Los ‘compradores en serie’ replantean su estrategia tras caer en desgracia
Pocos asuntos dividen más al mundo financiero que la conveniencia o no de realizar fusiones y adquisiciones (M&A, por sus siglas en inglés).
Según algunos observadores, sobre todo en el ámbito académico, la mayoría de las compras destruyen valor para los accionistas del adquiriente, ya que la dificultad de integrar negocios impide rentabilizar los elevados importes desembolsados. Muchos atribuyen las fusiones a las ambiciones imperiales de los ejecutivos, más que a los intereses de los inversores.
Otros, sin embargo, sobre todo los propios directivos y los banqueros de inversión, consideran que las operaciones de M&A son una buena fórmula para reducir costes en mercados maduros, o para que las compañías entren en sectores o tecnologías con potencial de crecimiento.
Lo que casi nadie discute es que, en épocas de aumentos de costes financieros e incertidumbre económica, es mejor echar el freno en las potenciales adquisiciones. Ejemplo de ello es lo que sucede en 2022: en los nueve primeros meses, el valor de las transacciones en el mundo ha bajado alrededor de un tercio respecto a 2021, hasta 2,97 billones de dólares (2,8 billones de euros), según Dealogic. Con un mustio final de año, el volumen de transacciones podría quedar incluso por debajo de los 3,6 billones de dólares de 2020, el año de la pandemia.
ADN cuestionado
El cambio de entorno afecta incluso a compañías que tienen la ejecución de adquisiciones en su ADN, al utilizarlas como fórmula principal de crecimiento o para ajustar sus carteras de activos a los gustos del mercado.
En algunos casos, es la propia presión del mercado la que obliga a cambiar la estrategia. En España, un ejemplo claro de ello es lo sucedido con Cellnex, antigua filial de Abertis que ha creado una plataforma de torres móviles en Europa a base de compras. Su cotización ha descendido un 35% en 2022, sobre todo
por el temor de los inversores al aumento de costes financieros por la deuda acumulada en esas compras, obligando a que la compañía apueste ahora por el crecimiento orgánico.
Otra firma española sacudida por el mercado ante la mochila de deuda por adquisiciones recientes es Grifols, con una caída del 38% en el año. Esta farmacéutica catalana ha nombrado como presidente a Steven Mayer (exdirectivo del fondo Cerberus), con el
reto de sanear el balance y recuperar la confianza del mercado.
Días del inversor
Algunas grandes multinacionales extranjeras también están teniendo que calmar a los analistas y gestores de fondos sobre sus propósitos en el ámbito del M&A.
En las últimas semanas, varias de esas compañías (habituales compradores en serie de empresas) han utilizado sus días del inversor –jornadas de
anuncio de planes estratégicos– para justificar sus transacciones recientes y marcar límites a sus potenciales acuerdos en el futuro.
El grupo minero Glencore explicó al mercado que en caso de encontrar una adquisición atractiva, no subirá su deuda más allá de los 16.000 millones de dólares, y en cualquier caso luego hará lo posible para rebajar cuanto antes ese nivel al entorno de los 10.000 millones.
La compañía suiza de alimentación
Nestlé quiso demostrar su disciplina a la hora de acometer operaciones, al indicar que en los últimos cinco años renunció a compras por 50.000 millones. Pese a ello, ha rotado un 20% de sus activos desde 2017, y admite que en los próximos años el ritmo de transacciones será más lento.
Unilever, en ese mismo periodo, ha realizado adquisiciones por un importe total que supera en seis mil millones el de las ventas. De cara a
los próximos dos años, el fabricante de productos de consumo anticipa que pasará a ser un “desinversor neto” de negocios.
Incluso Iberdrola, eléctrica española acostumbrada a múltiples compras en los últimos años, parece cambiar el paso. En su último plan estratégico, prevé realizar ventas de activos por 8.000 millones. Enel prevé 21.000 millones en desinversiones.