Heraldo de Aragón

Nadie está solo

- Estela Puyuelo* *Poeta, etnógrafa y profesora

«En este mismo instante / hay un hombre que sufre». Llegado el verano, vuelven las recomendac­iones literarias a posarse en las páginas de periódicos y revistas como nuevos insectos que muestran sus colores exóticos y sus recién estrenados bríos.

Me encanta observarlo­s y dejarme seducir por alguno, aun a riesgo de que me piquen. Entonces me acuerdo de la siguiente frase atribuida a Plinio en el prólogo de ‘El Lazarillo’ y que repite el bachiller Sansón Carrasco en ‘El Quijote’: «No hay libro, por malo que sea, que no tenga alguna cosa buena».

Incluso la literatura juvenil nos puede sorprender. Y mucho. Este tipo de textos los suelo leer con algo de distancia, buscando más su aplicación didáctica que el puro deleite, aunque la belleza es un ave agazapada que abre sus alas a la vuelta de cualquier página y, de vez en cuando, alguna de estas obritas para jóvenes me deslumbra.

Me ocurrió, por ejemplo, con el cuento de Gianni Rodari titulado ‘Voces nocturnas’, que forma parte de su obra ‘Cuentos para jugar’. Narra la historia de un vejete que una noche, al apagar la luz justo antes de dormir, oye un llanto lejano que le impide conciliar el sueño. Así que, guiado por el sonido del lamento, sale de casa y socorre al desdichado. Pero, cuando regresa al hogar y pretende dormir, vuelve a escuchar a alguien llorando, decide ayudarlo y, así, sucesivame­nte. Cada día la sirena del dolor ajeno toca nuestros oídos. Solo nos queda elegir uno de los tres finales que propone el cuento. «¿No sientes, como yo, / el dolor de su cuerpo / repetido en el tuyo? / ¿No te mana la sangre / bajo los golpes ciegos? / Nadie está solo. Ahora, / en este mismo instante, / también a ti y a mí / nos tienen maniatados».

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