El horror que supone el triunfo de ETA
Las elecciones regionales vascas de ayer domingo han arrojado un resultado de empate en escaños entre el PNV y Bildu –con algunos votos más para el PNV–, aunque con la victoria de Bildu en dos de las tres provincias. Ese resultado otorga un triunfo a los herederos del brazo político de ETA, que defiende la inmensa mayoría de las propuestas políticas de la banda terrorista, de manera que se puede decir que ETA ha ganado o, al menos, sus ideas, pues ha llegado a igualar al PNV cuando hace unos años era algo impensable. Basta con recordar al candidato de Bildu negando que ETA fuese una banda terrorista para ver hasta qué punto la banda terrorista sigue contando con la justificación de esa parte del independentismo vasco. Este domingo, todas las víctimas del terrorismo etarra han sido aniquiladas por segunda vez, porque han vencido los simpatizantes de sus asesinos, al empatar con el PNV en escaños y vencer en Álava y en Guipúzcoa, frente a la victoria del PNV en Vizcaya.
Ese resultado de Bildu, de los herederos del antiguo brazo político de
ETA, es un horror y una tristeza, de la que Sánchez y Zapatero son responsables en proporciones muy importantes. Batasuna estaba ilegalizada al considerarse parte de ETA y Zapatero, con su política blanda frente a los terroristas, revivió a su brazo político, aunque ahora se llame Bildu, que suele llevar en sus listas a algunos terroristas, como vimos en las elecciones municipales del pasado año. Y Sánchez ha rematado esa jugada de Zapatero, al blanquear definitivamente a Bildu, pese a su impostada indignación con Otxandiano por no decir que ETA era una banda terrorista, indignación por motivos electorales, pues hoy volverá a abrazarse a Bildu para seguir en La Moncloa.
Blanqueamiento de Bildu
Ese blanqueamiento ha impulsado a Bildu y le hace empatar en las elecciones –aunque incluso podría ganar en escaños en el voto de los emigrantes, pues está a unos quinientos votos de conseguir otro escaño por Guipúzcoa, en detrimento del PSOE–, cosa impensable hace unos años. En ese resultado de los herederos del antiguo brazo político de ETA también tiene una gran responsabilidad el PNV, que ha sembrado la Comunidad Autónoma Vasca de sectarismo en los colegios, de manera que ha fabricado independentistas para los que el PNV se queda corto. En cierto sentido, el partido fundado por Arana tiene lo que se merece, tanto por su poca fiabilidad –votó los Presupuestos de Rajoy y a las dos semanas apoyó una moción de censura para echarlo– como por su falsedad cuando se negó a apoyar al PP pese a haber ganado las elecciones generales, porque no querían aliarse con la derecha, como si el PNV fuese de izquierdas.
Si el PNV pierde el gobierno vasco, no recogerá más que lo que ha sembrado, que le puede afectar fuertemente, porque el PNV es un partido pensado para ocupar el gobierno, no para estar en la oposición. Es cierto que cuenta con las diputaciones, pero aun así se resentiría mucho dicho partido sin contar con el Palacio de Ajuria Enea.
El PSOE, por su parte, sigue caminando hacia su irrelevancia como partido, porque aunque sube, sólo será bisagra, al entregarse a la estrategia de Sánchez, que dicta que le da igual el resultado de su partido mientras sus múltiples alianzas Frankenstein puedan conseguir juntos un resultado mayor que el centro-derecha. Ahora tiene que apoyar o a Bildu o al PNV, siendo una mera bisagra. El día que Sánchez deje el gobierno, el PSOE lo tendrá muy difícil para recomponerse.
¿Qué harán los socialistas? Si Bildu y el PNV no gobiernan juntos, es probable que aunque lo que le gustaría a Sánchez es apoyar a Bildu, extremista como él, termine por apoyar al PNV, por conveniencia, porque sabe que este último podría llegar a reconsiderar el apoyo que le presta a él en el Congreso para sostenerse en el Gobierno, mientras que Bildu nunca apoyará al PP.
El PNV debe tener claro que si Sánchez lo apoya será por eso, no por ser los primeros en votos, porque a Sánchez eso le da igual y al PNV también: ellos mismos han apoyado al perdedor de las elecciones generales, con lo que por esa vía no deberían extrañarse si el PSOE apoyase a Bildu.
Por su parte, el constitucionalismo se resume a los siete escaños del PP, que crece tres escaños, uno si le sumamos los de Ciudadanos de hace cuatro años –puede que le haya perjudicado un posible voto útil al PNV por miedo a un gobierno de Bildu–, y al diputado que mantiene Vox. El resto es desolador. No queda más constitucionalismo que esos ocho diputados. En el futuro, todos los ciudadanos que abracen la Constitución en el País Vasco deben desengañarse del PSOE y volver su vista hacia el PP, pues de los dos partidos constitucionalistas en el País Vasco es el que más posibilidades tiene de mejorar, pues más allá de eso no hay más que el desierto independentista, siempre empobrecedor de la sociedad y la economía, con un PSOE que ha desistido de su responsabilidad constitucional, dentro del guión perverso trazado por Sánchez, basado en su interés personal, aunque sea a costa de empobrecer España y resquebrajarla.