Expansión Nacional - Sabado

El `día de la marmota laboral' cuatro años después del cambio

Se cumplen cuatro años desde que la pandemia forzara el experiment­o global de teletrabaj­o, que dio inicio a una serie de cambios en el mercado laboral y en la vida profesiona­l que han transforma­do nuestras carreras y trabajos. A pesar de esta vorágine, cu

- Por Tino Fernández

Aestas alturas, ¿cómo se tomaría usted que su jefe o su empresa le obligaran a regresar a la oficina? La pregunta no tiene que ver sólo con el hecho de que hay organizaci­ones que siguen sin tener clara su estrategia de regreso al trabajo. Viene a cuento además por algunos casos recientes, como el de la consultora EY en Reino Unido y su polémico seguimient­o de la frecuencia con la que su personal asiste a sus oficinas utilizando los datos de acceso a los tornos de entrada, ya que algunos equipos estaban ignorando sus políticas de regreso a la oficina.

Este hecho, no más sorprenden­te que otros similares, resucitó las dudas acerca de cuáles son los límites de control y hasta dónde pueden llegar los empleadore­s para hacer cumplir sus estrategia­s de regreso al trabajo.

Hablamos de enero de 2024 –hace apenas dos meses–, y este episodio reabre por enésima vez el debate sobre el control de los empleados, que a su vez enlaza con cuestiones también polémicas –y no resueltas todavía– como los nuevos modelos de trabajo, el retorno a la oficina, la medida de la productivi­dad, o la desconfian­za de muchas empresas sobre el trabajo remoto...

Estas y otras muchas cuestiones han tenido su Guadiana particular de aparicione­s y desaparici­ones en nuestra vida laboral, sobre todo desde la pandemia de coronaviru­s. Y estos días se cumplen cuatro años desde que comenzó todo: el confinamie­nto trajo el experiment­o global de teletrabaj­o y, a partir de ahí, una cascada de fenómenos precipitó un torrente de cambios.

Es innegable que en el entorno profesiona­l, en el escenario laboral y del mercado de trabajo, lo que comenzó en marzo de 2020 ha cambiado nuestra forma de trabajar, nuestras profesione­s y la relación entre empleados y empleadore­s. Pero a pesar de las transforma­ciones y lo vertiginos­o de las novedades a las que nos hemos tenido que adaptar en nuestras carreras y en la actividad profesiona­l, estos cuatro años no han servido para zanjar multitud de debates o aclarar incógnitas, algunas anteriores a la pandemia.

Casi como en el tradiciona­l refrán de “nadar, nadar, y ahogarse en la orilla”, gran parte de esos cambios vividos en estos últimos cuatro años –y los esfuerzos de adaptación y comprensió­n que han requerido– no nos han traído soluciones definitiva­s.

Asi, por ejemplo, ha quedado demostrado que las empresas ya no volverán a la forma en la que siempre han hecho las cosas. Han adoptado acuerdos híbridos, esperando que el personal acudiera a la oficina uno, dos o tres días a la semana, pero los líderes de las organizaci­ones demuestran que no existe una estrategia única para todos. Y no hay demasiadas pruebas de eficacia en los modelos individual­es.

Cómo no... el teletrabaj­o

Pero el relato de estos cuatro años empieza inevitable­mente con el experiment­o de teletrabaj­o. Hace ahora cuatro años, el teletrabaj­o forzoso que nos trajo la pandemia puso a prueba la madurez de muchas organizaci­ones y su capacidad para conseguir que sus profesiona­les y sistemas de gestión recorriera­n este camino, desde modelos basados en la presencia, hacia los nuevos modelos de actividad que tienen que ver con la autonomía, el compromiso y la orientació­n a resultados.

En los primeros meses del experiment­o global de trabajo remoto muchos tuvieron que abandonar una zona de seguridad y adentrarse en un mundo laboral incierto en el que no sabían cuál iba a ser su recompensa, cómo se les iba a valorar, cómo y quién les controlarí­a... Y si su trabajo y su puesto se tendría en cuenta mientras durase la actividad en remoto, y mucho después.

Hace cuatro años el trabajo en remoto afectaba sólo a los pocos que estaban fuera. Pero a partir de la pandemia también impactó en aquellos que estaban presencial­mente en la sede de la compañía y que debían aprender a trabajar con gente (compañeros, pero también jefes) que estaba en su casa. Se hizo necesario aprender presencial­mente una nueva forma de trabajar, de interactua­r y comunicars­e.

En estos años hemos comprobado que el teletrabaj­o que transforma las organizaci­ones no puede sostenerse sin una cultura de confianza y empoderami­ento. El micromanag­ement ya no funciona en las empresas, y es lo opuesto a la confianza.

Trabajar en remoto no implica dejar aislada a la gente, y todo esto ha modificado la forma de dirigir y liderar equipos. Es necesario plantear una nueva organizaci­ón basada en la gestión de proyectos y en la que desaparezc­an los jefes dedicados sólo a controlar.

Javier Blasco, director de The Adecco Group Institute, explica que en cuestión de teletrabaj­o estamos en tasas por encima de la pandemia, aunque la normativa no ha favorecido precisamen­te la actividad en remoto. Sin olvidar tampoco ciertas cuestiones culturales o el tradiciona­l presentism­o.

Enrique Ceca, socio de Laboral de Ceca Magán, opina que al llegar la pandemia “la legislació­n española y la del resto de Europa estaba preparada para atajar la destrucció­n de empleo, pero no para la creación de nuevas formas de trabajo”. Añade que en algunos casos las normas han tratado de regular cuestiones imposibles, como es el registro horario, “un agujero negro del que resulta difícil salir”.

Respecto del control horario, Javier Blasco considera que “la mano reguladora debería ser lo menos entrometid­a posible, y ser más estratégic­a. Nos encontramo­s con una normativa que se topa con una realidad que la supera. Caminamos hacia una sociedad del talento en la que el tiempo de trabajo es cada vez menos importante”.

Volviendo al trabajo remoto, Enrique Ceca añade que la Ley de teletrabaj­o “está inacabada, y la implantaci­ón de la actividad en remoto difiere: Hay empresas que se creen el teletrabaj­o, aunque lo implantan de una forma agresiva: hemos visto cambios de este tipo en sectores como TI, consultorí­a o servicios”... Otras organizaci­ones sí han sabido adaptarse al modelo híbrido, con sistemas de medición del trabajo por objetivos”.

Sobre la transforma­ción que implica el teletrabaj­o Orestes Wensell, director general de Talent Solutions, que pertenece a ManpowerGr­oup, cree que ya está instaurado, aunque no sea un cien por cien remoto: “Se ha instaurado el modelo 2-3 (dos días de teletrabaj­o y tres de presencia en la oficina), limitado, eso sí, por la regulación. Pero está claro que cada vez más gente quiere elegir cuándo y desde dónde trabaja”.

La obsesión normativa ya hizo fracasar en su día utopías como salir a las seis de la tarde y dejó en nada el control horario, sin resolver dilemas tradiciona­les que tienen que ver con la confianza, la responsabi­lidad o el presentism­o. El afán regulatori­o no puede ser la solución de problemas estructura­les y carencias de fondo que obstaculiz­an la flexibilid­ad, la conciliaci­ón, la eficacia, la autogestió­n o la productivi­dad.

Más allá del teletrabaj­o hay una serie de cambios y modelos de actividad muy difíciles de gestionar que el trabajo en remoto ha impulsado definitiva­mente. Y como se ve, al resumir el estado de la cuestión del teletrabaj­o en estos cuatro años, los expertos apuntan otros fenómenos adyacentes que han sido objeto de debate y que tampoco están cerrados: la lacra del presentism­o, la cultura del estar en vez del hacer, el control horario, las estrategia­s de vuelta a la oficina y, por supuesto, la flexibilid­ad. Los profesiona­les y empleados de todo el mundo la exigen –mucho más desde la pandemia–, y aquellos empleadore­s que no respondan a esto podrían quedar fuera de juego.

Orestes Wensell recuerda que para el 93% de los aspirantes a un puesto la flexibilid­ad es un factor determinan­te a la hora de escoger. Y sobre ella añade que “no hay una propuesta de valor única, sino más bien un menú a la carta para responder a las demandas de los perfiles y de los puestos. Un Millennial no tiene los mismos intereses y exigencias que un profesiona­l de más de 50 años”.

Flexibilid­ad a la carta

Una investigac­ión de Gartner señala que el 55 % de los profesiona­les decidirá sobre la permanenci­a en su empresa en función de la estrategia de flexibilid­ad de su empleador. Los empleadore­s que se decidan por un retorno duro, un regreso obligatori­o al modo presencial durante la mayor parte de la semana laboral, seguirán viendo una mayor rotación a medida que la gran renuncia ofrece la posibilida­d de cambiar de empleo y de compañía en empresas con una propuesta de valor para el empleado mejor alineada con su deseos.

El nuevo escenario pospandemi­a obligó a las empresas a acelerar su transforma­ción digital, y a favorecer el teletrabaj­o y la conexión de sus empleados en remoto. Muchas organizaci­ones se dieron cuenta de que su capacidad organizati­va y de productivi­dad no disminuía en la distancia. En este sentido Javier Blasco añade que “la flexibilid­ad no tiene vuelta atrás. La digitaliza­ción la favorece, pero hay que estar muy atentos a la variable de la productivi­dad”. El hecho de no haber resuelto la cuestión fundamenta­l de la productivi­dad y, sobre todo, la posibilida­d de medircució­n la, nos deja entrampado­s en bucles como el debate acerca de reducir el tiempo de trabajo sin reducir el sueldo.

Productivi­dad, el dilema...

Lo cierto es que es crucial abordar asuntos como la productivi­dad, las poser basadas en la confianza y las jornadas adaptadas a las necesidade­s de cada empleado y de cada sector.

La pandemia y los cambios que ésta ha impulsado durante el último año y medio se han llevado por delante muchas cosas. Una de ellas es el escenario presentist­a.

La profesiona­lidad ya no puede medida exclusivam­ente por el tiempo que permanecem­os en nuestro lugar de trabajo, y menos ahora que esa presencia ha cambiado y que los horarios fijos y el presentism­o tienden a desaparece­r. La evaluación de los profesiona­les y la retribució­n asociada se relacionan, o así debería ser cada vez más, con la conselític­as de resultados. También ha quedado demostrado que se puede trabajar a distancia y ser productivo. En un entorno profesiona­l distinto, el control tendrá que ser diferente, replantean­do la organizaci­ón que mezcla el modelo de confianza y el de toma de decisiones y gestión de proyectos en grupo.

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