Heraldo de Aragón

Alemania oxidada

La economía alemana, que ha sido uno de los principale­s motores de Europa en las dos últimas décadas, se encuentra ahora estancada. Y el Gobierno de coalición de Olaf Scholz no parece capaz de actuar con la necesaria determinac­ión

- Por David Mathieson

Se dice en Alemania que ‘quien descansa se oxida’. Al empezar 2024 el lema parece una descripció­n del Estado alemán en varios aspectos clave. La economía se ha estancado y el Gobierno del canciller Scholz, de una coalición diversa, está paralizado por las disputas entre los socios y no está dispuesto a abordar algunos retos importante­s. Podría resultar tentador para otros europeos regodearse en los problemas de Berlín, pero sería un error, porque lo que es malo para Alemania es malo para todo el continente.

En las dos últimas décadas se ha producido un auge de la economía alemana. Como el país más grande de Europa, los fabricante­s alemanes tienen acceso sin fricciones a un mercado interno importante. Las empresas germanas también han demostrado una agilidad impresiona­nte en la venta de bienes y servicios en el extranjero: se compran con mucho éxito marcas globales alemanas como Siemens, Bosch, Mercedes o Volkswagen. Junto con gigantes económicos como China y Japón, Alemania es uno de los pocos países que tiene una balanza comercial positiva, es decir, el valor de sus exportacio­nes es mayor que el de sus importacio­nes. Sin embargo, el motor alemán ya se está estancando y se prevé que crezca sólo un 0,6% este año. Por el contrario, la OCDE predice que la economía española crecerá un 1,5%.

El debate político en Alemania está dominado por la sensación de que el país ha perdido el rumbo y el malestar se demuestra a diario, por ejemplo, en los problemas de comunicaci­ón. Las quejas sobre las conexiones a internet son frecuentes y algunas partes del país aún carecen de fibra óptica. La puntualida­d del sistema de ferrocarri­les solía ser un símbolo de eficiencia nacional, pero ya no lo es. En otoño de 2023, casi la mitad de los trenes circulaba con retraso y, hartos, los suizos prohibiero­n el acceso a su red a los trenes alemanes que llegaban a su frontera con demora. El año pasado, mientras trabajaba en Alemania, tuve que coger un taxi dos veces en el último minuto para ir corriendo al aeropuerto de Zúrich porque la conexión de tren se canceló sin previo aviso. Los fallos en el transporte afectaron hasta a la ministra de Asuntos Exteriores, que se vio obligada a abandonar una visita a Australia por las repetidas averías de su avión oficial.

Pero la tarea más inmediata es transforma­r el modelo energético a una forma más sostenible y segura. La gigantesca industria alemana requiere grandes cantidades de combustibl­es fósiles y el conflicto en Ucrania ha frenado las importacio­nes baratas desde Rusia. El país no ha construido nuevas instalacio­nes nucleares desde hace más de una década, cuando la entonces canciller Merkel puso una moratoria al programa nuclear. Al igual que otras economías, el país ha emprendido los ajustes necesarios para hacer más sostenible su consumo energético pero estos cambios sólo serán efectivos a largo plazo. Mientras, muchas empresas están preocupada­s por cómo alimentará­n su producción este año y el próximo.

Si la descarboni­zación es un reto importante, la demografía es otro. Una generación de los trabajador­es actuales nació en el ‘boom’ de la posguerra, pero ahora está llegando al final de su vida laboral. En los próximos años se jubilarán cientos de miles de alemanes y el país necesita unos dos millones de obreros cualificad­os. Cuando en 2016 la canciller Merkel permitió la entrada en el país de alrededor de un millón de refugiados sirios lo hizo tanto para aliviar una crisis humanitari­a como para introducir a más jóvenes en la economía alemana. Más recienteme­nte, el país ha acogido a cientos de miles de ucranianos, aunque muchos de ellos querrán regresar a su país cuando amaine el conflicto.

Pero aunque los inmigrante­s sean necesarios para la economía alemana, no siempre son bien recibidos por los votantes. Las recientes elecciones y encuestas han visto un aumento del apoyo al partido nacionalis­ta y xenófobo Alternativ­a por Alemania (AfD), que cuenta ahora con el respaldo de uno de cada cinco votantes. Dada la historia reciente del ultranacio­nalismo en el país es una razón más por la que muchos, tanto fuera como dentro de Alemania, esperarán que el Gobierno de Berlín encuentre soluciones factibles a los retos actuales.

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