Heraldo de Aragón

Esa increíble sensación

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Soriano; Mellot, Sipcic (Corredera, 28), León, Nacho Martínez (Buñuel, 28); Sergio Glez., Bodiger; Luismi Cruz, Roberto López (Romero, 72), Waldo Rubio (Rahmani, 65); y Ángel (Gallego, 72).

ATREVIMIEN­TO Y CAMBIO DE HÁBITOS

El Zaragoza ofreció una sensación diferente porque en su fútbol se percibió atrevimien­to en varios futbolista­s hasta ahora muy limitados: Moya, Aguado, Valera o Mouriño. También hubo cambio de hábitos tácticos, tanto en ellos cuatro como en los arietes Azón y Bakis y en el mediapunta Mesa: jugaron más rápido y profundo.

Cantar un gol es una sensación increíble y, para quienes viven el fútbol de verdad, resulta difícilmen­te igualable. Da lo mismo que sea en un monumental estadio repleto de aficionado­s que en el patio de un colegio o en un parque con dos sudaderas como porterías. Disparar a puerta, ver cómo el balón vuela como a cámara lenta, oir esa especie de chasquido que emite cuando acaricia las redes... y ese sonoro ¡gooool! que sale desde lo más profundo de uno mismo.

Los jugadores del Real Zaragoza llevaban casi ocho horas jugando al fútbol sin vivir en sus carnes esa sensación. Ayer llegó por partida triple. El primero en cantar gol fue Alejandro Francés, que lo venía buscando en los últimos partidos y por fin lo encontró. de Aguado, para volver a generar ataques con cierto rigor. Nunca al tuntún, como ha sido hábito todo el curso. Y, justo antes del descanso, un contragolp­e de libro de Moya (iniciado de tacón por Bakis casi en área propia) tuvo una conducción profunda y decidida de 50 metros, un pase a la izquierda a Azón (había dos líneas de pase más) y una definición magnífica del aragonés, quiebro previo incluido a Bodiger. Fue el 2-1 en el minuto 44. Una joyica.

Antes del intermedio, en el tiempo de aumento, Azón volvió a arrancar solo hacia el área, a un ritmo lento propio del agotamient­o, que no culminó porque su pase a Valera, bien ideado, se quedó corto y lo restó León ‘in extremis’.

Sin conformism­o, llegó el 3-1

El refrigerio, el parón de mitad de tarde, se vivió en un ambiente de alivio por el marcador y de satisfacci­ón por la nueva cara del equipo. Hacía falta algo así. Y el segundo tiempo empezó del mejor modo posible para los zaragocist­as.

Enseguida llegó el 3-1, cuando en el 49 Maikel Mesa (tinefeño, no lo celebró tampoco) conectó una volea sobre la marcha en el segundo palo, a centro largo de Valera, y el balón entró como un obús en la red canaria. Otro gol de calidad.

El Tenerife, si pretendía acorralar al Zaragoza en busca del 2-2, se quedó petrificad­o con este tanto tan oportuno que enardeció a la afición. En plena euforia global, en el minuto 50, el mal árbitro que es el valenciano Caparrós se comió un penalti como una catedral por zancadilla –barrido– a Valera en una incursión en el área. El VAR lo revisó, pero el cántabro López Toca (otro que tal baila) no quiso torcerle el morro a su colega. Hoy por ti, mañana por mi. El VAR tiene estos vicios. El género penalti es algo que parece vetado para el equipo zaragocist­a. En otros lares es algo mucho más fácil y común.

Víctor quitó del campo al apagado Bakis y metió a Liso a falta de más de media hora. Mesa dejó la banda y se fue de segundo punta. El fútbol, para entonces, ya era de mucho más control. Ya no se vieron tantas alegrías ofensivas. Pero la plasmación del cambio de talante ya estaba inoculado en las venas de la afición zaragocist­a.

Hasta el minuto 71 no hubo otra aproximaci­ón seria de los blanquillo­s al marco de Soriano. Una jugada por la derecha de Azón la remató con la pierna mala Lecoeuche (sí, un lateral en ataque) y paró Soriano sin problemas. Ante la inoperanci­a de su equipo, Garitano relevó a los dos delanteros y puso en danza a Gallego y a Romero en el último cuarto de hora por si le sonaba la flauta. Badía taponó un remate venenoso de Luismi Cruz en un córner y Víctor empezó a amarrar el triunfo con firmeza. Retiró a un ovacionado Mesa para apuntalar la media con Grau en un claro 4-1-4-1. La variedad de la pizarra fue también algo llamativo en positivo en este día tan importante.

En el minuto 80 Jair estuvo a punto de meter en el partido al Tenerife con una cesión suicida a Badía que le había adivinado previament­e Gallego. No oyó el runrún de la grada, que anunció el desastre inútilment­e. El punta tinerfeñis­ta remató fuera a un milímetro del poste derecho. Aprovechó Víctor para acabar las sustitucio­nes y poner a Gámez de extremo derecho (le gusta ese doble lateral) y dar minutos a Enrich, en vez de Valera y del aplaudido Azón, que volvió a ver portería casi medio año después. Todo con el viento de cara. Qué bien se navega así. Ya hacía días, semanas, meses.

La gente se fue a casa feliz, satisfecha. Esta vez mereció mucho la pena ir al fútbol. Así, sí. Con 41 puntos aún hay que remar para alcanzar el mínimo que garantice no pasar apuros en la zona baja. Este triunfo, obligado y de máxima necesidad, calma el pulso del zaragocism­o y abre la caja de las esperanzas de nuevo. Víctor Fernández trajo las llaves hace un par de semanas. Una pena que no fuese en noviembre. Cuatro meses antes, la temporada hubiera sido bien distinta. Quizá casi nadie lo dude. Quizá.

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G. MESTRE La afición zaragocist­a celebra el tercer gol de Maikel Mesa.

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