Historia de Iberia Vieja

Nadie espere encontrars­e un “usted” en porque este término no comenzó a utilizarse en España hasta el año 1620

- ¡TAMPOCO ERA CABALLERO!

los que se tuviera mucha confianza. Pero a un caballero, un inferior no osaba tratarlo de vos ni en broma, porque se jugaba el pescuezo. Era una afrenta, un insulto. Lope de Vega se refirió a ello y dijo que prefería oír un vos antes que escuchar mala poesía.

Nadie espere encontrar un “usted” en El Quijote, porque este término no comenzó a usarse en España hasta 1620, por eso Cervantes no lo incluye ni una sola vez entre las 378.591 palabras que dan forma al libro. Don Quijote se dirige a su escudero Sancho con el vos, y Sancho al caballero con vuesa merced. Y, por cierto, los dos tratamient­os están usados el mismo número de veces a lo largo de la obra: en 203 ocasiones. Y si don Quijote se puso por las buenas el don, otro tanto hizo con eso de llamarse caballero. No lo era. Un verdadero caballero, por supuesto, tenía que ser hidalgo, pero un hidalgo no siempre alcanzaba la categoría de caballero. Había que contar con suficiente­s tierras y las necesarias riquezas, y así y todo un caballero solo llegaba al nivel más bajo de la nobleza, porque carecía de título. Un hidalgo no era caballero, ni olía la nobleza. Nada había por escrito que diferencia­ra a unos de otros, pero la calidad de vida y el poderío económico eran suficiente­s para poner a cada uno en su sitio.

Un autor del siglo XVII escribió que un verdadero caballero era aquel que tenía de dos mil maravedíes para arriba, porque este dinero le permitía sustentar un caballo y acudir con armas a servir al rey. Queda claro que don Quijote ni tenía esa renta ni mucho menos podía sustentar una montura, porque Rocinante no era caballo, sino la radiografí­a de un suspiro, y las armas con las que podía servir al rey eran poco menos que ridículas.

Continúa el mismo autor diciendo que había otro género de caballeros que eran sombra de estos, a los que les faltaba la renta, el linaje y la reputación. Los que se creían que montar un caballo, vestir, comer, jugar con caballeros y andar como caballeros los convertía en caballeros.

Y no hace falta remontarse al XVII. Seguro que al leer esto tienen a alguien en la cabeza que presume de lo que no es y, encima, también se pone el “don” por delante.

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