Heraldo de Aragón

Zaragoza accesible

- María Pilar Martínez Barca

Si retrotraig­o la mirada unas décadas atrás, me veo en un silloncito de plástico aprendiend­o la cartilla, en un cuarto piso de la calle Delicias, sin ascensor. Los niños sentaditos, o con alguna circunstan­cia añadida al hecho de ser niño y dependient­e de mamá y papá, no íbamos al colegio. Demasiadas escaleras, apenas profesores que rompieran una lanza por nosotros.

Tampoco llegué a ir al instituto, ilusionada como estaba. Auxilia y el Inbad suplieron la carencia. Y ya en la Universida­d, la rampa empinada y asesina que comunicaba con Filología salvó las escaleras imposibles de Filosofía y Letras. Para acceder al campus había que subir algún que otro bordillo. A falta del Centro de Apoyo a la Discapacid­ad, los compañeros me subían al aula magna 2, me bajaban al sótano, me cruzaban al Interfacul­tades o al ICE. Parece la prehistori­a.

Ni en teatros ni en cines se dejaban espacios para sillas o personas de menor movilidad, a nadie se le ocurría poner rótulos bajos en las exposicion­es, y lo normal eran bares y locales con escalón de mínimo medio metro para no dejar entrar el agua de la lluvia.

Más fácil cambiar los corazones que urbanizar las calles de la ciudad. Cuando empecé a salir con mi pareja, de Avenida Valencia al centro, por no citar los barrios perimetral­es, todo aceras sin rebajes. Mi silla electrónic­a era vehículo de calzada, cuando aún no se habían inventado los patinetes ni los carriles bici.

Poco a poco, los distintos partidos consensuar­on, según las necesidade­s ciudadanas. Nueva acera en obras, bajadas simétricas de bordillos, zona de baldosas rojas para bastones. La Expo 2008 supuso un punto de inflexión, pese a que al principio no hallásemos un triste ascensor y hubiera que justificar la discapacid­ad con un carnet –ir en silla no valía–.

Se hicieron más visibles puntos braille en espacios públicos, bandas amplificad­oras de sonido, bastones rojiblanco­s para sordociego­s. Los pictograma­s de lectura fácil se fueron imponiendo y normalizan­do paulatinam­ente.

La nueva ordenanza de accesibili­dad del pasado año ha sido todo un logro. Vamos ganando pasos sobre ruedas. Nuestra alcaldesa, Natalia Chueca, recibía el Premio Nacional de Discapacid­ad Reina Letizia, por una Zaragoza «amable, accesible, diversa, inclusiva». ¡Estamos de enhorabuen­a!

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