BCE: decisión sorpresa, pero acertada
Era un día marcado en la agenda desde hace semanas. Pocas veces se había generado tanta expectación ante una reunión del Banco Central Europeo. No son tiempos fáciles; se nos acumulan las incertidumbres y la inflación no para de subir y de alcanzar registros no vistos en más de 40 años.
El BCE decidió acometer una subida de tipos del 0,50%. He visto en un informe catalogar la decisión como “semi sorpresa”. El BCE comunicó en su reunión previa, del 9 de junio, que su intención era subir un 0,25%. El consenso de analistas, en la misma línea, consideraba muy mayoritariamente, más del 90% de los consultados, que se limitaría a esos 25 puntos básicos. Sin embargo, es verdad que se venía barruntando durante los últimos días en los mercados la posibilidad de una subida de medio punto, que finalmente se materializó. Había motivos para no apresurarse en la subida. Las dudas sobre la evolución del flujo de gas que nos llega de Rusia han llenado los medios con titulares sobre la recesión que se avecina. La dimisión de Draghi tampoco ayuda.
En mi opinión la decisión es acertada. La inflación es alta, 8,6% en el dato definitivo de junio, y sin expectativas de corregir a corto plazo. Además, la debilidad del euro empieza a ser un problema añadido. Hace poco volvió, por primera vez en veinte años, a cotizar en paridad frente al dólar tras depreciarse un 12% en lo que llevamos de ejercicio. Es cierto, como expresan en el BCE, que este año es más una cuestión de fortaleza del dólar que de debilidad del euro, pero en cualquier caso la fragilidad frente a una cesta amplia de divisas es también evidente.
Una moneda débil importa inflación
–nos cuesta más dinero lo que importamos– por lo que no es deseable en momentos en los que nos preocupa la escalada de los precios. Por último, al igual que hizo la Fed en junio, hay que aprovechar que los mercados están receptivos a subidas algo más rápidas en un contexto en el que todavía queda margen claro de actuación. Es decir, el movimiento no implicaría que la subida de tipos total vaya a ser mayor, sino que, simplemente, se adelanta en el calendario.
Respecto a las próximas reuniones, septiembre en adelante, Lagarde comentó que se las van a plantear reunión a reunión y que las futuras decisiones estarán marcadas por los datos que vayan conociendo. Esto, que está muy bien, viene a cargarse su herramienta de forward guidance con la que había estado preanunciando sus intenciones para las próximas reuniones.
No menos esperada era la decisión sobre el instrumento antifragmentación en el que estaban trabajando una vez que empezaron a estresarse los diferenciales de deuda de los países periféricos. Se aprobó lo que se ha llamado “Instrumento para la Protección de la Transmisión” de la política monetaria. Este instrumento podrá activarse para “contrarrestar dinámicas de mercado no deseadas o desordenadas que constituyan una seria amenaza para la transmisión de la política monetaria”. Las compras de bonos serán ilimitadas y el volumen dependerá de la gravedad de los riesgos a la efectiva transmisión de la política monetaria.
Ahora bien, el BCE ha establecido cuatro criterios de elegibilidad (¿condiciones?) que tienen que cumplir los países que necesiten activar el instrumento, y que en última estancia se traducen en el cumplimiento del marco fiscal de la UE y en la ausencia de desequilibrios macroeconómicos graves. La sensación que está dejando en el mercado es que es lo suficientemente vago –sujeto a interpretaciones– como para contentar a todo el mundo, pero que corre el riesgo de ser poco operativo y rápido en caso de que tenga que utilizarse. Probablemente esa es la idea, que no tengan que utilizarlo. Ya saben, si quieres la paz, prepárate para la guerra.