«Se asocia con convulsiones, pero hay 40 tipos diferentes de crisis»
ZARAGOZA. Ana Millán sufrió su primera crisis epiléptica cuando tenía 16 años. Fue, recuerda, tras una noche de estudio para preparar un examen: «No podía hablar, sentía hormigueo en el brazo…». Unos síntomas que, hasta entonces, no había manifestado. A partir de ese momento comenzó a sufrir otras crisis, como la denominada de ausencia, seguidas de otras más frecuentes, con convulsiones, pérdida de conocimiento y caídas.
Hoy, con 58 años, pone voz a los que sufren la enfermedad desde la Asociación Aragonesa de Epilepsia (Asade), fundada hace 20 años, que reúne a 80 personas y que ella preside desde hace una década. «El objetivo es apoyar a los afectados, luchar por sus derechos, prestar apoyo psicológico e insistir en la divulgación, porque hay mucho desconocimiento respecto a esta patología», puntualiza.
Este colectivo reivindica más especialistas, más información para la sociedad y eliminar el estigma: «Hay quien tiene miedo a decir que tiene epilepsia cuando busca un trabajo, o sufre despidos. Algunos niños han tenido que cambiar de colegio solo por padecer esta enfermedad».
Ana lleva 42 años conviviendo con la epilepsia. «La gente asocia esta enfermedad con las convulsiones, pero en realidad hay unos 40 tipos diferentes de crisis». Para hacerle frente, toma tres tipos de fármacos al día. «Es una medicación muy fuerte y tiene efectos secundarios, como la depresión, la irritabilidad, el déficit de atención o la pérdida de memoria».
Casada y con una hija, ha plantado cara a la enfermedad. «Hay quien en cuanto le dicen que tiene epilepsia se autoimpone el aislamiento». En otros impacta en su salud mental. «Es una enfermedad crónica, por el momento, pero hay que tener esperanza, porque hay avances», señala.