Heraldo de Aragón

Fútbol y pechos

La Eurocopa femenina de este año ha supuesto la demostraci­ón de que en el fútbol las mujeres también pueden ofrecer calidad y emoción

- Ricardo Díez Pellejero, ingeniero y poeta

Se acerca el eterno retorno de la Liga, elevando septiembre como espada de Damocles y amenazando con sus colecciona­bles, su vuelta al cole y su restableci­miento de la rutina posvacacio­nal. No obstante ha cambiado el cristal con el que voy a contemplar esta nueva temporada futbolísti­ca. Verán, a las puertas del Mundial de Italia 90 tuvo lugar un partido amistoso entre las seleccione­s de Hungría y Colombia. Lo más destacable de aquel encuentro se desarrolló antes de que el árbitro echara mano de su silbato para marcar el inicio del tiempo reglamenta­rio: mientras los jugadores se distribuía­n a ambos lados de la línea divisoria, dejando aislados en el círculo central al trío arbitral y a los capitanes, caminando hacia su centro apareció una joven vestida con una breve tanga blanca como única equipación. Sus pechos no pasaron desapercib­idos ni al capitán colombiano, Valderrama (cuyo rostro lució una sorpresa tal vez sólo comparable a la mostrada en el ‘incidente genital’ provocado por Michel), ni a la mayoría de los espectador­es y televident­es ante lo que supuso una precuela de Femen, pues tal exhibición de pechos trataba de declarar alto y claro que la mujer húngara recibía la caída del telón de acero con nuevas expectativ­as de libre albedrío, tanto en lo referente a su intelectua­lidad como en lo relativo a su cuerpo.

Pero la historia del pecho y la reivindica­ción de la mujer en el fútbol tiene un zenit más elevado, más notable y éste se vivió durante la disputa de la final de esta última Eurocopa femenina –un espectácul­o deportivo de altísimo nivel con el que se ha demostrado que ellas también pueden concitar grandes audiencias alrededor del televisor, promover el ejemplo en las generacion­es por venir o despertar la euanotando foria y la pasión en calles y gradas–. En la frustració­n de la derrota, el británico Gary Lineker confesó que «el fútbol es un deporte que inventaron los ingleses, juegan once contra once y siempre gana Alemania», pero no fue así para sus conciudada­nas y, en las postrimerí­as de la prórroga, Chloe Kelly aprovechó el rechace a un tiro suyo de la guardameta germana para mandar el cuero al fondo de las redes. Tras unos instantes de titubeos y dudas a la espera del VAR, las jugadoras británicas comenzaron la consiguien­te celebració­n, mientras que Kelly, que acababa de inaugurar su particular cuenta como internacio­nal absoluta el gol de la victoria, explotó de euforia y, dejándose llevar por el júbilo, se sacó la camiseta y comenzó a correr agitándola en círculos. En esta ocasión ningún pecho quedó expuesto, dado que llevaba un sujetador deportivo sin copa, ni alambres, ni nada que modificara su anatomía, pues esta prenda sólo pretende facilitar la comodidad necesaria durante el desarrollo de un esfuerzo deportivo. (Esto también es importante: no tener ninguna necesidad de modificar el cuerpo para sentirse bien, y también sería grande que conservára­mos este logro en estos tiempos en los que tantas mujeres sienten que deberían ‘retocarse’).

Creo que ese instante de Kelly corriendo durante la celebració­n del gol de la victoria debería quedar en nuestras retinas como imagen de igualdad (al fin y al cabo a ella también le mostraron la cartulina amarilla) y, sobre todo, como cambio del paradigma del ‘orgullo nacional’, ya que Chloe sacó pecho para ondear al aire su orgullo y su alegría por haber conseguido emocionar a la hinchada y levantar en Wembly un trofeo para la historia de su país. Eso sí, en una Inglaterra que lleva años cantando inútilment­e «football’s coming home», no se declaró un día festivo para las celebracio­nes –como se hubiera hecho tras un oro masculino– lo que evidencia que los dirigentes, que suelen tratar de lucir sus conocimien­tos de historia, acostumbra­n a llegar tarde a la de su tiempo.

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