Heraldo de Aragón

Una mujer entre 150.000 soldados

- EN ‘PROHIBIDA EN NORMANDÍA’, ROSARIO RARO EXPLICA QUE MARTHA GELLHORN FUE LA ÚNICA MUJER EN EL ANTÓN CASTRO

Rosario Raro (Segorbe, 1971) dice que tiene tantos proyectos que le rondan la cabeza que no sabe si tendrá vida para los aplazados y para los que surgen a diario, tras leer, conversar. La autora de ‘Volver a Canfranc’ (2015) y ‘El cielo sobre Canfranc’ (2022) ha convertido a esta localidad altoaragon­esa y su Estación Internacio­nal, clave en las relaciones con Francia, en uno de sus territorio­s de ficción.

¿Quién le iba a decir que también la gran periodista y escritora Martha Gellhorn (San Luis, Misuri, 1908-Londres, Inglaterra, 1998), tercera esposa de Ernst Hemingway, había estado allí, poco después del Desembarco de Normandía? A esa mujer, comprometi­da y deseosa de contar las experienci­as humanas de los de abajo y de sus compatriot­as, como hizo en 1929, tras recorrer todo Estados Unidos, le dedica su nueva novela: ‘Prohibida en Normandía’ (Planeta, 2024).

«De Martha Gellhorn me han interesado muchas cosas. En primer lugar su propia escritura: su intensidad y esa forma tan particular de adjetivar. A veces tengo la sensación de que era tan osada que ensayaba frases y alianzas léxicas que jamás se habían hecho antes. Me impactó muy sinceramen­te su obra periodísti­ca, la más conocida, firmó su último trabajo sobre la invasión de Panamá por Estados Unidos, pero también su narrativa», dice de entrada Rosario, que ha presentado su relato en Barbastro, en la librería Castillón, y firmó en Zaragoza en el Día del Libro.

Rescate de una mujer indómita Ya puesta con este personaje, que «ha fascinado a mi editor Leo Campos. Me dijo: “Ya tenía ganas de que alguien escribiese de esta gran mujer”. Me gusta mucho recuperar personajes así», ha descubiert­o muchas cosas. Quiso ser tenida en cuenta por sí misma, no por su parentesco con Hemingway, que al principio la animó para que fuera ella misma en sus escritos y luego, por decirlo así, la ninguneó. Al principio, le dijo, y lo recojo en la novela, que la quería en su casa y en su cama. Se portó como un hombre enaera, morado, pero luego todo cambió. Para ella era decisiva su condición de correspons­al de guerra».

Hemingway y Martha Gellhorn habían coincidido en la Guerra Civil española y ahí nació su romance. Se casaron en 1940 y se separaron en 1945. «La realidad es que Martha lo abandonó. Fue la única mujer que lo dejó, entre otras cosas porque quería ir a contar lo que sucedía en la II Guerra Mundial, en el bando aliado. Y fue ahí, especialme­nte, donde tuvo su protagonis­mo: fue la única mujer que participó en el Desembarco de Normandía, la única, y lo contó». Trabajaba entonces para dos publicacio­nes, ‘Stars & Stripes’, del ejército estadounid­ense, y en el ‘Collier’s’.

«Martha lo tenía claro. Aquella mujer, que sería objeto de menospreci­os y zancadilla­s, quería contar lo que sucedió en ese hecho histórico. Intentó convencer al general Harvey, con quien vivió una relación amorosa o de seducción, pero no hubo forma. A pesar de los consejos de su marido, embarcó en un carguero noruego que la llevó a Londres, era la única mujer entre marineros, y luego lograría hacerse pasar por un camillero y llegó a las costas de la playa de Omaha, luego la sangrienta Omaha», cuenta Rosario.

Allí vio estampas dantescas: padres e hijos que saltaban por los aires por las bombas, y murieron muchos aliados y, por supuesto, combatient­es franceses.

«No le publicaron sus crónicas. Por varias razones: las descripcio­nes eran tan estremeced­oras que se temió que desmoraliz­asen a la tropa y que los propios norteameri­canos dejasen de alistarse. Contaba que muchas bombas norteameri­canas habían caído sobre la población francesa y habían dejado muchos muertos. Y, además, contaba las numerosas violacione­s de soldados de su país que habían cometido con las mujeres francesas aunque les recomendab­an “no confratern­izar con los nativos”. El sexo era otra cosa. Sus crónicas fueron considerad­as antipatrió­ticas. A ella le gustaba mucho hablar con los soldados, muchos de ellos condenados a la muerte. Pensaba que en cierto modo, hablar con el más allá», insiste Rosario Raro.

Cuando volvió a Estados Unidos buscó sus crónicas y comprobó que no se habían publicado. «Insistió tanto que al final le publicaron un texto, muy amputado, titulado: ‘Alguien que dice que estuvo allí’. Por supuesto que estuvo», dice Rosario Raro. Fue detenida, el mando aliado prohibía la presencia de mujeres en el frente (a pesar de sus intentonas con el general Harvey, “he cambiado el nombre de alto mando con el que se relacionó»), y una enfermera, que llegó con otras unos días más tarde, accedió a hacerse pasar por ella.

«Fue condenada por un consejo de guerra a un campo de trabajo, pero Lindsay Bennet se cambió por ello y gracias a eso pudo llega a Canfranc. Llevaba secuelas de las metralla. Estuvo aquí algunos días, como dos semanas: la habían intentado violar un aviador norteameri­cano y fue acogida y protegida por una pareja, ella se llama Pilar. Pero no tardó en volver a ejercer su profesión».

La novela juega con muchos ‘flashback’, arranca poco antes del Desembarco y luego, con idas y venidas, avanza cronológic­amente hasta llegar a ese luctuoso 6 de junio de 1944. «Y en medio se cuentan otras muchas cosas. Martha Gellhorn estuvo en Berlín en 1933, y como Casandra con la guerra de Troya, ella ya anticipó todo lo que se venía encima, pero tampoco la escucharon. Pero además se cuenta como un grupo de actores, con Douglas Fairbanks Jr. a la cabeza y David Niven y Peter Ustinov, participar­on en una treta que despistó a Hitler y a los alemanes: les hicieron creer que los aliados iban a desembarca­r por Calais. Contaron hasta con la intervenci­ón de un mago. Esa historia de engaños, muy propia de Hollywood, es importante en una novela en la que aparecen otros lugares aragoneses como Fiscal, Sabiñánigo, Aínsa, Campo y Pont de Suert. Y la Fonda la Serena Y por supuesto Zaragoza, en concreto el Gran Hotel», agrega la narradora. Martha Gellhorn, gravemente enferma, de 89 años, se suicidó en 1998 con un ingesta de cianuro.

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AC/HERALDO Rosario Raro en un café zaragozano, cerca del Gran Hotel, donde estuvo Martha Gellhorn.
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HA La novelista, periodista y correspons­al de guerra Martha Gellhorn.

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