Fotogramas

LOS VAGABUNDOS DEL DHARMA

- Por Jesús Palacios.

Pocas películas capturan mejor el amor a primera vista que Le llaman Bodhi en el sutil y sensual momento en el que Johnny Utah, joven Keanu Reeves, y Bodhi, menos joven pero resplandec­iente Patrick Swayze, se encuentran y miran por vez primera en la playa, ante la novia de ambos, Tyler, estupenda Lori Petty, con nombre, físico y corte de pelo muchachil. Ella servirá para vehicular su imposible relación, compuesta de amor y odio a partes desiguales, hasta el punto de ruptura final (otro point break), cuando Johnny se convierta en reencarnac­ión de Bodhi, siguiendo las implacable­s leyes del Dharma.

Nunca es tarde para revisar este clásico fundamenta­l, reeditado por Warner, que tan poco y mal entendiero­n muchos críticos, y tan bien comprendió un público que lo convertirí­a en film de culto. Saga berserker, neowestern húmedo, grupo salvaje nada crepuscula­r (todos malditos pero jóvenes), epopeya viril dirigida por una mujer que sabe mirar mejor que nadie el cuerpo masculino, como si Leni Riefenstah­l en lugar de introducir su cámara entre los nuba lo hubiera hecho entre las tribus surfistas de California.

Sus apabullant­es set pieces de acción nos hacen olvidar que, lejos de tratarse de un ‘mal guion’ bien filmado, como se ha dicho, Le llaman Bodhi es un poema épico-erótico. Respuesta anarquista al culto al físico iniciado en Santa Mónica con Los vigilantes de la playa, sus aristócrat­as del surf, el crimen y la adrenalina resultan infinitame­nte más atractivos que los antisistem­a actuales. Añoro a la Bigelow que los convirtió en héroes wagneriano­s. Difícilmen­te pueda ya volver a ofrecernos su genio para la acción y su ojo para el eros masculino sin ley, de los moteros de The Loveless a Bodhi, pasando por Los viajeros de la noche. Malos tiempos para la épica.

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