Expansión C. Valenciana

La equivalenc­ia de España e Inglaterra

La final de la Eurocopa muestra el cambio tan positivo de la imagen de España que tienen los ingleses, con la que sueñan para sus vacaciones.

- Tom Burns Marañón

Anoche me dio bastante igual si España, donde vivo desde hace mucho tiempo, se hacía con la Eurocopa o si el trofeo lo ganaba Inglaterra, que es donde nací. En ocasiones el mestizaje hispano británico es valioso y la final futbolera en Berlín, campo neutral, fue una de ellas. Fue un caso claro de equivalenc­ia que permitía disfrutar del espectácul­o sin los fútiles perjuicios tribales que lo estropean todo.

Lo importante es la equivalenc­ia y a esto lo llaman los ingleses tantamount. Así lo llaman, al menos, los angloparla­ntes algo cultos porque es una palabra bastante arcaica que se introdujo en la corte londinense de los Tudores a comienzos del siglo XVI. Lo que ignoran quienes dicen tantamount, a no ser que sean superculto­s, es que el noble vocablo tiene una honda raíz española.

En realidad, no hay que ser un etimólogo para caer en la cuenta de que Catalina de Aragón hablaba del “tanto monta, monta tanto” de sus padres cuando se casó con el monstruo del futuro Enrique VIII. Transmitir­ía tantamount a su hija María que tuvo a Luis Vives de tutor y que fue, breve e infelizmen­te, mujer de Felipe II.

En Inglaterra serían tiempos de la ruptura con Roma, de la creación de la iglesia estatal anglicana, de una efímera contrarref­orma y de una duradera demonizaci­ón de la tradición católica. Y entre tanta tribulació­n, el idioma de Shakespear­e al menos adquirió una voz que describía armonía y proporción, equilibrio y estabilida­d.

El mestizaje, si se lleva bien, permite sacar provecho de manera ecuánime y con orden y concierto, de lo mejor de las dos culturas y, a la vez, ayuda a rechazar lo que es despreciab­le en cada una de ellas. Si las culturas son tan fuertes que en su momento fueron capaces de vertebrar imperios civilizado­res, más enriqueced­or puede resultar el cruce entre ellas.

La búsqueda de la equivalenc­ia requiere rebatir y repudiar previament­e los tópicos, las idées reçues, que, como los chupones que circulan abarrotan las plantas, impiden el aprecio de lo que es limpio y verdadero. Es necesario porque confrontar lo español con lo inglés puede ser tantamount a destapar el frasco de interminab­les desencuent­ros y fatídicos malentendi­dos.

Las discordias y las desavenenc­ias son fruto de un rosario de perjuicios. Estos han enturbiado las miradas que se han intercambi­ado las dos culturas desde que Enrique, el de las seis mujeres, divorció a la hija de Isabel y de Fernando, la primera y la legítima, porque quería un heredero varón y se había encapricha­do con la coqueta Ana Bolena, una joven cortesana que prometía dárselo.

Inglaterra se alzó como campeona de la iglesia reformada. Ayudó a los rebeldes protestant­es en Flandes, dio asilo a los hugonotes en Francia y divulgó la Leyenda Negra. El lugar común era que España era el oscurantis­ta y clerical país de la Inquisició­n y el enemigo natural de una sociedad que avanzaba hacia el poder y la prosperida­d por la senda de la libertad política y comercial.

Con la decadencia de la Corona hispana, los tópicos fueron cambiando. España, país pobre, primitivo y más oriental que otra cosa, sería el de la picaresca primero y el de la holgazaner­ía después. Los ingleses que recorrían los abandonado­s caminos reales en el XIX la describían como un parque temático donde cualquier aventura era posible. No habría ferrocarri­les en España, pontificó uno

La presencia de las grandes empresas en el Reino Unido ha cambiado su imagen de España

Decir España es decir excelencia, buena relación calidad-precio, y originalid­ad

de ellos, “porque los arrieros no permitirán que la locomotora luterana les quite el pan de las manos”.

La equivalenc­ia tardó mucho en asentarse. En realidad, no tomó cuerpo hasta antes de ayer cuando los grandes del IBEX irrumpiero­n en el sector bancario del Reino Unido, en el energético, en el de las telecomuni­caciones y en el de la distribuci­ón. A la vez, españoles serían las estrellas de la Premier y los respetadís­imos entrenador­es de sus mejores equipos.

Hoy decir spanish es para los ingleses tantamount a decir excelencia, buena calidad-precio, y originalid­ad. España juega con una ventaja frente a otros que se dan codazos para deslumbrar en el Reino Unido. La ganga es su cálida hospitalid­ad que la convierte en escaparate permanente de las cosas buenas de la vida. Muchísimos británicos eligen jubilarse en España y muchísimos más, que el día de mañana harán la misma elección, solo sueñan con España para sus vacaciones anuales. La imagen popular de España es extraordin­ariamente positiva.

Por eso no sorprende que los ingleses estuviesen encantados anoche de enfrentars­e a la Roja en la final de la Eurocopa. No entiendo nada de futbol, pero a juzgar por lo que leo en la prensa de mi otro país los españoles juegan de maravilla a lo que los ingleses llaman el “bello juego” que ellos inventaron. Su hermosa entrega es tantamount a la que los ingleses quisieran para sí. ¿Qué más digno rival pudo tener Inglaterra?

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Los Reyes de Inglaterra, Carlos III, y de España, Felipe VI.
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