Feijóo se abre a reconocer a Palestina pero pide a Sánchez que deje «la brocha gorda»
Los socios del Gobierno evidencian su oposición a la apuesta de la UE por aumentar el gasto militar ante la amenaza de una ofensiva rusa
MADRID. No es solo la oposición la que no está dispuesta a conceder a Pedro Sánchez el mérito del que él se considera merecedor en política exterior. En un momento de enormes tensiones, en los que la comunidad internacional toma posiciones frente a la amenaza rusa y observa con inquietud el riesgo de una escalada del conflicto israelí-palestino que extienda la guerra a toda la región, el presidente del Gobierno defendió ayer en el Congreso el papel desempeñado por su Gobierno. «La España de hoy no se conforma, como hacía antes, con ser un mero observador. Es un actor de primer orden», reivindicó. Pero ni siquiera sus socios de coalición le aplaudieron.
Sánchez anda inmerso en una cruzada para lograr que, si no la UE, al menos sí un número importante de Estados miembros reconozcan el Estado de Palestina. En los últimos meses, ha realizado también gestiones en favor de una conferencia de paz y se ha mostrado beligerante con el Gobierno de Israel por lo que incluso Estados Unidos considera ya una respuesta desproporcionada, con más de 30.000 víctimas civiles, a los ataques de Hamás del 7 de octubre.
Ayer, durante un pleno convocado para informar de los resultados del pasado Consejo Europeo y, a instancias del PP, de su ultimo viaje a Marruecos, sostuvo que en sus visitas al reino alauí, Mauritania, Israel, Palestina, Irak, Egipto, Jordania, Arabia Saudí y Catar ha comprobado el «enorme respeto y gratitud» que sienten hacia España, a la que ven, dijo, como «un actor coherente y constructivo, que está sirviendo de puente entre culturas».
El grueso de la Cámara baja, sin embargo, arrastra aún un importante resentimiento por el giro dado hace ya dos años, sin ningún tipo de consenso, a la tradicional posición española sobre el Sáhara Occidental. Y, en cualquier caso, unos por unos motivos y otros por otros, le instaron a no caer en la autocomplacencia e incluso en la «soberbia».
Los partidos de la izquierda lo tildaron de poco ambicioso y lo instaron a ir aún más lejos en la condena a Israel por lo que no dudaron en calificar como «genocidio». Y Feijóo, que demostró no tener mucho interés en hablar de política internacional con el argumento de que es la cortina de humo que utiliza el
Ejecutivo para tapar sus problemas nacionales, llegó a echarle en cara, en cambio, que su actuación haya provocado la felicitación de los terroristas de Hamás y de los hutíes en el Mar Rojo.
Sin crítica
El líder de la oposición, con todo, evitó criticar la apuesta de Sánchez por el reconocimiento de Palestina. Pero tras reprocharle que en ningún momento haya buscado hacer de la política exterior una política de Estado, sí esgrimió que es importante atender al «cómo y al cuándo» se lleva a cabo y que, antes de dar ese paso en solitario, algo que el presidente de nuevo se mostró ayer dispuesto a hacer –«España está preparada», aseguró–, ha de producirse un «proceso negociador» y contar con «suficiente masa crítica de países con peso». «Mientras no resuelva eso, y creo que no sabe cómo hacerlo –argumentó–, voy a pedirle que guarde la brocha gorda».
La soledad en este terreno, no afecta, no obstante, al presidente, convencido de haber hecho de su desempeño internacional una de sus mayores fortalezas dentro y fuera de España. A pesar de que, como se hizo explícito en el debate, ni el socio minoritario del Gobierno ni algunos de sus aliados parlamentarios, los situados a la izquierda, respaldan el aumento del gasto en defensa, la UE ha podido comprobar cómo Sánchez no ha dudado en ningún momento en mantener su compromiso de ir elevando la controvertida partida al 2% hasta 2030.
Diferencias
En las últimas semanas han trascendido algunas diferencias entre el jefe del Ejecutivo y mandatarios como el polaco Donald Tusk acerca de cómo exponer ante la ciudadanía la gravedad de la situación que afronta Europa. Tusk aseguró en una entrevista en El País que esta es una «época de preguerra» frente a la que hay que adoptar ya medidas. Sánchez rechaza ese tipo de «retórica» y ayer insistió en que no quiere oír hablar de terceras guerras mundiales o soldados sobre el terreno en Ucrania, pero fue tajante a la hora de defender que en estos momentos es preciso hacer un esfuerzo en materia militar. «Necesitamos –adujo– las mismas cartas que tienen otras potencias».