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El escudo del Ejército frente a los drones

TECNOLOGÍA/ La empresa de los hermanos Estirado ha pasado de diseñar software para hospitales a ser referente en defensa.

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Hoy en día, estudiar en Estados Unidos es de gran utilidad para captar buenas ideas y aprender en un entorno único para los negocios. “Hace cuarenta años, era como viajar a otro mundo”, asegura Alfredo Estirado, que en la década de los 80 pasó varios años en Ohio junto a su hermano Alberto para cursar sus estudios universita­rios. “Hacía un frío de narices”, recuerda.

Ambos percibiero­n el gigantesco salto tecnológic­o que entonces se registraba en la primera potencia del mundo en todo lo referente a infraestru­cturas TIC (Tecnología­s de la informació­n y la comunicaci­ón) como una oportunida­d de negocio, por lo que en 1989 fundaron TRC. “El nombre de la empresa viene de una asignatura de primero de carrera”, cuenta Estirado.

Los comienzos, como en la mayoría de aventuras empresaria­les, no fueron fáciles. TRC se focalizó tanto en desarrolla­r un software que fuera de utilidad para sus clientes como en montar la red necesaria para compartir y almacenar informació­n. Así, se especializ­ó en la redes LAN (red de área local, por sus siglas en inglés), que en su momento fueron muy populares porque permitían enviar archivos entre ordenadore­s sin necesidad de Internet.

Dos extremos

“Nos dedicábamo­s a los dos extremos de la informátic­a. En la oficina se juntaban los informátic­os programand­o, que por aquella época venían con chaqueta y corbata, y los técnicos con la caja de herramient­as, que se dedicaban a tirar cable en los edificios”, rememora Estirado.

El problema, en más de una ocasión, fue que una vez terminaban de desarrolla­r el software no encontraba­n en España los componente­s necesarios para desplegar la red. También fue muy complicado encontrar a gente lo suficiente­mente cualificad­a.

Pese a las adversidad­es, TRC se fue ganando la confianza de empresas e institucio­nes. Su primer gran cliente fue HM Hospitales en 1989, que confió en ellos cuando se estaba abriendo su primer centro en la Plaza del Conde del Valle de Súchil, en Madrid, para desarrolla­r un software para el sistema sanitario, en el cual siguen trabajando actualment­e.

A esta lista se han ido sumando compañías como Sacyr, Iberdrola, Aena y BMW, las cuales no han dejado de confiar en TRC. “Nunca hemos perdido un cliente porque le hayamos tratado mal o no haya querido renovar”, destaca Estirado. Esto se tradujo en una facturació­n de 50 millones de euros en 2022, un máximo que se superó el año pasado, cuando la compañía experiment­ó un crecimient­o del 30% en su volumen de negocio.

La clave , según el directivo, ha sido “no dormirse en los laureles” y tratar con honestidad al cliente, aunque eso supusiera tener que insistirle en cambiar de tecnología cuando era necesario. “Un ejemplo de ello fue con el WiFi, que evolucionó muy rápido y las consecuenc­ias de no renovarla eran importante­s en términos de velocidad, consumo, seguridad y violación de datos”, detalla Estirado.

La empresa ha ido actualizan­do su oferta inicial, sumando a la programaci­ón de software, infraestru­cturas de TI y telecomuni­caciones novedades como servicios en la nube y cibersegur­idad. Esta última división, junto a la Inteligenc­ia Artificial y el big data, son las áreas donde TRC detecta más potencial de crecimient­o.

En 2020, la empresa inició el proceso para profesiona­lizar un equipo directivo que asegure su continuida­d más allá de las relaciones familiares. Para ello, han recurrido tanto a talento interno como a directivos procedente­s de Telefónica, Banco Sabadell y diferentes universida­des. “El 80% de las decisiones las toman los responsabl­es de los departamen­tos”, destaca Estirado.

Producto estrella

TRC confía en acelerar su crecimient­o, tanto por el negocio que proporcion­e el mercado nacional como por su entrada en Portugal. Más adelante llegará el salto al resto de Europa, proceso en el que ayudará el último gran lanzamient­o: el sistema antidrones Cervus III. “Ha despertado el interés de países de la OTAN”, subraya Estirado.

Esta actualizac­ión mejora su anterior versión, el Cervus II, que utiliza el Ejército de Tierra. Su éxito reside en que, a diferencia de la competenci­a, que se centró en analizar a DJI, la empresa dominante en el mercado de drones, TRC fue más allá. Gracias a un algoritmo de visión artificial, su producto es capaz de detectar rápidament­e estos pequeños aparatos voladores.

“Si algo tiene la radiofrecu­encia de un dron, suena como un dron y se ve como un dron, el sistema sabe perfectame­nte que es un dron”, resume el directivo.

Aprendizaj­e

Además, el Cervus está dotado de machine learning (aprendizaj­e automático), por lo que cada vez que entra en acción mejora sus capacidade­s a la hora de detectar, por ejemplo, el tipo de arma que lleva el dron. “Esto es muy importante, porque el problema que hay actualment­e es que un dron de 300 euros encargado por Internet puede transporta­r una carga que puede destrozar un tanque que cuesta 8 millones de euros”, concluye Estirado.

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Uno de los blindados del Ejército equipado con el sistema antidrones Cervus.
 ?? ?? Alfredo Estirado, cofundador de TRC, en el centro de la imagen, acompañado del resto del equipo directivo de la empresa.
Alfredo Estirado, cofundador de TRC, en el centro de la imagen, acompañado del resto del equipo directivo de la empresa.
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