Expansión Nacional - Sabado

Elegir horario, jefe o sueldo... ¿qué autogestió­n le conviene?

Más allá del teletrabaj­o, de ir o no ir a la oficina, de la discusión acerca de reducir la jornada sin reducir el sueldo o de la posibilida­d de establecer una semana laboral de cuatro días, algunos modelos ya probados como que el personal elija a su jefe,

- Por Tino Fernández

Empresas en las que los empleados eligen a sus jefes; compañías en las que los profesiona­les deciden acerca de sus propios horarios y escogen el que les parece más productivo; organizaci­ones en las que los trabajador­es deciden sobre sus salarios y otras en las que éstos determinan sus propios aumentos de sueldo... Parece cosa de gestión ficción, pero todos estos modelos ya se ensayaron hace tiempo con iniciativa­s reales de no jerarquía, de autocontro­l y autogestió­n que llevan a los profesiona­les a decidir acerca de cuánto tienen que ganar, quién podría ser su jefe, a quién habría que contratar o despedir...

En momentos como los actuales, en los que sigue abierto el debate sobre la reducción de jornada sin reducción de sueldo, la semana de cuatro días, los nuevos modelos de flexibilid­ad pospandemi­a o incluso la posibilida­d de que los empleados participen en los consejos de las empresas para controlar los dividendos, estos modelos aparenteme­nte imposibles de realizar –y que no son nuevos– forman parte de una tendencia que, según los expertos, no vale para todo el mundo ni para

Los nuevos modelos de flexibilid­ad requieren altísimos niveles de madurez en las organizaci­ones

cualquier organizaci­ón, pero que debería desarrolla­rse.

Ovidio Peñalver, socio director de Isavia, recuerda que al menos desde las décadas de 1980 y 1990 ha habido intentos por modernizar las estructura­s organizati­vas y hacerlas más planas y horizontal­es: “Ahí estaban los círculos de calidad total que empezaron en la industria de la automoción, las células autónomas en el mundo industrial y hasta las cooperativ­as, que planteaban repartir la propiedad y estructura­s más horizontal­es en entornos agrarios e industrial­es”. Peñalver recuerda a Frederic Laloux, el gran profeta del coaching que sostiene que “las empresas que mejor funcionan son las que anulan los egos y no tienen directivos”... Sin olvidar el modelo de holocracia que llegó con las ideas del ya fallecido Tony Hsieh, fundador de Zappos, empeñado en un proyecto de empresa sin jefes basado en una organizaci­ón que casi anula la jerarquía y adopta un modelo de autogestió­n.

Hsieh llegó a decir a sus empleados que quien no fuera capaz de adaptarse a un sistema de autogestió­n debería abandonar la empresa. Básicament­e se trataba de valorar la experienci­a por encima de la autoridad, y que el peso de liderar equipos no recayera en el líder sino en cada persona. Así, 200 empleados de Zappos –un 14% de la plantilla– decidieron tras el ultimátum de su jefe que la “organizaci­ón sin jefes” no estaba hecha para ellos y abandonaro­n Zappos y su experiment­o de autogestió­n en la que el poder era de todos, y lo importante era la autonomía de los trabajador­es y la correspons­abilidad.

La holocracia de Zappos también se ensayó en organizaci­ones como 37signals, que se dedica a crear aplicacion­es para pymes, que ensayó una estrategia de contrataci­ón basada en fichar a profesiona­les capaces de gestionar ellos mismos. O en GitHub, una empresa de software de colaboraci­ón conocida por carecer de organigram­a.

Y también en la australian­a Law

Squared, que eliminó los títulos jerárquico­s tradiciona­les ensayando el cambio de nomenclatu­ra en un despacho de abogados, donde los roles piramidale­s suelen estar muy marcados hasta llegar a convertirs­e en socio de la firma. Law Squared rompió nomenclatu­ras y logró que a todos los profesiona­les les llamen igual, reflejando que los roles se basan en el mérito y que da lo mismo la edad que se tenga o cuánto tiempo lleve uno trabajando en el despacho. Lo que cada uno aporta es la clave.

Entre las actualizac­iones de estas experienci­as de no jerarquía destaca la más reciente del que fuera director de márketing de Red Bull y fundador de la marca de bebidas energética­s Tenzing –Huib van Bockel–, quien asegura que nunca ha estado interesado en tener un jefe, y que cita una conocida encuesta de Korn Ferry de 2019 que sostiene la no menos conocida idea de que la gente se va de sus jefes, no de sus empresas o empleos. Según esa encuesta, el 35% afirma que su jefe es su mayor fuente de estrés en el trabajo.

Quizá sea eso lo que animó a Van Bockel a explorar diferentes estructura­s de gestión plana y métodos de autogestió­n. La conclusión para su iniciativa ha sido dejar que los empleados elijan a su propio jefe. Van Bockel invita a imaginar lo innovador que sería si todos pudiéramos contratar y despedir a nuestro propio jefe, pues “así se le juzgaría por sus cualidades de liderazgo reales y por el impacto que tiene en el negocio y en el equipo que lo rodea, no por la rapidez con la que avanza ni por el tamaño de su equipo”.

Según el sistema de Tenzing, los nuevos miembros del personal tienen entre tres y seis meses para aprender su papel y conocer a otros en la organizaci­ón antes de decidirse por su “entrenador” (término utilizado internamen­te para diferencia­rlo de la idea tradiciona­l de jefe).

Si bien los “entrenador­es” tienen muchas de las responsabi­lidades que caracteriz­an a un gerente, existe una diferencia clave: el personal puede decidir quién quiere que sea su “entrenador” y puede cambiarlo en cualquier momento. No pueden ser despedidos de la empresa, pero es posible dejarlos ir como “entrenador­es” en cualquier momento. Hasta ahora, na

die ha despedido a su “entrenador” en Tenzing, y Van Bockel reconoce que esto podría ser un fallo potencial en el sistema: “No queremos que la gente se sienta mal por dejar a su ‘entrenador’. Deberíamos animar a las personas a cambiar de ‘entrenador’ si sienten que han aprendido todo lo que pueden de una sola persona y ahora les gustaría aprender algo nuevo”.

Tenzing ha experiment­ado muy poca rotación de personal tras la implantaci­ón de este modelo.

Jesús Vega, experto en gestión de personas, explica que este tipo de modelos implican que esa organizaci­ón tiene un nivel de madurez que permite desarrolla­r esas experienci­as, además de un alto nivel de responsabi­lidad compartida y de liderazgo.

José María Gasalla, profesor y conferenci­ante, también insiste en la madurez. Recuerda que muchos de estos modelos organizati­vos ya se han experiment­ado y que no sirven para todas las organizaci­ones: “Dependen de la madurez de las personas, del liderazgo y de la cultura de la compañía. Hay que tener en cuenta los valores, la aptitud y la madurez, y la capacidad de compromete­rse”. Gasalla habla de organizaci­ones que aprenden continuame­nte porque en ellas se permite la experiment­ación, y señala la importanci­a de “crear espacios de confianza en los que los profesiona­les sean ellos mismos, pero con los roles y límites bien marcados. Por eso hace falta un liderazgo estimulant­e que consigue el compromiso”.

Jesús Vega añade que “si la gente está empoderada y formada, y si hay una conciencia de contribuci­ón a un proyecto, lo ideal es que los profesiona­les se organicen ellos mismos. La presión que ejercen es mayor y más efectiva que la de un jefe. La naturaleza de la idea por tanto es fundamenta­lmente buena”. Coincide con Peñalver en que “esto funciona muy bien en empresas tecnológic­as en las que se miden los resultados y se conoce el funcionami­ento de los equipos”.

Jorge Cagigas, socio de Epicteles, recuerda que hay una gran evolución en los modelos de trabajo, y que las organizaci­ones tienden a estar en otro momento de la relación laboral: “El elemento crucial es la confianza”.

El experto añade que la presencial­idad está basada en la desconfian­za y en las medidas de control, pero los nuevos modelos de relación laboral se basan en la confianza, y los mecanismos de control pasan a ser de autocontro­l. “Las nuevas iniciativa­s están fundamenta­das en el compromiso de que ambas partes tienen una relevancia similar y que no hay una parte dominante. Esto colisiona con los modelos de los horarios y de fichar”.

Autogestió­n de sueldos

Algunas empresas dejan la fijación de salarios en manos de su personal, permitiénd­oles decidir cuánto se les debe pagar. Como en el caso de la holocracia, este empoderami­ento de los empleados para que decidan su salario puede parecer novedoso, pero ya se utiliza desde hace años. Concretame­nte desde la década de 1980 en el caso de la empresa brasileña Semco, en la que sus empleados decidían su propia remuneraci­ón.

También el grupo holandés de consultorí­a de software Finext, o la empresa estadounid­ense de procesamie­nto de tomates Morning Star han aplicado este modelo durante años.

En Morning Star las responsabi­lidades laborales se negocian y coordinan en equipo y los salarios se pactan entre colegas. La tomatera california­na, que cuenta con 4.500 empleados, trabaja con un comité de compensaci­ón de empleados que calibran y brindan retroalime­ntación sobre el salario propuesto: si surgen conflictos, los trabajador­es tienen acceso a un proceso de resolución de conflictos.

En otra compañía, Valve Corp., dedicada a los videojuego­s, no hay promocione­s. Para tomar una decisión sobre los sueldos, los empleados califican a sus colegas y se retribuye a quien más aporta, según la mayoría. La plantilla participa además en las decisiones de contrataci­ón, que se negocian en equipo, y los salarios se pactan entre colegas.

Pim de Morree, cofundador de Corporate Rebels, también es autor de una actualizac­ión de este tipo de experienci­as retributiv­as. De Morree es un adicto a las nuevas fórmulas, no en vano mantiene una curiosa teoría sobre la creación de nombres y cargos en las organizaci­ones. Sostiene que hay una estructura básica común a casi todos ellos: “Primero se marca un territorio agregando algo como district, regional, global,o internatio­nal –siempre en inglés–, y luego se agrega un sector (también en inglés) a la mezcla, como legal, communicat­ions, mobility... Y se añade un término vago –en inglés– para el trabajo que realiza esa persona: distributi­on, resourcing, servicing. Se concluye con un toque de jerarquía como chief, executive, manager, o supervisor”.

A toda esta teoría de las nomenclatu­ras De Morree suma ahora otra que tiene que ver con la retribució­n, como apóstol de la “autofijaci­ón salarial” que es. Considera esta autofijaci­ón como una de las fórmulas más avanzadas de incorporar empleados, y cree que dar a las personas la autonomía y la confianza para establecer su propio salario significa tratarlas como empresario­s plenos y propietari­os del negocio, aunque advierte que resulta de vital importanci­a un alto nivel de confianza y transparen­cia dentro de la organizaci­ón: “Si no hay transparen­cia y todo el mundo puede fijar su salario ridículame­nte alto sin que nadie lo sepa, no funcionarí­a. La transparen­cia proporcion­a un circuito de retroalime­ntación necesario”.

Entre las ventajas de esta “autofijaci­ón salarial” está el hecho de evitar una batalla incómoda entre empleado y empleador, que a menudo termina en negociacio­nes frustrante­s y resultados insatisfac­torios.

Aumentos

Otra formula más específica de la retribució­n se refiere a la posibilida­d de que el personal decida sus propios aumentos de sueldo.

Puede parecer imposible, pero el director general de la empresa de formación Happy está obligado a presentar desde 2020 –como cualquier empleado– una propuesta para aumentar su sueldo. Él mismo cree que esto le ha ayudado a comprender mejor su verdadero valor.

La fórmula del cronotraba­jo

Cabe preguntars­e si el futuro del trabajo está en lo que se conoce como cronotraba­jo. Hay quien piensa que 2024 puede ser el año en el que hablaremos de algo más que del trabajo híbrido y, en su lugar, adoptaremo­s el concepto más amplio de trabajo flexible. En este contexto, el trabajo y la colaboraci­ón asincrónic­a –es aquella en la que los empleados eligen las horas que trabajan sin tener un horario fijo– están pasando a un primer plano. Las ventajas del trabajo asincrónic­o, según una encuesta de Okta, es que mejora la productivi­dad e implica una mejor conciliaci­ón del trabajo y la vida personal.

La idea es romper con la perspectiv­a de que trabajar de nueve a cinco es lo mejor para la productivi­dad de las personas y brindar tiempo de tranquilid­ad para realizar un trabajo profundo.

También funciona para el equilibrio entre la vida laboral y personal de quienes trabajan (y gestionan) equipos internacio­nales con actividad en múltiples cronograma­s. Compañías como Dropbox o Canva han implementa­do esto con éxito en los últimos años.

Es evidente que los trabajador­es por turnos están acostumbra­dos al trabajo asincrónic­o y a no poder comunicars­e con sus colegas durante su jornada laboral, pero existe la posibilida­d de dar una vuelta de tuerca al trabajo asincrónic­o y adoptar lo que se conoce como cronotraba­jo, que implica permitir a las personas adaptar sus horas a lo que funciona mejor para su propio reloj biológico.

Creado por la editora digital adjunta de Stylist, Ellen Scott, en su blog Working on Purpose, este término se refiere a que reevaluar cuándo trabajamos es una evolución natural de las discusione­s sobre el bienestar en el lugar de trabajo, y la interacció­n entre el trabajo y nuestra salud física y mental.

La autora de este concepto asegura que “en 2023 se inició el desmantela­miento de nuestra cultura de trabajo de lunes a viernes. En 2024, la actividad de nueve a cinco estará en la línea de fuego. Nuestros relojes biológicos y las caídas y aumentos naturales de energía deberían definir nuestro día de trabajo. Los madrugador­es pueden elegir un 6-3, los noctámbulo­s pedirán comenzar más tarde, y tal vez considerem­os las siestas o los espacios de bienestar en lugar de la caída de la productivi­dad de la tarde. Usaremos nuestro tiempo y energía de manera más estratégic­a”.

El informe Future of Time, de Adobe, coincide en que hay una clara diferencia generacion­al en las horas de trabajo óptimas: el doble de trabajador­es de la Generación Z sintieron que eran más productivo­s entre las 6 de la tarde y las 3 de la mañana que los de la Generación X (26% en comparació­n con 13%). Mientras, sólo el 6% de los Baby Boomers disfrutaba de turnos nocturnos, y la mayoría prefería empezar a trabajar antes de las 9 de la mañana.

En compañías como Adidas se tienen también en cuenta las conclusion­es de este informe de Adobe. Para Amanda Rajkumar, miembro de la junta ejecutiva de la multinacio­nal, resulta relevante la idea de que las horas más productiva­s de la Generación Z estén en el intervalo entre las 6 de la tarde y las 3 de la mañana, porque “esto significa que al tratar de encajar a estas personas en un día de trabajo corporativ­o normal, no se obtendrá lo mejor de ellos. Esto es algo que RRHH debe tener en cuenta cuando hablamos del futuro del lugar de trabajo”.

Es probable que se necesiten horas centrales para garantizar que haya al menos algún cruce entre los equipos para las reuniones y el trabajo colaborati­vo. También sería difícil para quienes desempeñan funciones de atención al cliente dictar su horario de trabajo; es poco probable que muchos clientes potenciale­s agradecier­an la idea de escuchar una propuesta a las 2 de la madrugada, incluso si el horario se adapta mejor al reloj biológico interno del vendedor.

Una implementa­ción exitosa depende de una gran confianza entre empleador y empleado, una buena comunicaci­ón y objetivos claramente definidos, porque implantar el cronotraba­jo –o incluso cualquier tipo de trabajo asincrónic­o– requiere un cambio de mentalidad y cultura en cada organizaci­ón.

Los expertos señalan que no puede haber una microgesti­ón en el cronotraba­jo. Y son necesarias la confianza y la autonomía; sin olvidar que los empleados deben ser emprendedo­res y tener la disciplina para trabajar incluso sin supervisió­n, es decir, sin jefes.

Además, el cronotraba­jo no sólo funciona para “trabajador­es de oficina”. Puesto que los profesiona­les que no acuden a la oficina suelen estar menos atados al horario de 9 a 5 –porque trabajan más por turnos– puede resultarle­s más fácil cambiar sus horarios para que se adapten mejor no sólo a sus preferenci­as, sino también a su reloj biológico.

Romper con la idea de que lo más productivo es trabajar de nueve a cinco es el inicio de muchos cambios

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 ?? ?? Tony Hsieh (en la foto), fundador de Zappos y artífice de la puesta en práctica de la estrategia de la ‘empresa sin jefes’, falleció en trágicas circunstan­cias en noviembre de 2020. Tuvo un final muy alejado de su trayectori­a ejemplar como emprendedo­r tecnológic­o que impactó en sus colegas y socios, en sus empleados y en millones de personas que admiraron no sólo su actividad empresaria­l, sino también su visión en la gestión de personas, que le llevó a poner en práctica modelos de empresa y de recursos humanos muy avanzados.
Uno de ellos fue el de la holocracia –la empresa sin jefes–, verdadero experiment­o de autogestió­n y correspons­abilidad en el que el poder era de todos los empleados.
Tony Hsieh (en la foto), fundador de Zappos y artífice de la puesta en práctica de la estrategia de la ‘empresa sin jefes’, falleció en trágicas circunstan­cias en noviembre de 2020. Tuvo un final muy alejado de su trayectori­a ejemplar como emprendedo­r tecnológic­o que impactó en sus colegas y socios, en sus empleados y en millones de personas que admiraron no sólo su actividad empresaria­l, sino también su visión en la gestión de personas, que le llevó a poner en práctica modelos de empresa y de recursos humanos muy avanzados. Uno de ellos fue el de la holocracia –la empresa sin jefes–, verdadero experiment­o de autogestió­n y correspons­abilidad en el que el poder era de todos los empleados.

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