El BCE mantiene tipos en el 4,5%, pero confía en recortarlos en junio
La mejoría de la inflación no lleva al BCE a actuar, pero sí a reconocer que, si gana la suficiente confianza,“sería apropiado reducir el actual nivel de restricción monetaria”.
Andrés Stumpf. Fráncfort
Se acerca la bajada de los tipos de interés en la zona euro. El Banco Central Europeo (BCE) dejó ayer el precio del dinero sin cambios por quinta reunión consecutiva y con ello, las tasas permanecieron en el 4,5%, su nivel más alto desde 2001.
Pese a esta decisión, el Consejo de Gobierno apuntó de forma directa en su comunicado a la posibilidad de relajar su política monetaria cuando tenga la confianza suficiente, un evidente cambio en el tono que telegrafía el potencial recorte esperado para junio.
“Si la evaluación actualizada del Consejo de Gobierno de las perspectivas de inflación, la dinámica de la inflación subyacente y la intensidad de la transmisión de la política monetaria reforzase en mayor medida su confianza en que la inflación está convergiendo hacia el objetivo de forma sostenida, sería apropiado reducir el actual nivel de restricción de la política monetaria”, señalaron desde el BCE, sabedores de que en junio se realizarán nuevas proyecciones macroeconómicas.
De hecho, Christine Lagarde, presidenta del BCE fue más allá en sus pistas sobre lo próxima que podría estar la bajada de tipos. La banquera francesa reconoció que “algunos miembros del Consejo de Gobierno incluso ya consideran que tienen la suficiente confianza como para bajar los tipos ahora, aunque finalmente se unieron a la amplia mayoría de representantes que aboga por esperar a ganar más confianza”.
“En junio tendremos muchos más datos, información y nuevas proyecciones que incorporaremos a nuestro análisis para determinar si se confirma nuestra esperanza de que la inflación regresa al objetivo de forma sostenible”, indicó Lagarde.
Ganar confianza
Pero por el momento el BCE espera. La reciente mejoría de la inflación no ha sido suficiente para que la autoridad monetaria actúe porque aunque la inflación se encuentra ya a escasas cuatro décimas del objetivo del 2% que marca el mandato de la institución con sede en Fráncfort, aún hay algunas señales de que el crecimiento de los precios podría ser más persistente de lo que se pensaba.
“Las presiones inflacionistas internas son intensas y mantienen la inflación de los precios de los servicios en niveles elevados”, advirtió el banco central.
Por ello, el BCE quiere esperar a conocer los datos del grueso de las negociaciones salariales, que se publicarán en unas semanas, antes de anunciar su relajación.
La cautela del banco central, señalada por algunos expertos como excesiva, es fruto de la necesidad de garantizar la estabilidad de los precios, incluso a costa de algo más de daño al crecimiento económico, así como de la notable incertidumbre que envuelve al actual entorno macroeconómico. Tras más de dos años y medio con niveles de inflación por encima del objetivo, el BCE considera no puede permitirse un paso en falso con sus tipos de interés que reviva las presiones de los precios, pues afectaría a su credibilidad.
Tampoco ha ayudado la reciente subida del precio del petróleo, aunque la presidenta aclaró que ya la tenían en cuenta en sus proyecciones macroeconómicas. “La inflación fluctuará sobre los niveles actuales en los próximos meses. Esas fluctuaciones previstas están asociadas al coste de la energía, que generará un efecto base sobre los bajos niveles registrados en varios momentos de 2023”, explicó Lagarde dando a entender que el crecimiento de los precios seguirá en la senda de llegar al 2% el año que viene aunque no se aproxime más este año.
La situación, en cualquier caso, es muy diferente a la que vive la Reserva Federal en Estados Unidos, donde la inflación se ha elevado más de lo esperado durante tres meses consecutivos y dificulta el recorte de las tasas.
“La inflación doméstica sigue alta, pero los salarios y los beneficios empresariales crecen menos de lo esperado. Los indicadores reflejan una moderación mayor”, aclaró la presidenta.
Ciclo de bajadas de tipos
Más allá de junio la incertidumbre es elevada. Lagarde no quiso dar pistas sobre lo que ocurrirá más allá del primer recorte de las tasas y volvió a recalcar que el BCE no se compromete a una determinada senda de bajadas de los
tipos de interés. La autoridad monetaria irá evaluando y comprobando sus datos para fijar el nivel apropiado de restricción monetaria en cada reunión, en función de la evolución de la inflación.
Esto, tal y como adelantó EXPANSIÓN el pasado mes de marzo, apunta a un ciclo de recortes de las tasas que no será una línea recta, sino que tendrá pausas.
La presión derivada de que la Fed pudiera mantener sus tipos en máximos podría contribuir también a que el BCE no pueda relajar tanto como se esperaba su política monetaria (ver pág. 14).
Aunque Lagarde destacó que cada uno tiene su propia misión, no se mostró tan contundente como en otras ocasiones al reconocer “la importancia de la economía y los mercados financieros estadounidenses” en el crecimiento global.
En cualquier caso, todo apunta a que el pico más duro de las condiciones de financiación ha quedado ya atrás. Tal y como ha reconocido Lagarde, “la política monetaria debería ser un lastre menor para el crecimiento en el futuro”.
El banco central lleva cinco cumbres consecutivas sin modificar el precio del dinero Los datos sobre salarios, en unas semanas, confirmarán si se pueden recortar las tasas El BCE lleva más de dos años y medio sin lograr que la inflación alcance su objetivo del 2%
La esperada rebaja de tipos en la zona euro se producirá en junio. La presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, quiso ayer acabar con las especulaciones derivadas de las dudas expresadas por miembros de la Reserva Federal estadounidense sobre la conveniencia de aplazar el abaratamiento del dinero, así como del reciente repunte del petróleo en los mercados internacionales. Fráncfort cree que la bajada de la inflación en las economías comunitarias permite iniciar en breve la retirada de la terapia de choque aplicada desde julio de 2022 para doblegar la espiral inflacionista que aceleró la invasión de Ucrania por parte de Rusia. A diferencia de la resistencia que sigue mostrando la economía norteamericana frente a los tipos de interés más elevados en dos décadas, la actividad productiva en la zona euro se ha resentido de forma notable, salvo excepciones como España, Portugal o Grecia. De hecho, el temor a una Europa de dos velocidades en materia de crecimiento ha elevado la presión política para que Lagarde revierta su política monetaria. Las peticiones de adelantar la rebaja de tipos a este mismo mes no han surtido efecto, pues el BCE mantuvo las tasas en el 4,5%, su máximo desde
2001, por quinta reunión consecutiva. Pero imprimió un elocuente giro en el tono de su discurso, admitiendo que si no se produce un cambio drástico del contexto macroeconómico antes de la reunión del próximo 6 de junio sería “conveniente” poner en marcha la rebaja de tipos tan deseada por empresas y familias, sobre todo las más endeudadas. Lagarde insistió, eso sí, en la posibilidad ya comunicada semanas atrás de poder aplicar “pausas” en este proceso si la evolución de los precios en la zona euro lo requiere. Una especie de freno de emergencia que permitiría al BCE marcar su propio ritmo a la hora de dar marcha atrás al endurecimiento monetario más acelerado y severo aplicado en sus 26 años de historia. Fráncfort no quiere verse condicionado por las decisiones que adopten el resto de grandes bancos centrales en los próximos meses, ya que si bien sus estrategias de flexibilización crediticia serán parejas, el punto de partida de sus respectivas economías es divergente a causa del distinto impacto que han tenido en las mismas las crisis globales que se han ido encadenando los últimos cuatro años: la pandemia del Covid, el colapso de las cadenas globales de suministros, el ataque a Ucrania y, el más reciente, la tensión prebélica en Oriente Próximo.
Fráncfort no quiere verse condicionado por las decisiones del resto de grandes bancos centrales