Las normas del vagón del silencio
Hace años Renfe decidió dedicar uno o más vagones en el AVE a aquellos pasajeros que desearan permanecer en silencio durante el trayecto. Desde entonces he viajado muchas veces en este tipo de vagones. La última fue la mañana del 6 de junio de 2024, entre Zaragoza y Madrid. Nada más sentarme me di cuenta de que una pareja, un hombre y una mujer, estaban hablando en unos asientos enfrente de mí. Les dije que estábamos en la zona de silencio; no me hicieron caso. Las normas del vagón del silencio son clarísimas: no se puede hablar. Le conté a la revisora lo que había ocurrido y ella les explicó que no se podía hablar en ese vagón y que yo tenía razón. Después de discutir unos momentos accedieron a callarse, aunque a regañadientes. Estuvieron en silencio hasta que el altavoz anunció que estábamos llegando a Atocha. Entonces volvieron a hablar. No es la primera vez que me ocurre algo así. Casi todos los que hemos estado en el vagón del silencio hemos tenido que sufrir el estrés de encontrarnos con gente que no quiere entender lo que es estar en silencio, gente que no piensa en los demás y que suele carecer de educación. Pienso que una solución sería explicar de forma muy clara durante la reserva lo que implica el vagón del silencio, obligando al que lo solicita a rellenar y firmar un cuestionario en el que garantice que está dispuesto a seguir las normas exigidas. Si no, el sistema debería impedirle reservar este tipo de asientos. Por el momento, he decidido no volver a viajar en el vagón del silencio, porque me supone un gran estrés saber que puede haber gente que no va a respetar mi derecho al silencio. Luis Ignacio Pérez Navarro