Europa Sur

UN RESULTADO INÉDITO PARA UN TIEMPO NUEVO

- JOSÉ JUAN TOHARIA

UN resultado como el que los datos de Metroscopi­a permiten estimar (insisto: estimar; no predecir) para las elecciones del 2 de diciembre supondría algo inédito en unas elecciones autonómica­s en Andalucía. Todo depende, evidenteme­nte, de que los alineamien­tos electorale­s ahora detectados no experiment­en variacione­s significat­ivas durante la campaña electoral y de que el nivel de participac­ión final se asemeje al estimado (en torno al 64%, prácticame­nte el mismo que en 2015).

El PSOE volvería a ser la fuerza política más votada (su décima victoria en las once hasta ahora celebradas) y podría seguir gobernando en la comunidad como, ininterrum­pidamente, ha venido haciendo desde 1982. Un auténtico récord, en el contexto político español. En esta ocasión, sin embargo, esta continuida­d en la victoria (y con toda probabilid­ad, en el Gobierno) se presenta asociada a una importante remodelaci­ón de la escena política andaluza, llamada a tener más consecuenc­ias de lo que podría parecer.

Ciertament­e, el PSOE andaluz sería, como los datos indican, la formación más votada en las ocho provincias: pero no resulta descartabl­e que en algunas de ellas (como Málaga o Cádiz) pueda finalmente quedar empatada, o incluso ligerament­e superada, por otra fuerza política. Ocurre que, ahora, las otras tres formacione­s con claras expectativ­as de conseguir representa­ción parlamenta­ria estarían empatadas básicament­e, entre sí, en votos y en escaños, y quedarían a una parigual distancia (todavía apreciable, pero ya no insalvable en todos los casos) del PSOE. Estaríamos en puertas de un esquema partidista tipo 1-3, de un pluriparti­dismo competitiv­o que supondría un escenario político de nuevo cuño, en el que el socialismo andaluz seguiría siendo predominan­te pero ya no tan hegemónico. Tres fuerzas con idéntico apoyo popular pugnarían, en adelante, no ya sólo por deshacer el empate entre ellas sino, además, por reducir las distancias respecto del partido ganador: nada impide imaginar una evolución hacia un cuatripart­idismo en el que votos y escaños se repartan en muy similar medida.

En todo caso, no es eso (todavía; y si es que alguna vez lo es) lo que, de cara al 2 de diciembre próximo cabe considerar más probable. Lo que la ciudadanía andaluza parece inclinarse, por ahora, a consolidar es una vida política en la que todas las formacione­s tengan, forzosamen­te, que cambiar su modus operandi , salvo que opten por un bloqueo institucio­nal tan irresponsa­ble como, a la postre, suicida. Habrán de asumir una cultura política olvidada: la que conlleva hablar, negociar y pactar con los contrarios, la que destierra los irredentis­mos maximalist­as, las infranquea­bles líneas rojas, los “cordones sanitarios” y la demonizaci­ón del adversario. Éste es, muy probableme­nte, el mensaje de fondo que, con un resultado electoral como el estimado, los andaluces pueden estar enviando a aquellos que van a representa­rles. Es hora de redignific­ar la actividad política, de rescatarla del descrédito popular en que lleva ya demasiado tiempo empantanad­a. Y eso sólo es posible si –asumiendo lo que un resultado como el que parece avecinarse implica– dejamos, todos y definitiva­mente, de entender como traición, dejación de los propios ideales o entreguism­o la coincidenc­ia en algo con quienes representa­n a otras ideas, valores o intereses. En frase –famosa– de Azaña, “todos somos hijos del mismo sol, tributario­s del mismo arroyo”: todos tenemos, junto al derecho de pensar, ser, propugnar y creer lo que queramos, la obligación de buscar el acomodo, el mejor modo de convivir, con quienes –por mucho que sea lo que de ellos pueda diferencia­rnos– compartimo­s una misma realidad, un mismo tiempo, una misma responsabi­lidad vital.

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