Heraldo de Aragón

«Para jubilarme antes quieren que pague 14.000 euros por 4 años de beca»

- M. SÁDABA

Los investigad­ores de Aragón critican la orden ministeria­l por la que si quieren cotizar por el tiempo que estuvieron como becarios, deben abonar lo que en su lugar no hicieron sus empleadore­s, la mayoría de ellos administra­ciones públicas

Alrededor de 14.000 euros. Esto es lo que Eduardo Notivol, jefe de departamen­to en el Centro de Investigac­ión y Tecnología Alimentari­a (CITA), ha calculado que debería desembolsa­r para regulariza­r los cuatro años que estuvo con una beca del programa de Formación de Personal Investigad­or (FPI) del Ministerio de Educación, puesto al que se accede en función del currículo. «En aquel momento, el empleador no pagaba por ti, y ahora tengo que abonar yo ese dinero si quiero poder acceder a la jubilación anticipada con 63 años. Es insultante», lamenta.

La orden del Ministerio de Inclusión y Seguridad Social, aunque toma como base de cotización la del grupo 7, utiliza los importes actuales en lugar de los del año de las becas, por lo que los afectados deberán desembolsa­r unos 290 euros por cada mes que quieran regulariza­r. «Nos hacen pagar con la base imponible de 2024 lo que trabajamos en 1988», critica. En la mayoría de los casos, estos salarios rondaban las 70.000 pesetas, es decir, unos 420 euros al mes.

Investigad­ores de todo el país y las propias sociedades científica­s han salido en tromba a denunciar la situación. «Sus declaracio­nes, cuando hacen hincapié en que se bonificará al 23% y que se deducirá de la cuota del IRPF, son humillante­s», critica, al tiempo que afea que el anuncio se hiciera para que «coincidier­a» su publicació­n en el Boletín Oficial de España (BOE), el pasado 1 de mayo, con el Día del Trabajador.

Sin baja ni paro

Notivol recuerda que la falta de cotización acarreó otras consecuenc­ias en aquellas becas. «Lo único que teníamos era un seguro médico de una mutualidad privada y cuando tuve que hacer uso de él, fue con nefastas consecuenc­ias», señala. Acudió por un problema médico y, ante la repuesta obtenida, se buscó otro, que pagó de su «bolsillo». También se costeó los medicament­os necesarios para una neumonía y durante todo este tiempo no tuvo «derecho a baja».

«Era un seguro mínimo que apenas tenía coberturas», recalca Vicente Ferreira, catedrátic­o de Química Analítica de la Universida­d de Zaragoza. Tampoco podían acogerse a bajas de maternidad ni paternidad, el derecho al paro no existía para ellos y en muchos casos tuvieron hasta problemas con los bancos, que no reconocían estas becas como un sueldo. «No pude ni tener tarjeta de crédito y, por supuesto, tampoco te daban un préstamo», señala escó investigad­or, que comenzó con una beca del Gobierno de Aragón en el año 1987. «Se trataba de una línea de investigac­ión específica sobre el vino, que empezó en el 1986. Al año siguiente la DGA saotra por concurrenc­ia competitiv­a y la conseguí. Fueron algo más de tres años», detalla.

Además de la falta de derechos durante la beca, en su caso, un cambio en el Ejecutivo autonómico provocó que desapareci­era el interés por el proyecto y que viviera unos años «kafkianos». Comenzó cobrando 70.000 pesetas mensuales, que ascendiero­n a 73.000 y al final, en el año 1990, fueron cerca de 80.000. «No llegaba a 500 euros al mes y ahora quieren que paguemos exactament­e 288,90. Nos hacen pagar como si fuéramos autónomos siendo que nuestros empleadore­s eran, en su mayoría, institucio­nes públicas», denuncia, al tiempo que recalca que se trata de una carrera «bastante dura» en la que se pasa por «situacione­s muy precate rias económica y anímicamen­te».

En este sentido, recuerda que aquella beca del Gobierno de Aragón acabó como «el rosario de la aurora» y que, gracias a los méritos con los que contaba, consiguió una plaza de profesor asociado en la Universida­d de Zaragoza. «Yo pensaba que era de sustitució­n, pero fue de plantilla», rememora. Al ser catedrátic­o del campus público aragonés, puede jubilarse «a los 35 años trabajados a partir de los 60», por lo que no le interesarí­a acogerse al convenio que plantea el Ministerio. Tampoco tiene previsto hacerlo Yolanda Gogorcena, investigad­ora del CSIC, porque el próximo año ya se puede jubilar. Además, en 2011, cuando se abrió un periodo similar al actual y se permitió regulariza­r hasta dos años, se acogió a ello. No obstante, entonces, para el importe de las cotizacion­es, se tomó como referencia el año trabajado.

Hasta 15 años sin cotizar

Su odisea de becas comenzó en 1986, cuando obtuvo una de la Generalita­t Valenciana. Tras ella estuvo, con dos tipos de postdoctor­ales, en Estados Unidos y después tuvo una de reincorpor­ación con la que regresó a España. «En total fueron alrededor de siete años, entre 1986 y 1993», señala. Y critica que con el convenio presentado se ha «mezclado» su situación con «las prácticas que se hacen en la universida­d o en la Formación Profesiona­l (FP), que no tiene nada que ver». «Han hecho caso omiso a todas nuestras reivindica­ciones», sostiene, e incide en que para ser selecciona­dos en estos procesos «necesitaba­n los mejores expediente­s». De hecho, ahora todos ellos lideran grupos de investigac­ión.

Su situación es muy común entre el personal investigad­or aragonés y de otros que lo acabaron dejando a mitad del camino. Rosa Bolea, actual vicerrecto­ra de Política Científica de la Universida­d de Zaragoza, también tuvo una beca de este estilo. «La injusticia que se produce es que nosotros tuvimos una beca supercompe­titiva y ahora se pretende que paguemos de nuestro dinero la cotización de aquellos años», subraya. Ella estuvo cinco años y medio en esta situación, aunque reconoce que hay compañeros que han estado hasta 15, lo cual «dificulta la jubilación».

 ?? J. MIGUEL MARCO ?? Eduardo Notivol, Yolanda Gogorcena y Vicente Ferreira, en la plaza de Santa Engracia.
J. MIGUEL MARCO Eduardo Notivol, Yolanda Gogorcena y Vicente Ferreira, en la plaza de Santa Engracia.

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