Miguel de Cervantes, recaudador de impuestos PARA EL REY
Los campesinos tenían que entregar aceite y cereales.
Vivir de la pluma nunca ha sido fácil. Por ello, muchos escritores necesitaron trabajar en actividades muy diversas. Algunos fueron profesores o funcionarios. Pero pocos tuvieron un empleo tan relacionado con el mundo de la economía como Miguel de Cervantes, quien, a lo largo de varios años fue, nada más y nada menos, que recaudador de impuestos. Y, me temo, las cosas no se le dieron siempre bien en este trabajo.
Cervantes nació en el año 1547 y durante bastante tiempo llevó una vida aventurera. Parece que tuvo que salir de España en 1569 tras tener problemas con la justicia por un enfrentamiento en el que su adversario resultó herido. Ese mismo año marchó a Italia y poco después se alistó en el ejército. Es bien sabido que en 1571 participó en la batalla de Lepanto, perdiendo en ella el uso de una parte de su mano izquierda. Y cuatro años después, mientras navegaba de vuelta a España, su barco fue apresado por piratas berberiscos siendo llevado como cautivo a Argel donde permanecería hasta 1580. Fue finalmente liberado mediante el pago de un rescate y pudo volver a España, donde entró en el mundo de la literatura de la época. Y en 1587 consiguió un puesto de recaudador o Comisario Real de Abastos.
No era, ciertamente, su vocación; pero necesitaba un dinero que no podía conseguir en cantidad suficiente con la literatura. No debió ser para él una ocupación agradable. Parece que su labor principal consistió en hacer que los campesinos de diversas zonas de Andalucía entregaran al rey, para suministro de la armada, aceite y cereales. Naturalmente no encontró gran entusiasmo entre los afectados, que veían cómo tenían que entregar parte de sus cosechas sin recibir por ello la compensación adecuada, lo que empeoraba sus ya duras condiciones de vida.
Para que pagaran era necesario, lógicamente, obligarles por la fuerza; y sabemos que Cervantes llevaba lo que se llamaba entonces “vara de alta justicia” para imponer la voluntad del rey. Parece que nuestro escritor desempeñó con eficacia su actividad; y existe documentación que muestra que fue felicitado por ello. Pero, con el tiempo surgieron problemas graves. Ya en 1593 fue encarcelado algunos días por supuestas irregularidades contables, cuestión que parece que se resolvió sin mayores dificultades. Pero mucho más