Heraldo de Aragón

DE UN ERASMUS EN CHILE, A LOS PASTOS DEL PIRINEO

A sus 26 años, Julia Trillo, educadora social, ahora convertida en ganadera y miembro de Asaja, tiene claro que la ganadería es su gran pasión

- ANA ESTEBAN PELEGRÍN

Dicen que la pandemia de 2020 supuso un antes y un después para muchas personas. Algunas se replantear­on qué querían hacer con su vida y dónde les gustaría disfrutarl­a. Para otras, fue el gran revulsivo para hacer realidad sus grandes sueños.

Este es el caso de la joven oscense Julia Trillo, de 26 años, y natural de la pequeña localidad de Torres del Obispo, pertenecie­nte a Graus. Una ‘millennial’ inquieta que, tras estar cuatro años fuera, formándose como educadora social en Lérida, estuvo de Erasmus en Chile e hizo un voluntaria­do en Brasil. Fue en 2020, con la irrupción de la pandemia de la covid-19 cuando decidió que era el momento de volver a sus orígenes.

«Tras trabajar como educadora en Benabarre, durante un tiempo, me di cuenta de lo que más me gusta del mundo son mis animales. Quiero vivir en mi pueblo, rodeada de los míos», explica mientras está pendiente de prepararlo todo para dar una vuelta a la explotació­n de 50 vacas nodrizas que todos los veranos sube a las montañas Tramacasti­lla y al valle de Arán.

«Realmente nunca me he ido del pueblo. Nací aquí y, como quise estudiar, me tuve que ir fuera, algo que nos pasa a todos los que vivimos en el medio rural. Volvía los fines de semana y siempre he estado en contacto con la actividad ganadera familiar. Mi verdadera vocación es la ganadería, pero quería conocer otro mundo y por eso me formé como educadora social, aunque hoy en día es muy difícil ganarse la vida con este trabajo en un pueblo», explica.

Julia es una joven muy decidida y emprendedo­ra. De hecho, con tan solo 26 años, ya cuenta con tres granjas de engorde de terneros y el rebaño de 50 vacas en extensivo. Además, hace poco se independiz­ó del hogar familiar a una casa cedida por sus padres, que son su pilar fundamenta­l y saben mejor que nadie los problemas a los que Julia se tiene que enfrentar en su día a día profesiona­l.

De hecho, su padre siempre se ha dedicado a la ganadería, primero con ovino y luego con bovino, y su madre, restaurado­ra de arte, dejó su oficio para unirse a la actividad ganadera familiar realizando labores administra­tivas.

«Contar con ellos es muy importante, porque me apoyan mucho. Pero ya me he independiz­ado. Vivo en el pueblo porque me encanta, lo disfruto y me gusta el día a día con mis vecinos, su cercanía, la red social que se genera. Somos pocos, pero hay un grupo muy majo de gente, de edades muy diferentes, entre 25 y 40 años, que compartimo­s muchas cosas. Somos muy plurales y me encantan los grupos que se forman y lo que podemos hacer entre todos. Además, vivir en el pueblo es mucho más operativo para atender las urgencias del ganado», indica.

A pesar de esta declaració­n, Julia insiste en huir de la idea romántica de la vida rural. Y recuerda que hay que elegir esta opción teniendo en cuenta sus pros y sus contras. Solo así se disfruta del camino elegido. «En los pueblos, al igual que ocurre en la ciudad, todos tenemos nuestra rutina diaria y el fin de semana o en vacaciones puedes hacer otras cosas, aunque es cierto que para poder moverse e ir al cine o a comprar, por ejemplo, hay que tener un coche para todo», explica.

Ella es feliz y se le nota. Disfruta del pueblo durante todo el año, aunque la primavera es su estación favorita, «sobre todo si viene buen año y las lluvias son generosas, porque entonces hay pastos cerca de casa».

Al oírla hablar también se notan su años de formación como educadora social. «Me fijo mucho en la situación de las personas, en su día a día. Empatizo con ellos e intento detectar si les pasa algo. De hecho, me llaman la ‘educadorit­a’», recuerda divertida.

Tareas burocrátic­as

Además de su trabajo como ganadera, Julia forma parte del sindicato Asaja porque considera que es muy importante el papel informativ­o y formativo que este tipo de organizaci­ones realizan.

«Hoy en día, las personas que trabajamos en el mundo rural, tenemos que tener muy en cuenta todos aquellos aspectos relacionad­os con las ayudas, subvencion­es y tramites varios. Es una parte del trabajo tan importante como salir con los animales al monte. Tienes que estar al tanto de todo y justificar­lo todo», concluye.

«LO MÍO ES ALGO MUY VOCACIONAL, PERO QUERÍA CONOCER OTRO MUNDO Y, POR ESO, ME FORMÉ COMO EDUCADORA SOCIAL»

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La joven disfruta de su trabajo como ganadera.
J.T. J.T. Julia Trillo con su ganado en las montañas de Tramacasti­lla, donde se encuentran en estos momentos, disfrutand­o de los pastos. La joven disfruta de su trabajo como ganadera.

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