Cantantes y pícaros
‘Back to black’ no abre nuevas puertas a la vida de la cantante británica Amy Winehouse
‘Un año difícil’ es una comedia suave, relativamente coral y escrita con ingenio
Ignoro, pero seguro que debe haber alguna razón propulsada por inescrutables genios del márketing, de porqué coinciden en las carteleras de los cines tantos biopics, películas biografías, por lo general de cantantes y, si es posible, que estén atrapados en conflicto. El epítome contemporáneo de este perfil es, sin duda, Amy Winehouse, cuyo extraordinario talento, su cautivadora voz junto con su manera de ejercerla en una canción, fascinaba a cuantos la escuchábamos. Tenía un repertorio propio, interesante y desgarrador, profundamente romántico y desesperado, probablemente enclavado en su vida. Era tan buena que se codeaba de tú a tú con leyendas como Tony Bennett con el que grabó un disco extraordinario.
Yo tengo idea de que he visto ya algún documental sobre Amy Winehouse que no estaba nada mal. Con ese antecedente y con la cantidad de noticias y artículos que ha rodeado su vida, la visión de Back to black no me ha abierto nuevas puertas al conocimiento de su vida. Es una película que afronta ese desafío de contar algo que el espectador medio desconozca, acercarse al ser humano, un ser humano complejo y atrapado en un mundo nada confortable de adicciones, carencias, sin descuidar su faceta, posiblemente el eje de su vida desde muchas aspectos, de cantante. Para ello siempre recuerdo a James Stewart haciendo de Glen Miller en Música y lágrimas, una agradable película de Anthony Mann, sin que ni por un momento pareciera Miller y sí y poderosamente Stewart.
En este caso Marisa Abela, una actriz a la que no recuerdo en ninguna película, lidia con una tarea casi imposible, convertirse en una Amy Winehouse que todo el mundo ha clasificado, de una u otra manera en sus recuerdos. Algo de todo eso me ocurre con esta película muy, muy discreta en todo, que dirige Sam Taylor–Johnson, para mí un perfecto desconocido, que no parece más que un artesano de conceptos en dirección de películas tipo telefilme de sobremesa. Es ese tipo de películas que olvidas al instante porque no ha sido capaz de evocar al biografiado, darle carne y sangre de película, por cuyas venas o corre la emoción o es agua inodora e insípida.
Dirigir con cuatro ojos
Nunca he logrado saber, ni con Bardem y Berlanga, ni con los hermanos Cohen o Wachowski, porque ninguno lo aclara de manera suficiente, cómo demonios se dirige una película, un quehacer muy complejo y muy personal, a cuatro manos, pero lo cierto es que esa idea de dirigir a dúo no suele funcionar mal. Esto es lo que ocurre con Olivier Nakache y Eric Toledano, que suelen, además, como los antecitados, escribir también sus películas. Quizás hayan visto Intocable, Samba o La fiesta de la vida, de sus películas, una comedia coral muy divertida e inteligente, la que yo prefiero. También Especiales, en que la pareja domina como pocos ese tipo de comedia populista a la francesa en la que partiendo de un asunto serio, dramático, un referente social, lo tratan con el estilo de una comedia capaz de combinar con eficiencia la comedia disparatada y en estado puro con toques
de melodrama suave. Otra de sus bazas es su habilidad para dirigir muy eficazmente a sus actores, que suenan siempre muy naturales e integrados en la historia en la que participan.
Un año difícil vuelve a instalarse en esas coordenadas, marca de la casa. En este caso, Nakache y Toledano combinan a dos pícaros que están endeudados hasta las cejas que descubren cómo escapar de ese abismo de quiebra merced a la casual relación con un grupo de activistas idealistas cuyo objetivo es salvar el planeta. Crítica y saludo a la vez a temas socialmente relevantes; siempre en perfil bajo, porque lo que les importa es qué les sucede en la vida a sus personajes una vez enfrentados al conflicto. Si le añadimos que a ambos pícaros les gusta una guapa chica activista, ya disponemos de los elementos de una comedia suave, relativamente coral, escrita con ingenio, dirigida sin aspavientos y con un buen reparto de actores y actrices, en este caso, no muy conocidos.
Una muestra más de un cine francés siempre atento a que los temas de la agenda social individual y colectiva, sean pasados por al túrmix de los géneros de aceptación más popular.