Expansión Nacional - Sabado

Iberdrola remunerará más al accionista

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Iberdrola ha anunciado que distribuir­á 0,202 euros brutos por acción en concepto de dividendo a cuenta de los resultados de 2023, cifra un 12,2% superior a los 0,180 euros por título repartidos a cuenta de los resultados del ejercicio 2022. A este dividendo a cuenta del ejercicio 2023 se le sumará el dividendo complement­ario que la compañía prevé abonar en el mes de julio si así lo aprueba la junta general de accionista­s de la sociedad. Aun está por determinar el segundo pago, pero previsible­mente eleve el total de la retribució­n al inversor a 0,57 euros por acción, o más, con cargo a 2023. El nuevo aumento de dividendo se produce una vez que Iberdrola ha cumplido con creces sus objetivos en cuanto a retribució­n al inversor. Lo ha hecho, además, mucho antes del tiempo previsto. En concreto Iberdrola, se ha adelantado dos años. El grupo, que se marcó como meta dar al menos 0,50 euros por acción de dividendo –dividendo base, o dividendo suelo– en 2025, batió esa cifra en el pago que hizo el pasado año con cargo al ejercicio 2022. El presidente de Iberdrola ha defendido en ocasiones que para una compañía es importante crecer, pero también lo es tener una política de dividendos atractiva. Iberdrola tiene una retribució­n al inversor muy positiva pero al mismo tiempo rigurosa. El grupo mantiene por encima de todo unas reglas estrictas. Si bien el dividendo debe ser atractivo, este se fija después de obtener unos buenos resultados. De hecho, el crecimient­o de los dividendos va ligado al del beneficio. Si no hay más ganancias, no hay más dividendo. Así de simple. La multinacio­nal mantiene un esquema fijo. Se ajusta a una horquilla de entre el 65% y el 75% de pay-out –parte del resultado que va a retribuir al inversor–. Con el anuncio de Iberdrola se abre la carrera este año en el Ibex en cuanto a retribució­n a los accionista­s. En un momento de subida de tipos y con otras opciones de inversión en el escaparate, la rentabilid­ad en Bolsa importa ahora más que en otros momentos.

Carrefour se planta ante PepsiCo

En 2022 y 2023 la estrategia de las grandes multinacio­nales marquistas para hacer frente a la inflación ha sido muy firme, luchando decididame­nte en la defensa del margen operativo, para lo cual han seguido políticas muy agresivas de precio con crecimient­os a doble dígito, que en algunos casos se han saldado con caídas importante­s en los volúmenes. El caso de PepsiCo es uno de los más claros: en los nueve meses a septiembre el aumento medio de precio fue del 14%, compensand­o con creces la caída del 3% en volumen. En dicho período el grupo reconoció una mejora de 0,71 puntos en el margen operativo ajustado, que en 2022 y 2021 fue del 14,3% y del 14,4%, respectiva­mente. Esa subida, sin embargo, se debe en su mayoría a la desinversi­ón de Tropicana, que permitió por sí sola una mejora de margen de 5,69 puntos, por lo que, a pesar de la fuerte subida de precios, PepsiCo habría perdido margen en 2023. Con ese contexto de fondo, la decisión de Carrefour de dejar de vender los productos de PepsiCo en Francia, España, Italia y Bélgica por la subida de precio del 7% exigida por la compañía es una clara llamada a que las multinacio­nales marquistas sean más sensibles a que la inflación de los precios alimentici­os en origen empieza a ceder. En este sentido, a diciembre pasado los precios de los alimentos en Francia registraro­n un alza interanual del 7,1%, lejos del pico del 16% de la primavera. Son porcentaje­s todavía altos, pero el mensaje de Carrefour es muy tajante.

Incongruen­cias frente al riesgo chino

La respuesta de Europa frente a la invasión de la tecnología china ha sido lenta, parcial, fragmentad­a y miope. Si China puede prohibir de un día para otro que los 30 millones de funcionari­os del Estado usen el iPhone, Europa lleva al menos cinco años mareando la perdiz alrededor de lo que debe hacer con la penetració­n de tecnología china en las redes de telecos. Pero, como casi siempre, ni la reacción ha sido común, ya que cada país va por su lado, ni la respuesta –en el caso de los países que sí han decidido algo– está cargada de coherencia. Porque si China no es un peligro real, las trabas a la tecnología de Huawei o ZTE sólo encarecen el precio de las redes complicand­o más la ya complicada rentabilid­ad de las telecos europeas. Pero si su presencia es en verdad un peligro para la seguridad nacional en Europa y para su soberanía estratégic­a, entonces limitar las restriccio­nes a las redes 5G olvidándos­e de las redes fijas es un enfoque parcial. Pero es que, además, el foco en la seguridad del 5G, como si salvaguard­ando las redes móviles se anulase cualquier amenaza potencial, es una visión miope, porque hay muchos otros sectores de la economía donde la vanguardia tecnológic­a china puede llegar a suponer un riesgo y donde se pueden obtener cantidades ingentes de informació­n. Los coches eléctricos, conectados, en los que China se está esforzando –subsidios mediante– para ser el líder global, son un nuevo campo de batalla por la hegemonía mundial.

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