Heraldo de Aragón

Mira que si al final Puigdemont no puede volver...

- Por Fernando Jáuregui

Nadie puede ser tan ingenuo como para pensar que un informe desfavorab­le a la constituci­onalidad de la ley de amnistía emitido por tres letrados del Congreso, en abierta discrepanc­ia con su jefe, puede tumbar el más controvert­ido de los proyectos de ley alumbrados por un Ejecutivo en la última década.

Como nadie puede confiar en que la arremetida de Felipe González contra la amnistía a los implicados en el ‘procés’ en general y a Puigdemont en particular baste para que el PSOE se vuelva en contra de los planes de Pedro Sánchez. Ni debería confiarse en una implicació­n decisiva de la Unión Europea y de su comisario Reynders para tumbar un paso que, en el fondo, sospecho que a Europa le importa un bledo. Ni tampoco es seguro que presuntas actuacione­s de los jueces españoles ante los tribunales

No parece que haya nada, a estas alturas, que pueda detener la determinac­ión de Pedro Sánchez y del PSOE de sacar adelante la ley de amnistía. Pero tampoco está garantizad­o que al final Puigdemont pueda regresar, libre de culpas, a España

europeos tengan un efecto decisivo para frenar una medida que, por lo demás, también se ha mostrado bastante impopular en las encuestas.

Ahora bien: todo esto, sumado, ¿será capaz de revertir una situación que muchos dan ya como virtualmen­te hecha, sin retroceso posible? No lo sé, francament­e, aunque lo dude. Pero yo hoy diría que la amnistía es un poco menos probable que ayer, quizá más que mañana, quién sabe.

Como decía Jefferson, se puede mentir alguna vez, en alguna parte y en mucho. Pero no en todo, todo el tiempo y en todos los lugares. Lo mismo cabe decir de un desafío permanente a las reglas del equilibrio y del sentido común. Y seguir adelante, además, en medio de esta opacidad informativ­a entre el PSOE y Junts, con una negociació­n de los extremos más espinosos de la ley –si afecta o no a delitos de terrorismo y de malversaci­ón– puede que se haga muy cuesta arriba. Sobre todo, cuando la opinión pública está mayoritari­amente alarmada, los jueces enfadados, los letrados de las Cortes encrespado­s, el Parlamento dividido y los Estados europeos algo atónitos. Tan cuesta arriba que, ahora mismo, nadie, ni los personajes más próximos al gran jefe en la Moncloa, podría asegurar en qué momento podrá Puigdemont regresar, libre de culpas y de cargos, a Cataluña a entonar el ‘ja soc aquí’ para presentars­e, si cabe, a sus elecciones autonómica­s.

De hecho, me parece que nadie, no al menos mis interlocut­ores en privado, se atrevería ahora mismo a garantizar que Puigdemont tiene del todo expedito el camino para su regreso del forzado exilio que él mismo se impuso al salir hacia la frontera en el maletero de un coche, hace ya casi siete años. Y claro, aunque las probabilid­ades de este regreso sigan siendo más que las improbabil­idades, si no hay garantías ciertas de un pronto retorno de Puigdemont a casa, no las hay tampoco de una legislatur­a estable. Porque lo que busca Junts es diferencia­rse de ERC ante las elecciones catalanas, y los votos que se buscan son los que apoyan el enfrentami­ento con ‘España’. O sea, la bronca.

Creo que, no por primera vez, se encuentra Pedro Sánchez ante una situación de permanenci­a inestable en el poder, por más que, obviamente, a Junts y a los actuales aliados del Gobierno central les interese mucho más mantener al actual inquilino de la Moncloa que un cambio hacia un eventual relevo en la derecha. De nuevo, el delicadísi­mo equilibrio político que solamente se sustanciar­ía, como dijo Felipe González el pasado martes en Caixaforum, con algún tipo de pacto de Estado entre los dos principale­s partidos nacionales. Una posibilida­d que, por el momento, ni Sánchez ni Feijóo abonan, cada cual con sus razones, por más que lo proclamado esta semana por el expresiden­te socialista sea desde hace tiempo un clamor nacional. Continuará.

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