¿Está Europa perdiendo la carrera tecnológica?
En los últimos años, el debate sobre la carrera tecnológica de Europa frente a Estados Unidos y China ha ido ganando peso. La pandemia del Covid y el complejo escenario geopolítico han evidenciado la fragilidad del continente europeo, entre otros aspectos, en éste, ya que la innovación tecnológica es uno de los grandes desafíos del presente y el futuro. Riesgos como la sostenibilidad ambiental, la escasez de componentes críticos y la seguridad en las cadenas de suministros hacen más acuciante la necesidad de que Europa empiece a liderar proyectos tecnológicos innovadores y disruptivos, ámbitos donde actualmente Europa presenta un notable retraso. Desde soluciones digitales aplicables a la banca o a la educación, pasando por la biotecnología o los proyectos de defensa, Europa está todavía por detrás, ya no solo frente a las grandes potencias como EEUU o China, sino también de países emergentes como Israel, India o Corea del Sur. En este contexto, es cada vez más apremiante la necesidad de plantear la carrera tecnología como una cuestión de Estado y considerarla de verdad como prioridad en las agendas políticas.
Y es que, aunque Europa tiene muchas empresas innovadoras, en conjunto éstas crecen más lentamente, generando rendimientos más bajos e invirtiendo menos en I+D que sus contrapartes estadounidenses. Esto refleja el hecho de que Europa perdió el tren en la última revolución tecnológica, quedando rezagada en cuanto a valor y crecimiento en las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC). Este atraso respecto a modelos como el de Estados Unidos podrían resumirse en tres puntos: educación, financiación y cultura del fracaso.
En lo que a talento se refiere, y más allá del debate sobre la calidad de nuestras universidades, uno de los principales pioneros de la inteligencia artificial en Alemania, Jürgen Schmidhuber, apunta que “Europa no está en ninguna parte en la carrera de la IA” destacando que “lo que Estados Unidos y China hacen mucho mejor que los europeos es comercializar y monetizar esas tecnologías, facilitando su traspaso a los dispositivos”. Y advierte de que los estadounidenses han conseguido atraer a los mejores científicos alemanes porque las universidades de su país no pueden competir. Otro aspecto importante relacionado con esto es cómo se regula la innovación, siendo clave conseguir un balance entre dar un entorno jurídico atractivo para estos proyectos y regular el alcance y la forma en que los productos se comercializan e integran en la sociedad.
Respecto a la financiación, es importante analizar las posibles soluciones para que Europa consiga acelerar su avance tecnológico. La primera de ellas es el cambio de planteamiento respecto a las inversiones: no se trata solo de inyectar dinero a los Estados miembros para que lancen proyectos tecnológicos, sino establecer una estructura financiera robusta capaz de comercializar y dar salida a esas soluciones innovadoras. En este sentido, la propuesta de Unión de Mercados de Capitales es clave para crear nuevas fuentes de financiación para las empresas, facilitando las inversiones transfronterizas y atrayendo más inversión extranjera a la UE. Esta propuesta aumentaría la competitividad en materia económica, sentando una base estable para atraer capital privado y venture capital para fomentar la escalabilidad y comercialización de proyectos innovadores. Y es que actualmente las empresas de la UE dependen en gran medida de la financiación bancaria, un modelo totalmente opuesto al de EEUU, donde generalmente los proyectos innovadores son respaldados por fondos e inversores privados. Mientras que la financiación bancaria corporativa en Estadis Unidos apenas alcanza el 20% debido a una mayor diversificación de herramientas, en la zona euro esta cifra supone un 80%.
Penalización del fracaso
Por último, este paradigma de financiación en el modelo europeo tiene como resultado una mayor penalización del fracaso, al estar sujeto a unas condiciones de préstamo más exigentes en cuanto a operatividad y resultados a corto plazo.
Una de las principales tareas es dejar de asociar el fracaso como barrera para el éxito. Si tenemos en cuenta que una de las principales características de la innovación es el componente de riesgo, es absurdo asumir que la inviabilidad o fracaso de un proyecto suponga una experiencia vacía que solo aporta aspectos negativos. Al revés, un fracaso debería ser visto como una base sobre la que ganar conocimiento. En Estados Unidos, de hecho, es común que se valore positivamente haber tenido casos de fracaso, ya que eso implica que hay una capacidad analítica de detectar y mejorar los fallos, además de constatar la perseverancia.
Si no queremos perder la carrera tecnológica y el liderazgo en sectores de vanguardia debemos realizar un esfuerzo colectivo a nivel regional, nacional y europeo para facilitar nuevas vías de financiación a proyectos innovadores, con cuestiones como la necesaria finalización de la Unión de Mercados de Capitales, e impulsar la atracción de talento y recursos hacia la UE. Esto implicará actuar no solo en la esfera económica, a través de inversiones y medidas financieras, sino también con iniciativas relevantes en el plano cultural y educativo.