El momento económico que aguarda al ministro
2024 será un año para despejar incógnitas. La economía española sufrirá una ralentización, al no contar con el impulso de la política monetaria y tener que realizar esfuerzos para cerrar el déficit fiscal. El frenazo de la eurozona seguirá lastrando la de
La desaceleración de la economía irá acompañada de una moderación de las tensiones inflacionistas
2023, algunas certezas han surgido en torno a la previsible rebaja de tipos de interés oficiales que realizará la Fed y el BCE a partir de la próxima primavera, y a la tendencia de las tensiones inflacionistas, en un contexto en que la actividad y la senda de los precios seguirán condicionados por los riesgos geopolíticos, la creciente polarización que sufren las economías avanzadas, o las consecuencias derivadas del proceso de slowbalization (mayor proteccionismo comercial) y del fenómeno homeland economics (nacionalismo económico).
Todo ello unido a las crecientes tensiones entre EEUU y China, con el objetivo de esta última de erigirse en potencia hegemónica, perfilan un mundo dividido en bloques e importantes transformaciones en el diseño de la globalización, como ya refleja la progresiva reconfiguración de las cadenas de valor globales o del destino de las inversiones. Ante este posible escenario geoeconómico, el tejido empresarial a la hora de desplegar sus planes estratégicos comienza a dar más importancia a la predictibilidad, la seguridad jurídica, la calidad institucional y al posicionamiento internacional del país de destino frente a los costes laborales.
Un nuevo entorno de condiciones financieras, precios, costes de producción, de encarecimiento del servicio de la deuda pública y de antesala de una posible nueva guerra fría que proyecta una significativa moderación del avance del PIB mundial en 2024. Así, las perspectivas globales previsiblemente se verán lastradas principalmente por el riesgo de estancamiento de la eurozona y un repunte de la producción en China que podría limitarse a un 4,5% anual, que contrastará con la mayor resiliencia de la actividad esperada en EEUU. En este escenario base, la economía española, mientras el momentum de la zona monetaria europea seguirá condicionado a la evolución de la coyuntura económica y política de Alemania y al impacto de la reintroducción del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, sufrirá una significativa moderación del avance del PIB a un ritmo inferior a un 1,5% anual y al registrado en los años previos a la pandemia.
España
La acusada desaceleración de la economía española irá acompañada de una moderación de las tensiones inflacionistas, como han confirmado los datos de diciembre, y un peor comportamiento del mercado laboral que podría dar lugar a un ligero repunte de la tasa de desempleo en los próximos meses. Sin embargo, aunque nuestro país presente unas perspectivas macroeconómicas más positivas frente a Alemania, Francia, Italia o Reino Unido, los riesgos que se derivan de las últimas decisiones de política fiscal y de seguir construyendo una agenda de reformas sin amplios consensos, sin visión empresarial o sin analizar las grandes transformaciones sociales, demográficas, tecnológicas, climáticas y geopolíticas que afrontamos bajo un nuevo prisma, podrían provocar que la sociedad española atraviese otra década pérdida en términos de progreso y bienestar.
El año 2024 arranca, a la espera de la futura presentación de los PGE, con una expansión del gasto público que pone en riesgo el proceso de consolidación fiscal, lo que unido al menor ritmo de crecimiento y la menor inflación, aumentan la posibilidad de que el déficit público se sitúe en el entorno de un 3,5% del PIB. Un hecho que no sólo reflejará los crecientes desequilibrios presupuestarios estructurales, sino también las consecuencias de no realizar políticas de ofertas y reformas destinadas a impulsar la productividad, aumentar el tamaño medio del tejido empresarial y converger hacia los países europeos que muestran una positiva correlación entre calidad del sistema educativo, reducidas tasas de desempleo, empleo de calidad y sostenibilidad del Estado de Bienestar.
Una secuencia, esta última, construida, entre otros elementos, a través de una mayor eficiencia del gasto público, una menor carga tributaria empresarial, una regulación laboral basada en la flexiseguridad, y una apuesta decidida por la I+D y la creación de un entorno de negocios competitivo. En contraste, los riesgos de un mayor intervencionismo y una menor predictibilidad, junto a la creciente presión fiscal sobre las empresas y las familias, anticipan en España una menor capacidad de consumo, inversión y de creación de empleo, y, por lo tanto, mayores desequilibrios intergeneracionales.
De ahí que la política económica en nuestro país, que un año más estará desafortunadamente condicionada por el calendario electoral en algunas CCAA y de las elecciones de la UE, debería de adaptarse a esta nueva era de volatilidad y de profundas transformaciones trabajando con escenarios alternativos, tejiendo amplios consensos, conectando con la economía real y trazando un plan estratégico para que España pueda seguir siendo una historia de éxito. Después de cinco años de una elevada incertidumbre y una creciente polarización, en un país que cuenta con importantes fortalezas, el mayor legado socioeconómico y político sería garantizar el principio de igualdad de oportunidades y lograr que nuestro país se posicione entre las 10 mayores economías del mundo. Es decir, que no se cumplan las recientes predicciones de la OCDE o del Center for Economics and Business Research sobre el riesgo de sufrir una nueva década perdida.
Por tanto, al igual que el resto del mundo, 2024 será un año para despejar la incógnita de hacia dónde avanza España.
El mayor legado político y socioeconómico sería garantizar el principio de igualdad de oportunidades