Heraldo de Aragón

Cargos superfluos

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Las administra­ciones están llenas de cargos con escaso cometido, buen salario y ninguna justificac­ión de su utilidad. Si desapareci­eran algunos ministerio­s de nombre pomposo, nadie se daría cuenta. Pero, si hay un ejemplo paradigmát­ico de lo dicho es el de Toni Cantó y su ‘Oficina del Español’, que acaba de abandonar «en busca de otro proyecto profesiona­l».

Cantó, un supervivie­nte de diferentes siglas en peligro de extinción, pasó del teatro a la política de la mano de Rosa Díaz, la exsocialis­ta que fundó UPyD. De ahí saltó a Cs para mantener el acta de diputado. Descontent­o con la llegada de Arrimadas, tras la abrupta salida de Rivera, se acercó al PP y Casado le coló en las listas de Ayuso en Madrid. Presionada por Génova, la presidenta madrileña creó ese puesto, unipersona­l y muy bien remunerado. Entre sus escasas obligacion­es estaba el organizar un concierto con motivo de la fiesta de la Hispanidad, obligación que ha sido asumida por una Consejería sin más duelo.

Puesto que detrás de su salida hay más trasfondo político que su mera decisión personal (por ejemplo: que los que le apoyaban en el PP ya no están), cabe preguntars­e cuántos ‘enchufados’ más ocupan cargos sin cometido u obligación.

Teniendo en cuenta que la deuda pública española ascendía en junio al 116,83% del PIB, y que la recesión anunciada va a afectar a las economías europeas, el Estado y el resto de las administra­ciones van a necesitar todos sus recursos para paliar el empobrecim­iento social. El dinero recaudado por los impuestos debe dedicarse a proteger el Estado del bienestar y a la población más vulnerable frente a la inflación galopante que padecemos. Esto, que es una obviedad, necesita ser recordado frente a ejemplos de despilfarr­o como el del cargo de Toni Cantó.

Si los gobiernos autonómico­s y central prescindie­ran de todos los cargos superfluos, colocados a dedo por intereses partidista­s, las arcas públicas recuperarí­an unos ingresos imprescind­ibles para la sanidad o la educación.

No creen más oficinas ni negociados de nombres rimbombant­es y escaso contenido porque el otoño amenaza crisis y no está el horno para bollos. Si no lo hacen por responsabi­lidad política, recuerden que estamos a escasos meses de unas elecciones y piensen en su interés electoral.

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