarios del Sultán de Constantinopla y con los berberiscos el Islam pasó a dominar las tres cuartas partes del antiguo Mare Nostrum. Algún tiempo después, un cristiano renegado nacido en Mitilene (isla de Lesbos), hijo de un alfarero griego y de una musulmana andalusí, que se hacía llamar Harudj, pálido y muy robusto, con el rostro enmarcado por una barba del color del fuego, recibió un apodo de tintes legendarios: Barbarroja.
Después de adquirir experiencia de lucha en el Mediterráneo oriental, durante el cual Harudj fue capturado y pasó tres años a los remos en una galera de los Caballeros de San Juan antes de ser rescatado, él y su hermano menor Khayr al-Din llegaron a Túnez como jefes corsarios.
Hasta bien entrado el siglo XVI empleó sus barcos en muchas ocasiones para el transporte de un gran número de moriscos andaluces y levantinos al
1492: se estima que unos 100.000 moros peninsulares tomaron en aquellos años el camino del exilio
norte de África, sobre todo Túnez. Por estos esfuerzos Harudj ganó elogios y numerosos voluntarios musulmanes. Kemal Reis era uno de sus lugartenientes. Pîri Reis siempre navegó en los barcos de su tío Kemal, acompañándolo en sus incursiones, sirviendo a sus órdenes y bajo su protección. Visitó la mayor parte de las costas del Mediterráneo, llegando a detenerse en las islas Baleares, otros puertos españoles, el litoral del norte de África, Sicilia, Cerdeña, Córcega, y también de los mares Adriático y Egeo.
Entre 1499 y 1502, Pîri Reis tomó parte en diversos combates navales a lo largo de la costa española, época durante la cual su tío Kemal apresó hasta siete barcos españoles cerca de Valencia. Corría el año 1504, y el Papa Julio II (el mismo que expulsó a los franceses de Italia y que encargó a Miguel Ángel decorar la Capilla Sixtina) había decidido enviar unas galeras cargadas de mercancías desde Génova a Civitavecchia. Era una tarea fácil, pues los berberiscos no daban señales de vida y, por otra parte, aunque atacasen por sorpresa, el poderío y aspecto imponente de las galeras papales serían garantía suficiente. Al menos, eso pensaba el enérgico pontífice cuando confirió el mando al capitán Paolo Vittori.
Los corsarios del sultán de Constantinopla y los berberiscos del Islam pasaron a dominar las tres cuartas partes del antiguo Mare Nostrum
LA VICTORIA DE BARBAROJA Zarparon los barcos, y navegaban tranquilamente, con viento en las velas a satisfacción de todos, cuando, a la altura de la isla de Elba, un oficial llamó la atención del capitán: una desconocida embarcacó maniobraba de una forma aparentemente irresponsable. Apenas había logrado ceñirse al viento, cuando un súbito golpe de timón la colocaba en situación desventajosa. – No podrán sostenerse mucho tiempo así, murmuró el oficial. Paolo Vittori no respondió. Lo peor de todo era que, si aquel navío se cruzaba en su camino, la galera se vería obligada a embestirlo y hundirlo como un cascarón de nuez. El vocerío y carcajadas de los
italianos ante semejante impericia se hicieron ensordecedores.
De pronto, la embarcación que les causaba tanta risa pareció erguirse y avanzar contra la galera. Sus líneas eran ahora más esbeltas y su proa amenazadora. Pese a ello, los marinos siguieron con sus burlas. Estaban convencidos que, de producirse el choque, los otros se llevarían la peor parte. –¡ Voto a bríos! – maldijo el capitán Vittori frunciendo el ceño–. El viento empuja de popa a ese navío contra
Entre 1499 y 1502, Pîri Reis tomó parte en diversos combates navales a lo largo de la costa española y apresó hasta siete barcos españoles cerca de Valencia
Es posible que se hallase entre los prisioneros algún marinero que hubiera regresado en diciembre de 1500 del tercer viaje de Colón
nosotros. Así era, pero la supuesta torpeza del otro capitán parecía haberse desvanecido. Ciñéndose al viento, se había convertido en un rápido velero guiado por manos expertas. Seguía su avance, y esquivó por pocos metros el espolón de la galera pontificia. Al deslizarse a lo largo del costado de babor, los marinos pudieron ver que aquella nave estaba llena de hombres con piel atezada, cubiertos por turbantes.
Los piratas estaban por todas partes, sobre las bordas, en la cubierta, en las vergas… Se lanzaron al abordaje, trepando como gatos, precedidos por el hombre de la barba roja. Paolo Vittori trató de defender el puente de mando, pero en vano. En un santiamén, los cristianos fueron reducidos a la impotencia y encerrados en la cala.
EL ESCLAVO
En menos de una hora Barbarroja se había adueñado de dos navíos de guerra cristianos y de un botín considerable. De un tajo arrojó al mar la bandera de los cristianos y al poco rato, sobre el palo mayor. De noche, la luna llena dejaba un surco de plata sobre las aguas negras como la tinta. Kemal Reis estaba solo en su camarote pensando en su porción del botín y en la parte de la galera que le correspondía por derecho de conquista. Su dilecto sobrino Pîri, intérprete a bordo, más reflexivo, llevaba una hora examinando, a la luz de un fanal, un mapa que había encontrado en el zurrón que llevaba uno de los cristianos. Era
un español, y Pîri había ordenado que no fuese encadenado a los remos, sino puesto en hierros.
Ya cerca de la medianoche bajó a la cala donde el marinero permanecía sentado con las argollas en los tobillos. Apestaba como un cerdo, pues orinaba con frecuencia, y para evitar que se le irritase la piel, Pîri le soltó los pantalones hechos casi jirones.
– Estarás mejor con el culo al aire –le dijo en su propio idioma. Le contempló fijamente un rato. –¿ Cómo te llamas? – Rodrigo. –¿ Dónde naciste? – En Sevilla, en uno de sus barrios sobre el río Guadalquivir, llamado Triana.
Pîri se mesó la perilla. Sabía que los infieles habían descubierto nuevas tierras hacia el Hind y el Sind, y sabía también que cierto Rodrigo de Triana era el vigía que por primera vez lanzó el grito de “¡Tierra!” dicho día 12 de octubre de 1492, según el calendario cristiano.
Puso el mapa ante los ojos del prisionero. – ¿Qué es este mapa? – Es la ruta que siguió nuestro almirante para llegar más allá de donde se pierde le vista...
–¡ Por Alá! Serás mi esclavo. ¿Deseas trabajar para mí? Rodrigo de España vaciló unos instantes. – Te libertaré –dijo Pîri–, cuando te conviertas al Islam.
Es muy posible que durante la acción contra las galeras pontificias que se acaba de recrear, o tal vez en algún otro de los combates sostenidos por los corsarios turcos en este período cerca del litoral español (como la presa que hizo Kemal Reis en la segunda mitad de 1501 de barcos españoles cerca de Menorca), se hallase entre los prisioneros alguno que hubiera regresado en diciembre de 1500 del tercer viaje de Colón a América.
Y que este llevase consigo copia de un mapa trazado por el Almirante.