Heraldo de Aragón

El detenido por el crimen de Las Fuentes alegó que actuó bajo los efectos de una potente droga

La abogada defensora mantiene que su confesión no puede ser tomada por cierta porque había consumido ‘tusi’

- MARTA GARÚ

ZARAGOZA. Jhojan J. A., de 28 años, escuchó ayer desde la cárcel de Zuera la petición de la Fiscalía para que sea procesado por el crimen de I. G. H., de 48, quien murió acuchillad­o el pasado 21 de octubre en su domicilio de la calle Jaime Herrerín del barrio de Las Fuentes. El cadáver fue hallado cuatro días después de que trabajador­es sociales del Ayuntamien­to de Zaragoza solicitara­n la presencia de la Policía para entrar en su vivienda, dado que no respondía a sus llamadas. El cuerpo presentaba numerosas heridas incisas en el cuello, así como otras en la nuca y en el mentón, y también algunas defensivas en el antebrazo, codo y palma de la mano izquierdos.

El 27 de octubre Jhojan J. A. se entregaba a la Policía y confesaba ser el autor del crimen. El joven manifestó entonces que se encontraba bajo los efectos del ‘tusi’, una droga a la que dijo ser adicto, y alegó que lo que hizo fue «defenderse» de la víctima porque pensó que iba a agredirlo sexualment­e. No obstante, su abogada defensora, Rocío Notivoli, mantiene ahora que si bien dijo eso ante la Policía y en sede judicial, sus manifestac­iones «no se ajustan en modo alguno a la realidad de los hechos».

La letrada alegó que, tal y como manifestó Jhojan J. A., el 21 de octubre había consumido ‘tusi’, una droga muy adictiva cuyos efectos duran entre cuatro y ocho horas y generan «episodios de pánico, ataques de ansiedad, alteracion­es emocionale­s y despersona­lización». Por esa razón, sus declaracio­nes «no deben ser tomadas por ciertas», ya que su voluntad «estaba mermada en el momento de los hechos por la gran ingesta de alcohol y cannabis».

Durante la comparecen­cia ayer en el juzgado para que las partes concretara­n las imputacion­es –dentro del trámite que prevé la Ley del Jurado–, el fiscal planteó que Jhojan J. A. debe ser procesado por homicidio, o incluso asesinato, mientras que la defensa pidió el sobreseimi­ento.

Para el representa­nte del Ministerio Público, la confesión y las pruebas recogidas por la Policía en el lugar de los hechos indican que él fue el autor del crimen, y solicitó al juez que llame a declarar al padre del detenido, ya que fue a la primera persona a la que contó lo que había hecho.

Robo de varios objetos

Otra acusación que puede pesar sobre Jhojan J. A. es la de robo, ya que cuando se marchó de la casa de la víctima se llevó dos teléfonos móviles, un patinete, un ordenador y varios frascos de perfume. Uno de los terminales trató de venderlo en un establecim­iento de compravent­a y el fiscal ha pedido que el dueño sea citado para tomarle declaració­n.

En cuanto al argumento de que pensaba que la víctima lo iba a agredir sexualment­e y por eso se «defendió», la abogada resaltó que en la vivienda se hallaron diferentes elementos, como una camilla de masaje, geles, lubricante­s y preservati­vos, que pueden indicar que el fallecido podía buscar una práctica sexual.

La víctima y el presunto agresor se conocían de vista del barrio. Según declaró ante la Policía, el 21 de octubre se encontró con I. G. H. cuando este se dirigía a casa cargado con unas garrafas de agua y, como se dio cuenta de que él no se encontraba bien, lo invitó a subir para tomar unas cervezas y que se relajara.

Ambos estuvieron bebiendo y consumiend­o droga. En un momento dado, I. G. H. le pasó una mano por los hombros y los brazos, algo que le disgustó, pero no dijo nada. Luego, la víctima salió del cuarto y regresó con otra cerveza y, al acercarse de frente, tuvo la sensación de que podría agredirlo sexualment­e dado que estaba bebido y drogado y, sin pensar, cogió un cuchillo y se lo clavó en el cuello. La víctima presentaba heridas en la zona, así como otras de defensa, y murió desangrada sin recibir asistencia. La Policía encontró esa habitación revuelta, con una vitrina rota y cristales en el suelo. Después, el homicida cogió unos cosméticos, dos teléfonos del fallecido, su patinete y el ordenador y se marchó ya de noche. No se llevó ni su cartera ni las tarjetas.

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