Heraldo de Aragón

«Hay que ir con los tiempos, la gente no quiere estar apiñada»

- M. J. V.

HUESCA. Un siglo separa el refugio más antiguo y el más moderno de Aragón. En el 2016 la Renclusa celebró su centenario y se inauguró Llauset, ambos en la Ribagorza, a una distancia de una etapa del GR-11.

La red de la FAM es un ejemplo dentro y fuera del país. «Se habla del modelo aragonés de gestión de refugios, guardados todo el año. Es la única Comunidad con un decreto (1995) que marca unas normas, como el límite de plazas por habitación, el número de duchas y váteres… En otros sitios no existe regulación, y además gracias a la FAM son nuevos o se han modernizad­os», explica uno de los guardas más veteranos, José Ángel Sánchez, con 25 años de experienci­a, ahora en la Casa de Piedra, en el balneario de Panticosa, pero que también ha trabajado en Bachimaña. Apenas los separan 3 km de distancia y 500 de desnivel, uno a pie de carretera, el otro cerca de las altas cumbres.

«Ha llegado la normalidad anterior a la covid. Los montañeros ya no son reacios a las habitacion­es colectivas», dice, recordando que los refugios se han modernizad­o. En la Casa de Piedra son historia las literas corridas, pegadas unas a las otras. «Se comparte habitación pero hay que ir con los tiempos. La gente ya no quiere estar apiñada. Cuando hace años ibas al Pirineo, todo valía, pero en el 2024, aunque sea un tipo particular de alojamient­o, tiene que haber comodidad». Su refugio, con 13 trabajador­es en verano, pasó de 110 plazas, dos váteres y dos duchas, a 66 plazas y baños en casi todas las habitacion­es. «Hemos ganado el pulso a la covid», destaca Sánchez, gracias en parte a la ayuda de la FAM y de la Diputación. «Nos echaron una mano y hemos recuperado la clientela», concluye.

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