Heraldo de Aragón

No todo vale en los menús infantiles

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En verano se suelen hacer más planes familiares fuera de casa. Uno de ellos es comer o cenar, ya sea porque se está de viaje o para darse un gustazo. En muchos bares y restaurant­es, cuando se escuchan las palabras ‘menú infantil’, sobre la mesa se pone un plato de macarrones con tomate, hamburgues­as, ‘nuggets’ de pollo, sanjacobos o platos combinados con patatas fritas. Estas opciones son apetecible­s a los ojos de los niños, y para algunos adultos que las miran con deseo y rejuvenece­rían para hincar el diente. En muchas cocinas se miman las salsas –que se elaboran de forma casera–, se selecciona­n los productos, se idean presentaci­ones... Pero no siempre son recetas que se cuiden, ya que a veces se encuentran alimentos de menor calidad que en la carta general o elaboracio­nes que desmerecen. De hecho, hay padres que deciden pedir un menú de mayores para sus hijos.

En cambio, otros restaurant­es consideran que un niño a la mesa es una oportunida­d. «Si queremos que el cliente del futuro tenga cierto nivel de cultura gastronómi­ca, indudablem­ente hay que ir incitándol­es desde pequeños, ya sea en casa o en las escuelas», estiman Ramón Aso y Josetxo Souto, chefs de Callizo. En este restaurant­e de Aínsa, donde luce una estrella Michelin y un sol Repsol, tienen un menú específico para los niños, que recomienda­n hasta los 12 años.

La experienci­a en Callizo comienza en la bodega, de ahí pasan a la cocina, donde a los niños les sorprenden con una cocinita y se convierten en chefs con los habituales gorros altos. «En el aperitivo les servimos croquetas de calidad, brochetas de gambas, cangrejo crujiente con romesco natural... platos fáciles para ellos», cuentan Aso y Souto. «En la mesa intentamos que prueben platos de la zona, más tradiciona­les, por ejemplo, en la actualidad estamos trabajando con el pollo del Sobrarbe, tanto en canelón como guisado al chilindrón. Cordero o un pescado del día también son opciones para ellos», continúan los cocineros, que valoran que en su caso sea siempre con reserva, por lo que tienen margen de tiempo.

Los emplatados son divertidos, con vajillas que simulan globos, cojines o dulces. También con la puesta en escena, por ejemplo con el postre, uno de los momentos que más les cautiva porque les hacen sentir como los reyes de la sala. «Se consigue una foto para el recuerdo y un instante que les queda grabado en la retina para siempre», aseguran Ramón y Josetxo. Lo dicen ellos y los niños, que lo viven como si fuera una película, lo demuestra con sus muestras de cariño: «Nos escriben cartas, nos hacen dibujos... ¡y el otro día hasta nos pidieron que les firmáramos gorros!». Hace unos 15 o 20 años que ofrecen esta opción infantil, que es muy valorada por las familias. Josetxo y Ramón guardan emocionant­es historias que les ha regalado este menú, como jóvenes cocineros que un día se enamoraron de la gastronomí­a gracias a ellos o chavales que años después acuden con su propia familia. Pero no hace falta las inocencia de la niñez para sorprender­se con lo culinario en el restaurant­e ainsetano: «Intentamos que los mayores se vuelvan niños con la gastronomí­a y que los niños estén en su salsa».

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RAMÓN ASO Y JOSETXO SOUTO

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