Pedro Sánchez mueve el árbol y el nacionalismo coge todas las nueces
Los resultados de ayer en el País Vasco le dieron un respiro a Pedro Sánchez, aunque sea puramente cosmético. El PSOE pasó ayer de 10 a 12 diputados en una Euskadi donde el nacionalismo sale más reforzado que nunca, gracias en buena medida a la colaboración que le viene prestando Sánchez. La realidad es tozuda y la tendencia deja entrever que Euskadi y Cataluña se alejan políticamente cada vez más del resto de España por la vía de los hechos, debido al abandono del terreno de juego que el Estado, tanto de la mano del PSOE como del PP, ha protagonizado en aquellos dos territorios.
Esa es la principal conclusión que se puede sacar de las elecciones celebradas ayer en Euskadi, donde las dos formaciones nacionalistas se acercan al 70% del voto. El Estado está cada vez más ausente por una auténtica dejación –cada vez menos presencia institucional y ningún control sobre las inversiones o la educación– y eso para cada vez un mayor número de ciudadanos que luego van a las urnas significa distancia y olvido. Eso es lo que propicia ya que los partidos constitucionalistas, que en algún momento llegaron a ser mayoritarios en aquel territorio, apenas representen ahora el 25% de los votos, y estén desarmados frente a un nacionalismo cada vez más hegemónico.
La responsabilidad no se puede sin embargo repartir. El PSE, que llegó a gobernar Euskadi con el apoyo gratuito del PP y con Patxi López de lehendakari, ha sido cómplice del nacionalismo en este proceso de debilitamiento del constitucionalismo –especialmente en la etapa de Sánchez–, hasta el punto de renegar de su esencia y dejar el camino expedito. Los resultados del País Vasco le sirven al PSOE para escenificar una nimia alegría ante un electorado cada vez más deprimido por la pérdida de poder en el resto de España, pero en ningún caso le permiten poder decir que el sanchismo esté contribuyendo a debilitar al nacionalismo.
Al margen de los resultados puntuales que los socialistas puedan obtener en las próximas catalanas, los resultados del País Vasco marcan una tendencia que ya no es reversible y que sirve de modelo. Tarde o temprano Cataluña va a seguir la senda de Euskadi porque el socialismo no solo no frena al nacionalismo sino que contribuye a su desarrollo al dotarle de todos los instrumentos para desarrollarse. En eso están ahora precisamente tanto ERC como Junts, cuando reclaman por ejemplo la cesión de todos los impuestos. Y nada va a cambiar porque en estos momentos Sánchez solo puede mantener el poder cediendo al chantaje.
Por lo demás, los resultados de ayer evidenciaron que el cambio sociológico en el País Vasco es ya una realidad. El PNV sigue siendo aún el partido más votado, pero Bildu le ha igualado en escaños y la tendencia le coloca ya como la clara alternativa. Todavía ayer en la sede de este último partido se preguntaban qué hubiera pasado si su candidato Pello Otxandiano hubiera manejado un poco mejor la dosis de cinismo y no se hubiera negado a calificar a ETA como grupo terrorista. Nunca se sabrá. Ayer Bildu dejó constancia de que la nuevas generaciones en el País Vasco están dándole la espalda al nacionalismo tradicional y apuntándose al nacionalismo de izquierda y que el sorpasso es cuestión de tiempo. Los jóvenes vascos no solo han olvidado ya lo que fue ETA sino que, con la sangre de todas sus víctimas ya fría, empiezan a idealizarla como si fuera una especie de suceso contra el franquismo. De la misma manera que desconocen hechos históricos que marcaron el devenir de Europa como la caída del muro de Berlín, empiezan a identificar a Bildu con una formación progresista, alineada con conquistas sociales, con políticas de género y compromiso medioambiental. Todos esos eslóganes con los que buena parte de lo que fue una izquierda totalmente inoperante a la hora de generar un ápice de bienestar a lo largo de la historia, se está ganando un apoyo entre la población más inexperta. Precisamente ese señuelo de las políticas sociales es el que el PSOE le ha servido en bandeja a Bildu para presentarle en sociedad con un carisma desconocido hasta ahora. Sin reparar en que las políticas sociales que Bildu y el PSOE han pactado van en detrimento de la solidaridad interterritorial que significa España y que consagra la Constitución .
Como se presumía desde hace algunos días, Álava ha escenificado lo que es el gran cambio. Una provincia que desde hace muchos años era uno de los grandes bastiones del PNV e incluso del centro derecha ha pasado a ser un territorio de Bildu. En ese zona es donde el blanqueamiento propiciado por Sánchez ha dado mayores rendimientos a los herederos de Batasuna. Eso y los escándalo de corrupción protagonizados por el PNV, que han provocado la pérdida de hasta dos escaños y cinco puntos para los de Pradales. Sumar, el proyecto de Yolanda Díaz, cosecha un nuevo fracaso. De lo seis representantes que alcanzó Podemos en 2020 con algo más del 8% del voto, Sumar se queda con uno y un 3% del voto. Buena parte del voto de la extrema izquierda ha ido a reforzar el proyecto de Bildu, aunque el PSE habría recogido también un porcentaje.
El gran ganador ayer fue Bildu, que ve cómo su opción se consolida, frente a un PNV que está en franco retroceso, pero que utilizará la influencia que tiene sobre Pedro Sánchez para mantenerse en el poder. Imanol Pradales será, casi con toda probabilidad el nuevo lehendakari y eso supondrá que el giro total se posterga un tiempo, pero la suerte está echada. El PP fue ayer un claro derrotado. Decidió dirigirse al votante del PNV en vez de al votante constitucionalista y el resultado fue nimio. A pesar de ganar un escaño, ayer se demostró una vez más que el cordón sanitario que el nacionalismo ha creado, con la colaboración de los socialistas, para que los populares sigan en el limbo en Euskadi ha funcionado.
El PSOE mejora pero los resultados no le permiten a Sánchez presumir de frenar al nacionalismo