La nueva frontera agrícola de EEUU: granjas verticales
Tras años de pruebas en laboratorios, las empresas compiten por aumentar sus operaciones para la producción comercial de plantas.
EL FUTURO DE LA AGROINDUSTRIA
El polígono industrial sobre los pantanos que hay entre Newark, New Jersey y Manhattan parece un buen lugar para fabricar pavimento o cristal. Sin embargo, algo más apetecible está creciendo dentro de una de sus naves: fresas.
Entre el persistente zumbido del aire acondicionado y bajo el resplandor de los fluorescentes, se despliegan frutos de exquisito sabor junto con bandejas de verduras de hoja verde. Todo está controlado por máquinas y técnicos informáticos que hablan de introducir ciertos “perfiles de sabores” o de “optimizar” la rentabilidad. Se trata de un escenario de la naturaleza dominado por la tecnología, algo impresionante y perturbador a la vez. Como en Parque Jurásico. “Estamos viendo el futuro”, dice Irving Fain, autor intelectual del proyecto.
Fain es el fundador y consejero delegado de Bowery Farming, líder de una nueva cosecha de empresas que intentan revolucionar el suministro mundial de alimentos mediante la agricultura vertical. Es decir, plantar frutas y verduras en entornos cerrados y muy controlados que usan la automatización, la ciencia y enormes cantidades de procesadores de datos. Tras años de pruebas en laboratorios, Bowery, entre otros, están aumentando la producción comercial para lograr cuota de un mercado que podría ser enorme.
Es muy difícil encontrar datos fiables. Pero una firma, Grand View Research, estima que las ventas alcanzaron los 4.300 millones de dólares (4.200 millones de euros) el año pasado, frente a los 1.000 millones de 2019. Se prevé un crecimiento anual compuesto del 25,5% hasta 2030. Aunque Estados Unidos ha sido el caldo de cultivo del sector, los gobiernos de Oriente Medio, donde las condiciones para cultivar estos productos son inhóspitas, están especialmente interesados.
Los agricultores verticales hablan de muchos beneficios. Sin tener que preocuparse por las condiciones externas, como las plagas, las inundaciones o la sequía, los científicos de Bowery pueden elegir entre una amplia variedad más sabrosa de cultivos que de otra forma jamás llegarían a las tiendas. El entorno interior les permite obtener cosechas sin pesticidas o herbicidas, y con un 90% menos de agua que la utilizada en una explotación tradicional. En un circuito cerrado, la humedad que emiten las plantas es absorbida por los deshumidificadores y reciclada para la irrigación.
Mayor producción
Con hileras de cultivos apilados uno encima del otro, en varios pisos de altura, las granjas verticales pueden producir muchas más veces por hectárea que un invernadero comparable, y no digamos el campo tradicional. Y porque los cultivos verticales pueden, en teoría, localizarse casi en cualquier parte, la producción puede realizarse en un polígono industrial pegado a Nueva York en lugar de transportarla desde el campo. Eso significa que puede trasladarse desde una máquina cortadora a la estantería de una tienda en horas.
“No tiene ningún sentido traer una lechuga desde California a Nueva York”, afirma José Andrés, el chef español aclamado por dinamizar el sector de la restauración en Washington DC y admirado por alimentar a miles de personas en zonas de catástrofes a través de su ONG World Central Kitchen.
Andrés es inversor y asesor de Bowery. Cree que las granjas verticales son una forma esencial de alimentar a la población en un momento en que la tierra está cediendo ante el estrés de la agricultura tradicional. “Habrá miles de cultivos verticales en el mundo”, afirma mientras prueba una fresa. “El tren ya ha salido de la estación”.
Las granjas verticales han ayudado al sector de la tecnología agrícola a atraer 5.000 millones de dólares en financiación el año pasado, según Crunchbase, la plataforma de información empresarial.
ARCO/Murray, una firma de ingeniería de Chicago, ha creado una división para ayudar a la creciente lista de proyectos de agricultura interior a construir y adecuar las instalaciones. Patrick Hidder, director del grupo, describe un sector frenético con una mezcolanza de opciones y secretos muy bien guardados.
“El cannabis va probablemente de tres a cinco años por delante de los vegetales, en términos de instalaciones, aunque es verdad que los vegetales siempre han sido legales”, añade Hidder.
Se prevé que las ventas de productos de granjas verticales crecerá un 25,5% hasta 2030
Cultivar en interior permite obtener cosechas sin pesticidas y con un 90% menos de agua
pere estos retos, podría caer en el último obstáculo: la batalla brutal por introducir su mezcla de ensaladas en las estanterías de las grandes superficies.
Habiendo estudiado el sector, Ceres ha optado por una estrategia diferente. Cree que aún existen terrenos baratos a solo unas horas en coche de los mayores centros de distribución y conseguir que los grandes invernaderos sean una alternativa menos costosa y arriesgada. Así que la firma está invirtiendo en invernaderos de última generación, con equipos holandeses ya existentes, en lugar de gastar tiempo y dinero en diseñar granjas verticales.
Es el equivalente a comprar un Audi en lugar de construir un Fórmula I, dice Howell: “Algunas veces, con las granjas verticales están solucionando un problema que no existe.”
Tecnología avanzada
Sin embargo, Bowery acaba de inaugurar su instalación más avanzadas a poco más de 100 kilómetros de Nueva York, un polígono industrial moderno sobre los terrenos de una antigua fábrica de acero.
Como artilugios en una línea de producción, las plantas avanzan a través de varias estaciones de una fábrica impecable que tardó dos años en reconstruirse. “Siempre estamos afinando”, afirma Scott Horoho, vicepresidente senior de Bowery e ingeniero encargado de su diseño. En términos prácticos, su reto consiste en convertir las recetas creadas por los científicos en el laboratorio de investigación de Bowery en New Jersey, en productos de consumo. Todo a su alrededor son bandejas de rúcula, albahaca y lechuga mantequilla, que dan a la nave la fragancia de la mayor ensalada del mundo.
El proceso automatizado es más o menos así: después de que una semilla es introducida en una taza minúscula por un dispensador fabricado en Italia, su primera parada es una sala de germinación ultra Allí descansa durante tres o cinco días, como un bebé prematuro. Cada cinco segundos, un spray pasa por encima mientras las luces se encienden y se apagan a intervalos determinados en la sala de germinación.
Cuando las plantas han alcanzado unos pocos centímetros de altura una máquina succiona estas “plantitas” de sus tazas, fila a fila, y las inyecta en otra enorme bandeja que ha sido diseñada para que circule el oxígeno y los nutrientes alrededor de sus raíces. Bowery llama a estas bandejas del tamaño de un colchón, “balsas”.
Cada balsa tiene su propio código de barras y viaja sobre una cinta transportadora a una de las cinco salas de crecimiento. Dentro hay un entramado de balsas que alcanzan varios pisos de altura, como un garaje con varios niveles. El sistema operativo de Bowery determina el espacio de aparcamiento apropiado para cada balsa, después utiliza un ascensor y un robot, viajando sobre raíles, para guiarla hasta allí.
Una vez en su lugar, se adapta el agua, los nutrientes, el flujo de aire y las luces. Pequeñas cámaras capturan constantemente imágenes de las plantas en crecimiento, volcando datos en el sistema operativo de forma que pueda hacer sus propios ajustes.
Aunque la instalación se controla de forma remota, a Horoho le gusta “caminar por la granja”. “Por mucho que dependamos de la tecnología para controlar la salud de las plantas, no hay nada como un par de ojos”, afirma.
Cuando llega el momento de la cosecha, una máquina ajusta la altura y velocidad de su filo basándose en cada código de barras. Otra las empaqueta, usando tecnología de imágenes y láser que puedan programarse al milímetro para determinar si se debería desechar una hoja porque tiene imperfecciones. “Lo que construimos es un ecosistema”, dice Fain. “Es imitar lo que está fuera, y lo que las plantas quieren y necesitan”.